/ domingo 13 de enero de 2019

Aquí Querétaro

Cuando la virreinal ciudad de Santiago de Querétaro empezó a crecer y desbordarse de sus límites iniciales, siguiendo la costumbre de la capital del país, se establecieron lo que todos llamamos “colonias”, esos espacios habitacionales, o comerciales, que se identifican por su periodo de construcción o su estilo arquitectónico, si lo tuviesen.

Así surgen las primeras colonias queretanas, que se sumarían a los barrios tradicionales, que no eran parte propiamente del Centro Histórico de Querétaro. Barrios como San Francisquito, o El Tepetate, o San Gregorio, por sólo mencionar algunos. Y colonias nuevas como Jardines al oriente, la Niños Héroes al poniente, o la Cimatario al sur.

Vendrían después los desarrollos que pretendían brindar mayor comodidad a los queretanos de entonces, desde la exclusiva Álamos a Jardines de la Hacienda, más dirigida a la clase media. Todo ello antes de que la ciudad se desbordara y las tierras de cultivo circundantes se convirtieran en calles y casas, en más casas y más calles.

Y hay colonias que, desde siempre, han tenido su propia identidad, como Carretas, en terrenos de la ex hacienda de ese nombre y a la par del majestuoso acueducto, o la del Valle, poquito más allá del Club Campestre. Todo cuando el siglo veinte había cruzado su ecuador y la ciudad podía aún recorrerse, de punta a punta, en poquísimos minutos.

Pero, por esos vicios de la costumbre que suelen darse, muchos empezaron a llamarle Colonia Centro al Centro Histórico de Querétaro. Y la pésima costumbre no se quedó en el dicho, sino incluso ha llegado a tarjetas de presentación y documentación oficial: Colonia Centro, para denominar todo lo que era antes de lo que hoy somos; lo que fuimos inicialmente.

Pero el Centro Histórico no es, evidentemente, una colonia; no nació como las colonias tradicionales, que lo eran, precisamente, del Centro Histórico. Así que llamarle Colonia Centro al Centro Histórico representa un error que no por común es perdonable.

Luego, cuando durante la administración de Jesús Rodríguez al frente del Ayuntamiento de la capital queretana se crearon las delegaciones municipales, y se le dio el nombre de Centro Histórico a una de ellas, la confusión se agravó entre quienes insisten en que nuestro centro sea una colonia.

Porque, efectivamente, la Delegación Centro Histórico es más grande que nuestro Centro Histórico, y abarca colonias como Las Rosas, Palmas, o Los Arquitos, y barrios tradicionales, como El Cerrito, San Pablo o San Roque, al interior de sus límites territoriales.

Cuando en diciembre de 1996, la Unesco decidió inscribir en las listas de Patrimonio Mundial al Centro Histórico de Querétaro, la confusión pudo hacerse mayor para muchos, pues dicha declaratoria no abarca la totalidad del Centro Histórico, ni mucho menos la de la Delegación con ese nombre, pero sí algunos barrios tradicionales, como Santa Ana, La Cruz o San Sebastián. La irregular circunscripción adoptada para el nombramiento limita al poniente con la calle de Nicolás Campa, al sur con Zaragoza y al norte con el río, por ejemplificar el tema, pero cuenta con algunos “chipotes” que permiten proteger la Alameda Hidalgo, la estación del ferrocarril o el Cerro de las Campanas.

El caso es que, pese a todo lo que puedan confundir los términos Centro Histórico, Delegación Centro Histórico y Zona de Monumentos de la Ciudad de Querétaro, el hecho innegable es que el bello Centro Histórico queretano, ahí donde nació nuestra hoy impresionante metrópoli, no es, por ninguna circunstancia, una colonia.

Lo correcto pues, según el lugar específico donde se ubique, será decir Delegación Centro Histórico, o Centro Histórico, pero jamás, nunca, por ningún motivo, Colonia Centro Histórico. Porque, como he reiterado, la Colonia Centro Histórico, o la Colonia Centro, simplemente no existe.

Cuando la virreinal ciudad de Santiago de Querétaro empezó a crecer y desbordarse de sus límites iniciales, siguiendo la costumbre de la capital del país, se establecieron lo que todos llamamos “colonias”, esos espacios habitacionales, o comerciales, que se identifican por su periodo de construcción o su estilo arquitectónico, si lo tuviesen.

Así surgen las primeras colonias queretanas, que se sumarían a los barrios tradicionales, que no eran parte propiamente del Centro Histórico de Querétaro. Barrios como San Francisquito, o El Tepetate, o San Gregorio, por sólo mencionar algunos. Y colonias nuevas como Jardines al oriente, la Niños Héroes al poniente, o la Cimatario al sur.

Vendrían después los desarrollos que pretendían brindar mayor comodidad a los queretanos de entonces, desde la exclusiva Álamos a Jardines de la Hacienda, más dirigida a la clase media. Todo ello antes de que la ciudad se desbordara y las tierras de cultivo circundantes se convirtieran en calles y casas, en más casas y más calles.

Y hay colonias que, desde siempre, han tenido su propia identidad, como Carretas, en terrenos de la ex hacienda de ese nombre y a la par del majestuoso acueducto, o la del Valle, poquito más allá del Club Campestre. Todo cuando el siglo veinte había cruzado su ecuador y la ciudad podía aún recorrerse, de punta a punta, en poquísimos minutos.

Pero, por esos vicios de la costumbre que suelen darse, muchos empezaron a llamarle Colonia Centro al Centro Histórico de Querétaro. Y la pésima costumbre no se quedó en el dicho, sino incluso ha llegado a tarjetas de presentación y documentación oficial: Colonia Centro, para denominar todo lo que era antes de lo que hoy somos; lo que fuimos inicialmente.

Pero el Centro Histórico no es, evidentemente, una colonia; no nació como las colonias tradicionales, que lo eran, precisamente, del Centro Histórico. Así que llamarle Colonia Centro al Centro Histórico representa un error que no por común es perdonable.

Luego, cuando durante la administración de Jesús Rodríguez al frente del Ayuntamiento de la capital queretana se crearon las delegaciones municipales, y se le dio el nombre de Centro Histórico a una de ellas, la confusión se agravó entre quienes insisten en que nuestro centro sea una colonia.

Porque, efectivamente, la Delegación Centro Histórico es más grande que nuestro Centro Histórico, y abarca colonias como Las Rosas, Palmas, o Los Arquitos, y barrios tradicionales, como El Cerrito, San Pablo o San Roque, al interior de sus límites territoriales.

Cuando en diciembre de 1996, la Unesco decidió inscribir en las listas de Patrimonio Mundial al Centro Histórico de Querétaro, la confusión pudo hacerse mayor para muchos, pues dicha declaratoria no abarca la totalidad del Centro Histórico, ni mucho menos la de la Delegación con ese nombre, pero sí algunos barrios tradicionales, como Santa Ana, La Cruz o San Sebastián. La irregular circunscripción adoptada para el nombramiento limita al poniente con la calle de Nicolás Campa, al sur con Zaragoza y al norte con el río, por ejemplificar el tema, pero cuenta con algunos “chipotes” que permiten proteger la Alameda Hidalgo, la estación del ferrocarril o el Cerro de las Campanas.

El caso es que, pese a todo lo que puedan confundir los términos Centro Histórico, Delegación Centro Histórico y Zona de Monumentos de la Ciudad de Querétaro, el hecho innegable es que el bello Centro Histórico queretano, ahí donde nació nuestra hoy impresionante metrópoli, no es, por ninguna circunstancia, una colonia.

Lo correcto pues, según el lugar específico donde se ubique, será decir Delegación Centro Histórico, o Centro Histórico, pero jamás, nunca, por ningún motivo, Colonia Centro Histórico. Porque, como he reiterado, la Colonia Centro Histórico, o la Colonia Centro, simplemente no existe.