/ domingo 22 de julio de 2018

Aquí Querétaro

Paola Pliego es una esgrimista excepcional, que ha logrado posicionar a nuestro país en el escaparate mundial de ese deporte, pero sobre todo que ha sido un ejemplo de lucha y una muestra de lo que un deteriorado sistema puede hacer por mantenerse y prevalecer.

Esta joven deportista mexicana, residente en Querétaro desde hace algunos años, pudo haber visto truncada su brillante carrera por una imperdonable pifia del sistema deportivo nacional, cuando en el 2016 un estudio realizado por la CONADE consideró que Paola se había dopado y la excluyó del equipo mexicano que participaría en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Pero esta deportista, hoy de apenas veintitrés años, no se quedó con los brazos cruzados, apeló a instancias extra fronteras, y finalmente, la Federación Internacional de Esgrima revirtió los resultados, considerando que no había indicio alguno de dopaje. Por los tiempos, ello no le permitió representar a México en el escaparate deportivo más importante del mundo.

Un duro golpe para una jovencita de entonces apenas veintiún años. Un golpe del que otros muchos no hubiesen podido reponerse nunca.

Paola lo hizo, sin embargo. Y no sólo eso, sino que adicionalmente ha emprendido desde entonces, a la par de una férrea disciplina de preparación física y técnica, una batalla frontal contra los directivos de la Federación Mexicana de Esgrima, quienes no tuvieron ni la gallardía para reconocer errores, ni la delicadeza de llamarle cuando fue exonerada de culpa.

Sintiéndose acosada y perseguida por su propia asociación deportiva a nivel nacional, quien estuviera ranqueada como la mejor del mundo en su especialidad, el sable, y que obtuviera en el 2014 un primer lugar mundial juvenil, ha dado esa batalla con el único apoyo de la autoridad deportiva de Querétaro. Una lucha frontal que, necesariamente, ha traído sus consecuencias, pues Paola ha sido excluida de la representación mexicana en los Juegos Centroamericanos y del Caribe que actualmente se desarrollan en Barranquilla.

“El deporte amateur en México es más de directivos, y lo último que les importa son los atletas”, ha dicho la sablista, y sus palabras vienen aparejadas de la contundencia de los hechos. Los directivos, efectivamente, le han arruinado una vida deportiva, no por haber dado positivo en una prueba “chafa” de antidopaje, sino por haberle plantado cara al poder.

Y aquí, en este México nuestro, parece que las pifias pueden perdonarse, pero nunca la dignidad.

Paola Pliego es una esgrimista excepcional, que ha logrado posicionar a nuestro país en el escaparate mundial de ese deporte, pero sobre todo que ha sido un ejemplo de lucha y una muestra de lo que un deteriorado sistema puede hacer por mantenerse y prevalecer.

Esta joven deportista mexicana, residente en Querétaro desde hace algunos años, pudo haber visto truncada su brillante carrera por una imperdonable pifia del sistema deportivo nacional, cuando en el 2016 un estudio realizado por la CONADE consideró que Paola se había dopado y la excluyó del equipo mexicano que participaría en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Pero esta deportista, hoy de apenas veintitrés años, no se quedó con los brazos cruzados, apeló a instancias extra fronteras, y finalmente, la Federación Internacional de Esgrima revirtió los resultados, considerando que no había indicio alguno de dopaje. Por los tiempos, ello no le permitió representar a México en el escaparate deportivo más importante del mundo.

Un duro golpe para una jovencita de entonces apenas veintiún años. Un golpe del que otros muchos no hubiesen podido reponerse nunca.

Paola lo hizo, sin embargo. Y no sólo eso, sino que adicionalmente ha emprendido desde entonces, a la par de una férrea disciplina de preparación física y técnica, una batalla frontal contra los directivos de la Federación Mexicana de Esgrima, quienes no tuvieron ni la gallardía para reconocer errores, ni la delicadeza de llamarle cuando fue exonerada de culpa.

Sintiéndose acosada y perseguida por su propia asociación deportiva a nivel nacional, quien estuviera ranqueada como la mejor del mundo en su especialidad, el sable, y que obtuviera en el 2014 un primer lugar mundial juvenil, ha dado esa batalla con el único apoyo de la autoridad deportiva de Querétaro. Una lucha frontal que, necesariamente, ha traído sus consecuencias, pues Paola ha sido excluida de la representación mexicana en los Juegos Centroamericanos y del Caribe que actualmente se desarrollan en Barranquilla.

“El deporte amateur en México es más de directivos, y lo último que les importa son los atletas”, ha dicho la sablista, y sus palabras vienen aparejadas de la contundencia de los hechos. Los directivos, efectivamente, le han arruinado una vida deportiva, no por haber dado positivo en una prueba “chafa” de antidopaje, sino por haberle plantado cara al poder.

Y aquí, en este México nuestro, parece que las pifias pueden perdonarse, pero nunca la dignidad.