/ viernes 3 de noviembre de 2023

Acapulco


Luego de la caída de Tenochtitlán, Fray Toribio de Benavente escribió: “La séptima plaga fue la edificación de la gran Ciudad de México”.

Y esta cita viene al caso ya que el pasado 25 de octubre el corazón de los mexicanos se llenó de dolor, al ver el tamaño de la catástrofe en Acapulco.

Para dar una idea de la magnitud, en el sismo del 2017 en la Ciudad de México colapsaron 38 edificios, mientras que en Acapulco hoy por hoy el 23% de toda la superficie está destruida, de acuerdo con la Red Mexicana de Científicos por el Clima (REDCiC), lo que equivale a mil 420 edificaciones en destrucción completa y 2 mil 800 dañadas o con algún tipo de afectación.

Sin embargo, la atención inmediata a la tragedia implica un gran desafío. El mayor reto será vivir con las consecuencias y con la reconstrucción, pero el periodo más delicado es ¿qué pasa mientras se consolidan estas reparaciones?

Miles de personas no podrán trabajar al no estar los hoteles e instalaciones turísticas funcionando: guías, hoteleros, taxistas, cocineros, meseros, camareras y toda la gama de empleos que dependen del turismo. Además, tendremos el gran reto de garantizar educación a la brevedad a todos los niños del estado.

Guerrero es hoy un asunto de seguridad nacional, no sólo por el dolor y la necesidad de reconstrucción, sino por las consecuencias que puede traer para la gobernabilidad en todo el país.

Las tragedias de este tamaño siempre van emparejadas con movimientos y generan un gran estrés a la gobernabilidad y son de consecuencias inusitadas. En México tenemos el ejemplo de Guadalajara, cuando después de las explosiones de gasolina en las alcantarillas en 1992 se generó un cambio político que significó el fin del PRI en esa entidad.

En la Ciudad de México, el sismo del 85 redefinió la política en la Ciudad, sobre todo el proceso de reconstrucción iniciado por el Lic. Manuel Camacho, sin embargo, en otras latitudes tenemos ejemplos preocupantes.

Por ejemplo, el terremoto de 2010 en Haití, uno de los más devastadores de toda la humanidad y que dejó casi medio millón de muertos y 1.5 millones de damnificados, demostró la incapacidad de respuesta del Estado haitiano y llevó al país a un estado de vulnerabilidad, del cual aún no se recupera después de 13 años.

La alteración en el ya enrarecido tejido social de Guerrero y la posible diáspora que genere, serán asuntos a seguir en los próximos meses. Por eso es muy importante y oportuna la respuesta del Presidente López Obrador, que a los 7 días de la tragedia, presenta un plan de reconstrucción y los incentivos fiscales para realizarlo, además de la respuesta humanitaria que se está dando. Por eso, por el bien de todos, hay que darle prioridad a Guerrero.


  • X: @LuisH_Fernandez



Luego de la caída de Tenochtitlán, Fray Toribio de Benavente escribió: “La séptima plaga fue la edificación de la gran Ciudad de México”.

Y esta cita viene al caso ya que el pasado 25 de octubre el corazón de los mexicanos se llenó de dolor, al ver el tamaño de la catástrofe en Acapulco.

Para dar una idea de la magnitud, en el sismo del 2017 en la Ciudad de México colapsaron 38 edificios, mientras que en Acapulco hoy por hoy el 23% de toda la superficie está destruida, de acuerdo con la Red Mexicana de Científicos por el Clima (REDCiC), lo que equivale a mil 420 edificaciones en destrucción completa y 2 mil 800 dañadas o con algún tipo de afectación.

Sin embargo, la atención inmediata a la tragedia implica un gran desafío. El mayor reto será vivir con las consecuencias y con la reconstrucción, pero el periodo más delicado es ¿qué pasa mientras se consolidan estas reparaciones?

Miles de personas no podrán trabajar al no estar los hoteles e instalaciones turísticas funcionando: guías, hoteleros, taxistas, cocineros, meseros, camareras y toda la gama de empleos que dependen del turismo. Además, tendremos el gran reto de garantizar educación a la brevedad a todos los niños del estado.

Guerrero es hoy un asunto de seguridad nacional, no sólo por el dolor y la necesidad de reconstrucción, sino por las consecuencias que puede traer para la gobernabilidad en todo el país.

Las tragedias de este tamaño siempre van emparejadas con movimientos y generan un gran estrés a la gobernabilidad y son de consecuencias inusitadas. En México tenemos el ejemplo de Guadalajara, cuando después de las explosiones de gasolina en las alcantarillas en 1992 se generó un cambio político que significó el fin del PRI en esa entidad.

En la Ciudad de México, el sismo del 85 redefinió la política en la Ciudad, sobre todo el proceso de reconstrucción iniciado por el Lic. Manuel Camacho, sin embargo, en otras latitudes tenemos ejemplos preocupantes.

Por ejemplo, el terremoto de 2010 en Haití, uno de los más devastadores de toda la humanidad y que dejó casi medio millón de muertos y 1.5 millones de damnificados, demostró la incapacidad de respuesta del Estado haitiano y llevó al país a un estado de vulnerabilidad, del cual aún no se recupera después de 13 años.

La alteración en el ya enrarecido tejido social de Guerrero y la posible diáspora que genere, serán asuntos a seguir en los próximos meses. Por eso es muy importante y oportuna la respuesta del Presidente López Obrador, que a los 7 días de la tragedia, presenta un plan de reconstrucción y los incentivos fiscales para realizarlo, además de la respuesta humanitaria que se está dando. Por eso, por el bien de todos, hay que darle prioridad a Guerrero.


  • X: @LuisH_Fernandez


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