/ domingo 23 de diciembre de 2018

Aquí Querétaro

Cuando don José María Sotelo tuvo la ocurrencia de sacar a la calle la representación del nacimiento de Jesús, seguramente jamás imaginó que, a la postre, aquella acción se convertiría en una tradición de casi doscientos años.

Vivía el connotado abogado queretano en la calle que hoy conocemos como Pasteur y a unos pasos de la Plaza de Arriba, nuestra queretana Plaza de Armas. Aprovechó las conexiones que tenía con algunos rancheros de la época y les pidió un par de carretones y algunas mulas para tirar de ellos, con el propósito de montar la representación del nacimiento.

Dicen las crónicas más antiguas que existen de este suceso, que en ese 1826 uno de los carros representaba justamente el nacimiento, con el niño, la Virgen y San José, y que el otro llevaba a los pastores aludiendo al mensaje de que deberían de adorar al Dios que acababa de nacer.

Los carretones fueron iluminados con lámparas de aceite, y las mulas tiraron de los vehículos de rústica madera apenas unos metros, por los alrededores de la plaza, con los vecinos cantando y apreciando reverencialmente el inusual espectáculo.

Tan grato fue para los queretanos de la época la idea de don José María, que éste la repitió al año siguiente, y al siguiente, al tiempo que se iban acondicionando, poco a poco, más carruajes dispuestos a albergar pasajes de ese momento trascendental para los cristianos del mundo.

Y así hasta nuestros días, hasta este 2018, cuando los llamados “Carros Bíblicos” volverán a recorrer algunas de las principales calles de nuestro Centro Histórico, en un acontecimiento insubstituible de la época decembrina. Una tradición que arropan los queretanos de siempre, y también muchos de los que hasta estas tierras han llegado para establecer su hogar.

Los carretones, con el paso del tiempo, se han convertido en plataformas sostenidas por llantas y arrastradas por tractores, y sobre ellas pueden apreciarse muy diversos pasajes de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, representados principalmente por niños que, a lo largo de semanas, preparan acuciosamente sus intervenciones corales.

La casona del señor Sotelo ya pasó, desde hace muchos años, a otras manos, la Plaza de Armas ha cambiado un tanto su fisonomía, las callejuelas queretanas son ahora de cantera, el bullicio de la noche es otro, pero aún parece conservarse ese espíritu que rodeaba a aquellos primeros carros navideños bajo el membrete de “Rosario de Navidad”.

Un año más de tradición la noche del 24 de diciembre y contando. A escasos ocho de cumplir los doscientos.

Cuando don José María Sotelo tuvo la ocurrencia de sacar a la calle la representación del nacimiento de Jesús, seguramente jamás imaginó que, a la postre, aquella acción se convertiría en una tradición de casi doscientos años.

Vivía el connotado abogado queretano en la calle que hoy conocemos como Pasteur y a unos pasos de la Plaza de Arriba, nuestra queretana Plaza de Armas. Aprovechó las conexiones que tenía con algunos rancheros de la época y les pidió un par de carretones y algunas mulas para tirar de ellos, con el propósito de montar la representación del nacimiento.

Dicen las crónicas más antiguas que existen de este suceso, que en ese 1826 uno de los carros representaba justamente el nacimiento, con el niño, la Virgen y San José, y que el otro llevaba a los pastores aludiendo al mensaje de que deberían de adorar al Dios que acababa de nacer.

Los carretones fueron iluminados con lámparas de aceite, y las mulas tiraron de los vehículos de rústica madera apenas unos metros, por los alrededores de la plaza, con los vecinos cantando y apreciando reverencialmente el inusual espectáculo.

Tan grato fue para los queretanos de la época la idea de don José María, que éste la repitió al año siguiente, y al siguiente, al tiempo que se iban acondicionando, poco a poco, más carruajes dispuestos a albergar pasajes de ese momento trascendental para los cristianos del mundo.

Y así hasta nuestros días, hasta este 2018, cuando los llamados “Carros Bíblicos” volverán a recorrer algunas de las principales calles de nuestro Centro Histórico, en un acontecimiento insubstituible de la época decembrina. Una tradición que arropan los queretanos de siempre, y también muchos de los que hasta estas tierras han llegado para establecer su hogar.

Los carretones, con el paso del tiempo, se han convertido en plataformas sostenidas por llantas y arrastradas por tractores, y sobre ellas pueden apreciarse muy diversos pasajes de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, representados principalmente por niños que, a lo largo de semanas, preparan acuciosamente sus intervenciones corales.

La casona del señor Sotelo ya pasó, desde hace muchos años, a otras manos, la Plaza de Armas ha cambiado un tanto su fisonomía, las callejuelas queretanas son ahora de cantera, el bullicio de la noche es otro, pero aún parece conservarse ese espíritu que rodeaba a aquellos primeros carros navideños bajo el membrete de “Rosario de Navidad”.

Un año más de tradición la noche del 24 de diciembre y contando. A escasos ocho de cumplir los doscientos.