/ domingo 25 de noviembre de 2018

Aquí Querétaro

Nació justo el día en que se conmemoraba un aniversario de la Revolución, hace ya nueve décadas, y desde entonces su destino de lucha quedó marcado, como a ella misma le gusta decir cada ocasión que recuerda su nacimiento. Nacer en esa fecha pareció invocar su impronta revolucionaria.

Natalia Carrillo García ha brindado, desde entonces, un ejemplo claro de dignidad, de ideas firmes, de trabajo incansable, de fe inquebrantable y de sinceridad absoluta, característica esta última que le ha traído más de una enemistad política.

Nació en el seno de una familia de profunda religiosidad en la cercana ciudad de San Miguel de Allende, pero pronto, apenas a los siete años, llegó a radicar a Querétaro, donde estudió contaduría privada y donde, tras trabajar en empresas como la Jabonera Lourdes o la Forrajera Queretana, montó la suya propia: La Mexicana, ubicada en tres diferentes locales de nuestro centro histórico.

Cuando el siglo pasado apenas cruzaba su ecuador, Natalia incursionó en la política al afiliarse, y convertirse en militante muy activa, al Partido Acción Nacional, organismo que entonces requería de gente comprometida con sus principios y dispuesta al sacrificio; ambas cosas le sobraban a quien había sido secretaria del Comité Diocesano de la Juventud, y quien también sería, con el tiempo, la primera consejera mujer de la Cámara de Comercio de Querétaro.

Le tocó abrir brecha, aguantar el desdén del poder y nadar a contracorriente en tiempos donde el gobierno era ejercido por un solo, hegemónico, partido político; fue, por décadas, una protagonista de la digna oposición queretana. Ahí, en esas huestes, apoyó a su partido y se convirtió en la primer mujer candidata al Senado de República, y años más tarde, también en candidata a una diputación federal.

Los sacrificios realizados por tantos años para Acción Nacional le rindieron frutos cuando uno de sus correligionarios, a quien adentró personalmente en la doctrina panista, Ignacio Loyola, alcanzó el triunfo en las elecciones a Gobernador del Estado, convirtiéndose en el primer candidato salido de ese instituto político en derrotar al PRI en estas tierras. De hecho, la amistad y el respeto de Natalia con el ingeniero Loyola se ha mantenido incólume pese al paso de los años.

Con algunos otros de sus compañeros de partido, sin embargo, no ha mantenido una tersa relación, todo porque a ella le gusta decir lo que piensa y mantiene, férreamente, los principios panistas por encima de las necesidades del momento. Se sabe de la poca empatía que ha tenido con personajes de la política que han llegado a ocupar puestos de privilegio en estas épocas de bonanza, y que ni siquiera se han tomado la molestia de recibirla, o visitarla, acaso por la molestia, o la precaución, que les provoca la lengua directa de quien sufrió en carne propia los pesarosos tiempos de la oposición política.

Fue Natalia, sin embargo, regidora del Municipio de Querétaro, y también asesora cultural del mismo, y entre sus logros se puede contar la edición de libros, lo mismo sobre la historia del PAN en Querétaro, que sobre los presidentes municipales de la capital, o sobre los monumentos y estatuas que adornan nuestra ciudad. Acaso le quedó, hasta ahora, sólo el pendiente de haber logrado que los restos del general Tomás Mejía reposen en el Panteón de los Queretanos Ilustres.

Amiga también del buen humor y de las artes, gustaba de asistir a las representaciones teatrales y tiene como uno de sus ahijados predilectos a Carlos Sánchez, el barítono queretano, a quien impulsó siempre en su carrera artística. Recuerdo bien los papelitos de reservación que Paco Rabell ponía en las sillas de su Corral de Comedias, cada vez que la panista asistiría a una representación, con el nombre de Natalia Carrillo de Delón, en franca alusión al platónico amor que Natalia le profesaba al actor francés.

El caso es que esta luchadora revolucionaria, esta protagonista indiscutible de la historia reciente de nuestro Estado, esta amiga de sus amigos, entre los que se incluyen políticos priistas, acaba de cumplir, el revolucionario veinte de noviembre, noventa años. Los cumplió a plenitud, apenas con la vista un tanto deteriorada, pero con una lucidez envidiable, un sentido del humor intacto y una fe sosegada y límpida. Para fortuna de todos, también con una claridad de discurso, de ideas, que puede disgustar a más de alguno de nuestros políticos actuales.

Noventa años y una vida digna de ser contada y admirada. Un camino, el de Natalia Carrillo, que muy pocos se han atrevido a recorrer.

Nació justo el día en que se conmemoraba un aniversario de la Revolución, hace ya nueve décadas, y desde entonces su destino de lucha quedó marcado, como a ella misma le gusta decir cada ocasión que recuerda su nacimiento. Nacer en esa fecha pareció invocar su impronta revolucionaria.

Natalia Carrillo García ha brindado, desde entonces, un ejemplo claro de dignidad, de ideas firmes, de trabajo incansable, de fe inquebrantable y de sinceridad absoluta, característica esta última que le ha traído más de una enemistad política.

Nació en el seno de una familia de profunda religiosidad en la cercana ciudad de San Miguel de Allende, pero pronto, apenas a los siete años, llegó a radicar a Querétaro, donde estudió contaduría privada y donde, tras trabajar en empresas como la Jabonera Lourdes o la Forrajera Queretana, montó la suya propia: La Mexicana, ubicada en tres diferentes locales de nuestro centro histórico.

Cuando el siglo pasado apenas cruzaba su ecuador, Natalia incursionó en la política al afiliarse, y convertirse en militante muy activa, al Partido Acción Nacional, organismo que entonces requería de gente comprometida con sus principios y dispuesta al sacrificio; ambas cosas le sobraban a quien había sido secretaria del Comité Diocesano de la Juventud, y quien también sería, con el tiempo, la primera consejera mujer de la Cámara de Comercio de Querétaro.

Le tocó abrir brecha, aguantar el desdén del poder y nadar a contracorriente en tiempos donde el gobierno era ejercido por un solo, hegemónico, partido político; fue, por décadas, una protagonista de la digna oposición queretana. Ahí, en esas huestes, apoyó a su partido y se convirtió en la primer mujer candidata al Senado de República, y años más tarde, también en candidata a una diputación federal.

Los sacrificios realizados por tantos años para Acción Nacional le rindieron frutos cuando uno de sus correligionarios, a quien adentró personalmente en la doctrina panista, Ignacio Loyola, alcanzó el triunfo en las elecciones a Gobernador del Estado, convirtiéndose en el primer candidato salido de ese instituto político en derrotar al PRI en estas tierras. De hecho, la amistad y el respeto de Natalia con el ingeniero Loyola se ha mantenido incólume pese al paso de los años.

Con algunos otros de sus compañeros de partido, sin embargo, no ha mantenido una tersa relación, todo porque a ella le gusta decir lo que piensa y mantiene, férreamente, los principios panistas por encima de las necesidades del momento. Se sabe de la poca empatía que ha tenido con personajes de la política que han llegado a ocupar puestos de privilegio en estas épocas de bonanza, y que ni siquiera se han tomado la molestia de recibirla, o visitarla, acaso por la molestia, o la precaución, que les provoca la lengua directa de quien sufrió en carne propia los pesarosos tiempos de la oposición política.

Fue Natalia, sin embargo, regidora del Municipio de Querétaro, y también asesora cultural del mismo, y entre sus logros se puede contar la edición de libros, lo mismo sobre la historia del PAN en Querétaro, que sobre los presidentes municipales de la capital, o sobre los monumentos y estatuas que adornan nuestra ciudad. Acaso le quedó, hasta ahora, sólo el pendiente de haber logrado que los restos del general Tomás Mejía reposen en el Panteón de los Queretanos Ilustres.

Amiga también del buen humor y de las artes, gustaba de asistir a las representaciones teatrales y tiene como uno de sus ahijados predilectos a Carlos Sánchez, el barítono queretano, a quien impulsó siempre en su carrera artística. Recuerdo bien los papelitos de reservación que Paco Rabell ponía en las sillas de su Corral de Comedias, cada vez que la panista asistiría a una representación, con el nombre de Natalia Carrillo de Delón, en franca alusión al platónico amor que Natalia le profesaba al actor francés.

El caso es que esta luchadora revolucionaria, esta protagonista indiscutible de la historia reciente de nuestro Estado, esta amiga de sus amigos, entre los que se incluyen políticos priistas, acaba de cumplir, el revolucionario veinte de noviembre, noventa años. Los cumplió a plenitud, apenas con la vista un tanto deteriorada, pero con una lucidez envidiable, un sentido del humor intacto y una fe sosegada y límpida. Para fortuna de todos, también con una claridad de discurso, de ideas, que puede disgustar a más de alguno de nuestros políticos actuales.

Noventa años y una vida digna de ser contada y admirada. Un camino, el de Natalia Carrillo, que muy pocos se han atrevido a recorrer.