/ domingo 8 de julio de 2018

Aquí Querétaro

Para cuando don Chucho Ruiz construyó en nuestra ciudad lo que para los queretanos de antaño era un rascacielos, ahí en la calle Tecnológico, bautizándolo como “Edificio Querétaro”, quienes aquí vivíamos pensábamos que la nuestra sería siempre una urbe chaparra.

A las construcciones de un solo piso, a veces de dos con la moda de fines del siglo diecinueve, y muy escasamente de tres, de nuestro Centro Histórico, se fueron sumando nuevas edificaciones, en las colonias circundantes, de las mismas alturas. Los grandes edificios fueron algo totalmente ajeno a Querétaro por décadas.

De ahí que el edificio del señor Ruiz, exitoso empresario amealcense, nos pareciera un rascacielos.

Pero Querétaro, la ciudad aparentemente condenada a ser chaparra, es hoy otra; una que no hubiésemos imaginado ni en sueños, donde las alturas empiezan a ser una constante.

Y no está mal que también nosotros tengamos nuestros propios edificios, algunos de singular arquitectura, fuera de un casco histórico virreinal, acostumbrado a la convivencia entre algunas casonas de dos pisos y otras muchas de puerta y ventana, al más puro estilo popular de su época.

El caso es que estos nuevos y altos edificios fuesen construidos sin afectar, precisamente, las visuales del Centro Histórico, Patrimonio Mundial y Zona de Monumentos declarada. Para ello, se requería de normas más severas, y sobre todo, de una conciencia colectiva que impidiera, a la autoridad en turno, autorizar desarrollos y proyectos de beneficio económico pero lamentable vista.

Así podemos llegar a aborrecer dos edificios de Loma Dorada que rematan visualmente la bella e histórica calle de Pino Suárez, o aún peor, los que desde Constituyentes, ahí frente al “Pata”, le dan remate, mirando al sur, a la calle de Guerrero; no se diga tampoco, un nuevo edificio en Tecnológico, que compite, cuando uno se coloca en la plazuela Ignacio Mariano de las Casas, con el mismísimo y señorial templo de Santa Rosa de Viterbo.

Otros edificios hay, claro está, que no ensucian la vista de nuestro patrimonio más preciado, que le dan a Querétaro un hálito de modernidad, como los de Centro Sur o Juriquilla, y que colaboran con quitarle a la nuestra el membrete de ciudad chaparra.

Reflexiono en todo ello mientras veo, a la distancia, los trabajos en la nueva torre del Hospital San José, que ya va como en el piso treinta. Me digo a mi mismo que esa, como otras muchas torres, no tiene comparación con el Edificio Querétaro del recordado Jesús Ruiz. Algo ha cambiado en Querétaro en todos estos años. Hoy empezamos a tener, efectivamente, rascacielos.

Para cuando don Chucho Ruiz construyó en nuestra ciudad lo que para los queretanos de antaño era un rascacielos, ahí en la calle Tecnológico, bautizándolo como “Edificio Querétaro”, quienes aquí vivíamos pensábamos que la nuestra sería siempre una urbe chaparra.

A las construcciones de un solo piso, a veces de dos con la moda de fines del siglo diecinueve, y muy escasamente de tres, de nuestro Centro Histórico, se fueron sumando nuevas edificaciones, en las colonias circundantes, de las mismas alturas. Los grandes edificios fueron algo totalmente ajeno a Querétaro por décadas.

De ahí que el edificio del señor Ruiz, exitoso empresario amealcense, nos pareciera un rascacielos.

Pero Querétaro, la ciudad aparentemente condenada a ser chaparra, es hoy otra; una que no hubiésemos imaginado ni en sueños, donde las alturas empiezan a ser una constante.

Y no está mal que también nosotros tengamos nuestros propios edificios, algunos de singular arquitectura, fuera de un casco histórico virreinal, acostumbrado a la convivencia entre algunas casonas de dos pisos y otras muchas de puerta y ventana, al más puro estilo popular de su época.

El caso es que estos nuevos y altos edificios fuesen construidos sin afectar, precisamente, las visuales del Centro Histórico, Patrimonio Mundial y Zona de Monumentos declarada. Para ello, se requería de normas más severas, y sobre todo, de una conciencia colectiva que impidiera, a la autoridad en turno, autorizar desarrollos y proyectos de beneficio económico pero lamentable vista.

Así podemos llegar a aborrecer dos edificios de Loma Dorada que rematan visualmente la bella e histórica calle de Pino Suárez, o aún peor, los que desde Constituyentes, ahí frente al “Pata”, le dan remate, mirando al sur, a la calle de Guerrero; no se diga tampoco, un nuevo edificio en Tecnológico, que compite, cuando uno se coloca en la plazuela Ignacio Mariano de las Casas, con el mismísimo y señorial templo de Santa Rosa de Viterbo.

Otros edificios hay, claro está, que no ensucian la vista de nuestro patrimonio más preciado, que le dan a Querétaro un hálito de modernidad, como los de Centro Sur o Juriquilla, y que colaboran con quitarle a la nuestra el membrete de ciudad chaparra.

Reflexiono en todo ello mientras veo, a la distancia, los trabajos en la nueva torre del Hospital San José, que ya va como en el piso treinta. Me digo a mi mismo que esa, como otras muchas torres, no tiene comparación con el Edificio Querétaro del recordado Jesús Ruiz. Algo ha cambiado en Querétaro en todos estos años. Hoy empezamos a tener, efectivamente, rascacielos.