/ domingo 11 de noviembre de 2018

Aquí Querétaro

Los habitantes de Bernal, esa bellísima población queretana famosa por el monolito que la distingue y portadora del justo nombramiento de “Pueblo Mágico”, deben tener especial atención en su cuidado, recordando aquella famosa fábula de la gallina de los huevos de oro.

Todo porque ha sido tal el “boom” que la población, enclavada en el municipio de Ezequiel Montes, ha tenido en los últimos años, que su belleza, sustentada en la originalidad de su patrimonio histórico, se ha venido transformado de manera alarmante, en pos de un mayor aprovechamiento del aumentado turismo que hasta ahí llega.

Existen, sin duda, ejemplos loables de adecuación, como convertir el viejo rastro en el museo de la máscara, o un espacio desaprovechado y destinado a ser receptáculo de basura, en otro museo, el dedicado al cineasta Rosalío Solano, nacido, precisamente, en esa población. Pero, por otro lado, se ha venido atentando contra la arquitectura vernácula del lugar de manera alarmante, sin que las autoridades municipales de los últimos años, más empeñadas en no tener problemas con los vecinos más influyentes que en la protección de ese patrimonio, haya hecho mucho.

Apertura de vanos aquí y allá, segundos y hasta terceros niveles de construcción, y modificaciones varias, que van desde lo “bonito” hasta lo espantoso, se han convertido en una constante, transformado sin remedio, de poco en mucho, al bello pueblo al pie de La Peña.

Hace unos días, Edgardo Cabrera, distinguido bernalense, presentó en su carácter de presidente del Patronato de Cultura y Turismo de Bernal, el Plan Sustentable de Desarrollo Bernal Mágico 2018-2018. En la presentación, el abogado se mostró alarmado por lo que consideró un constante “ataque a la imagen urbana” del lugar, pero en el Plan se habla, más bien, del apoyo a los servicios turísticos y la preservación de la fauna y la flora de La Peña, otro aspecto que, desgraciadamente, también ha sufrido menoscabos notorios.

El caso es que, en Bernal y ante la llegada de tantos visitantes de fin de semana, no falta quien quiera ampliar su hotel, dándole un segundo nivel a una construcción histórica que cuenta con uno sólo de origen; abrir una puerta donde era ventana, para darle más viabilidad a su negocio; crear otra puerta donde no existía, para otorgarle una “mejor vista” a su inmueble; o instalar en su azotea una terraza-bar con láminas como techo.

Y así, a Bernal empieza a pasarle lo que a aquella gallina de la fábula atribuida a Esopo, que ponía huevos de oro, alentando con ello en su propietario la idea de que por dentro podría estar repleta de ese precioso y preciado metal. Cuando el dueño de la gallina la mató, descubrió que, por dentro, eran tan común y corriente como el resto de su especie, y se perdió la maravillosa oportunidad de contar con un nuevo huevo de oro cada día.

Ninguna otra de las poblaciones queretanas que cuentan con el título de Pueblo Mágico lo merece tanto como Bernal, que efectivamente, es un pueblo mágico. Pero lo es por sus características originales, ésas que sustentan su belleza y su riqueza, y no por los servicios, las ventas, las comodidades, las visiones turísticas, los anhelos de ganancias económicas o los gustos arquitectónicos diferentes. En otras palabras: Bernal corre el riesgo, cada vez más claro, de perder su magia.

Los habitantes de Bernal, esa bellísima población queretana famosa por el monolito que la distingue y portadora del justo nombramiento de “Pueblo Mágico”, deben tener especial atención en su cuidado, recordando aquella famosa fábula de la gallina de los huevos de oro.

Todo porque ha sido tal el “boom” que la población, enclavada en el municipio de Ezequiel Montes, ha tenido en los últimos años, que su belleza, sustentada en la originalidad de su patrimonio histórico, se ha venido transformado de manera alarmante, en pos de un mayor aprovechamiento del aumentado turismo que hasta ahí llega.

Existen, sin duda, ejemplos loables de adecuación, como convertir el viejo rastro en el museo de la máscara, o un espacio desaprovechado y destinado a ser receptáculo de basura, en otro museo, el dedicado al cineasta Rosalío Solano, nacido, precisamente, en esa población. Pero, por otro lado, se ha venido atentando contra la arquitectura vernácula del lugar de manera alarmante, sin que las autoridades municipales de los últimos años, más empeñadas en no tener problemas con los vecinos más influyentes que en la protección de ese patrimonio, haya hecho mucho.

Apertura de vanos aquí y allá, segundos y hasta terceros niveles de construcción, y modificaciones varias, que van desde lo “bonito” hasta lo espantoso, se han convertido en una constante, transformado sin remedio, de poco en mucho, al bello pueblo al pie de La Peña.

Hace unos días, Edgardo Cabrera, distinguido bernalense, presentó en su carácter de presidente del Patronato de Cultura y Turismo de Bernal, el Plan Sustentable de Desarrollo Bernal Mágico 2018-2018. En la presentación, el abogado se mostró alarmado por lo que consideró un constante “ataque a la imagen urbana” del lugar, pero en el Plan se habla, más bien, del apoyo a los servicios turísticos y la preservación de la fauna y la flora de La Peña, otro aspecto que, desgraciadamente, también ha sufrido menoscabos notorios.

El caso es que, en Bernal y ante la llegada de tantos visitantes de fin de semana, no falta quien quiera ampliar su hotel, dándole un segundo nivel a una construcción histórica que cuenta con uno sólo de origen; abrir una puerta donde era ventana, para darle más viabilidad a su negocio; crear otra puerta donde no existía, para otorgarle una “mejor vista” a su inmueble; o instalar en su azotea una terraza-bar con láminas como techo.

Y así, a Bernal empieza a pasarle lo que a aquella gallina de la fábula atribuida a Esopo, que ponía huevos de oro, alentando con ello en su propietario la idea de que por dentro podría estar repleta de ese precioso y preciado metal. Cuando el dueño de la gallina la mató, descubrió que, por dentro, eran tan común y corriente como el resto de su especie, y se perdió la maravillosa oportunidad de contar con un nuevo huevo de oro cada día.

Ninguna otra de las poblaciones queretanas que cuentan con el título de Pueblo Mágico lo merece tanto como Bernal, que efectivamente, es un pueblo mágico. Pero lo es por sus características originales, ésas que sustentan su belleza y su riqueza, y no por los servicios, las ventas, las comodidades, las visiones turísticas, los anhelos de ganancias económicas o los gustos arquitectónicos diferentes. En otras palabras: Bernal corre el riesgo, cada vez más claro, de perder su magia.