/ domingo 10 de junio de 2018

Aquí Querétaro

Siempre se dice, como estribillo, que tenemos el gobierno que nos merecemos. Hoy me pregunto si esa afirmación, insistentemente repetida, es válida también con relación a nuestra policía. En realidad, de verdad, ¿tenemos la policía que nos merecemos?

Sin intenciones de generalizar, porque estoy seguro de que habrá siempre elementos dignos de respeto, admiración y halago, y familias que dependen de ellos con legítimo orgullo, no puedo dejar de preguntarme en qué hemos fallado los mexicanos, y los queretanos en particular, para contar con un sistema de seguridad que causa mucho más recelo, y hasta temor, que lo que pregona su nombre. ¿Qué tanto hemos errado en el camino como para evitar a los antes llamados “azules”, en vez de anhelarlos?

Salarios bajos, condiciones de trabajo indignas, corruptelas en sus varios niveles, improvisación, falta de preparación profesional, son algunas de las lacras de un sistema deteriorado que impiden resaltar el posible buen trabajo de algunos de sus integrantes, a quienes sumerge en el mismísimo mar cochambroso de la desconfianza y la mala fama.

¿Es esta la policía, insisto, que nos merecemos?

Hace un año, cuando las obras en la calle Ezequiel Montes iniciaban el calvario de los ahí residentes, los policías municipales andaban muy activos en la zona, aunque su trabajo consistía, fundamentalmente, en levantar infracciones a los autos mal estacionados. Lo hacían con firmeza, y hasta con prepotencia, sin la sensibilidad que requería el complicado entorno. Levantaban incluso las placas de los autos aparcados en espacios previamente señalados como cajón de los frustrados parquímetros, asumiendo como válidos los señalamientos y desdeñando la buena fe de cualquier ciudadano que veía en esas líneas marcadas sobre la cantera como los límites posibles para dejar su auto; es decir, evidenciaban que una empresa privada iba a tener la posibilidad de aprovechar espacios negados al resto de los ciudadanos comunes.

También recogían los estorbosos elementos que comerciantes y habitantes de la calle colocaban en la vía pública en un inútil intento por ayudarse con sus clientes o sus propios coches. Lo hacían sin mediar explicación, ni recurrir primero al convencimiento o la advertencia. Así treparon un día a la caja de una patrulla un anuncio de una pastelería.

El caso es que dicho anuncio fue visto hace unos días, sirviendo para fines similares, en una papelería en Menchaca. ¿Cómo es que un mueble de propiedad privada, requisado por la policía, aparece tiempo después como propiedad de otro particular en otra zona de la ciudad? La respuesta, por desgracia, todos la imaginamos.

¿Es esta la policía, vuelvo a insistir, que nos merecemos?

¿Es que no hay nadie capaz de darle a la seguridad pública la dignidad con la que debería contar? ¿Es que nunca nos tocará ver una policía eficaz, preparada, comprometida y sensible con la ciudadanía a la que deben servir?

Éste, el de la seguridad, es un tema vital en las propuestas de los hoy candidatos a la Presidencia Municipal. La oferta tendría que ser que contaremos con una policía honesta y profesional, aunque no nos la merezcamos.

Siempre se dice, como estribillo, que tenemos el gobierno que nos merecemos. Hoy me pregunto si esa afirmación, insistentemente repetida, es válida también con relación a nuestra policía. En realidad, de verdad, ¿tenemos la policía que nos merecemos?

Sin intenciones de generalizar, porque estoy seguro de que habrá siempre elementos dignos de respeto, admiración y halago, y familias que dependen de ellos con legítimo orgullo, no puedo dejar de preguntarme en qué hemos fallado los mexicanos, y los queretanos en particular, para contar con un sistema de seguridad que causa mucho más recelo, y hasta temor, que lo que pregona su nombre. ¿Qué tanto hemos errado en el camino como para evitar a los antes llamados “azules”, en vez de anhelarlos?

Salarios bajos, condiciones de trabajo indignas, corruptelas en sus varios niveles, improvisación, falta de preparación profesional, son algunas de las lacras de un sistema deteriorado que impiden resaltar el posible buen trabajo de algunos de sus integrantes, a quienes sumerge en el mismísimo mar cochambroso de la desconfianza y la mala fama.

¿Es esta la policía, insisto, que nos merecemos?

Hace un año, cuando las obras en la calle Ezequiel Montes iniciaban el calvario de los ahí residentes, los policías municipales andaban muy activos en la zona, aunque su trabajo consistía, fundamentalmente, en levantar infracciones a los autos mal estacionados. Lo hacían con firmeza, y hasta con prepotencia, sin la sensibilidad que requería el complicado entorno. Levantaban incluso las placas de los autos aparcados en espacios previamente señalados como cajón de los frustrados parquímetros, asumiendo como válidos los señalamientos y desdeñando la buena fe de cualquier ciudadano que veía en esas líneas marcadas sobre la cantera como los límites posibles para dejar su auto; es decir, evidenciaban que una empresa privada iba a tener la posibilidad de aprovechar espacios negados al resto de los ciudadanos comunes.

También recogían los estorbosos elementos que comerciantes y habitantes de la calle colocaban en la vía pública en un inútil intento por ayudarse con sus clientes o sus propios coches. Lo hacían sin mediar explicación, ni recurrir primero al convencimiento o la advertencia. Así treparon un día a la caja de una patrulla un anuncio de una pastelería.

El caso es que dicho anuncio fue visto hace unos días, sirviendo para fines similares, en una papelería en Menchaca. ¿Cómo es que un mueble de propiedad privada, requisado por la policía, aparece tiempo después como propiedad de otro particular en otra zona de la ciudad? La respuesta, por desgracia, todos la imaginamos.

¿Es esta la policía, vuelvo a insistir, que nos merecemos?

¿Es que no hay nadie capaz de darle a la seguridad pública la dignidad con la que debería contar? ¿Es que nunca nos tocará ver una policía eficaz, preparada, comprometida y sensible con la ciudadanía a la que deben servir?

Éste, el de la seguridad, es un tema vital en las propuestas de los hoy candidatos a la Presidencia Municipal. La oferta tendría que ser que contaremos con una policía honesta y profesional, aunque no nos la merezcamos.