/ domingo 24 de marzo de 2019

Aquí Querétaro

En Ejército Republicano, atrás de la tradicional Plaza de las Américas, los puestos de tacos, sus mesas y sus sillas, invaden sin pudor la totalidad de la banqueta, dejando sin paso libre a los posibles transeúntes. Por eso los peatones tienen que utilizar, como acera, lo que demagógicamente han denominado ciclovía, que pintada de verde y con el piso totalmente irregular, le quita un espacio al arroyo vehicular. Huelga decir que por ahí jamás pasa una bicicleta.

En otro lado de la ciudad, en la Colonia Las Hadas, la calle asfaltada de Mar Mediterráneo da muestras fehacientes de la intención de darle prioridad a los ciclistas, pues el piso luce señalamientos que apuntan a que éstos pueden circular al centro del carril. Y tampoco se ven por ahí muchas bicicletas, a pesar de que una estación de las compartidas está instalada en la esquina con Roncopollo.

Pocos estarán en desacuerdo con privilegiar el uso de la bicicleta en contrapeso al contaminante automóvil; casi nadie se atrevería a criticar la intención de emular ejemplos de ciudades que han encontrado en el uso de la bicicleta una eficaz y loable modalidad de transporte. Pero mientras que no se ataque el fondo y se pretenda lucir la forma, mientras la infraestructura exceda a la cultura, todo se queda en simple y llana demagogia.

Los ejemplos expuestos son apenas eso: una muestra de la enorme incapacidad para llevar a buen puerto una idea, pues en el caso de las ciclovías queretanas, nuestras anteriores autoridades municipales iniciaron la carrera por la meta, pretendiendo, evidentemente sin éxito, alentar una práctica que nunca tuvo un arranque. ¿O acaso existe algún programa de capacitación, o de sensibilización, hacia el buen uso de la bicicleta? ¿Se pensó, cándidamente, que construyendo kilómetros y más kilómetros de ciclovías, los queretanos íbamos a comprar o tomar la nuestra para convertir a la ciudad en una capital del ciclismo?

O tal vez existen razones para esta lucha ciclista, sin tomar en cuenta a los ciclistas de verdad, que se mantienen en la oscuridad de las oficinas públicas y que nunca conoceremos. Quizá no fue sólo torpeza, ni todo se reduce a la persistencia trocada en necedad, ni a una estrategia populista para mentalidades progresistas, sino a otra cosa que ignoramos los ciudadanos de a pie.

El caso es que la infraestructura, inútil hasta ahora, ahí está en nuestras calles, quitándole espacio al auto, pero sin ser utilizada por esos ciclistas queretanos que no abundan. Ahí está, por infinidad de calles, en algunos lugares delimitada y en otras inutilizable, a la espera de que el tiempo acabe por hacerla pedazos.

¿Qué harán las nuevas autoridades, con ya casi medio año en funciones, con las ciclovías? Y sobre todo, ¿qué podrán hacer sin abollar su crédito en el ánimo de la ciudadanía? Tienes varios caminos:

Destruirlas, lo que originará el aplauso de unos, pero también la rechifla de otros. Mantenerlas, apelando al tiempo y el olvido, para que sean otros los que se echen la decisión a cuestas. Eliminar una parte, dejando constancia de algunas, por aquello de guardar las apariencias con las tendencias mundiales en contra del automóvil. Iniciar una espinosa tarea de formación en el uso cotidiano de la bicicleta, lo que representaría una administración entera sin demasiados logros visibles.

Mientras tanto los queretanos nos empezamos a acostumbrar a vivir con ciclovías. Ahora sólo faltan los ciclistas.



En Ejército Republicano, atrás de la tradicional Plaza de las Américas, los puestos de tacos, sus mesas y sus sillas, invaden sin pudor la totalidad de la banqueta, dejando sin paso libre a los posibles transeúntes. Por eso los peatones tienen que utilizar, como acera, lo que demagógicamente han denominado ciclovía, que pintada de verde y con el piso totalmente irregular, le quita un espacio al arroyo vehicular. Huelga decir que por ahí jamás pasa una bicicleta.

En otro lado de la ciudad, en la Colonia Las Hadas, la calle asfaltada de Mar Mediterráneo da muestras fehacientes de la intención de darle prioridad a los ciclistas, pues el piso luce señalamientos que apuntan a que éstos pueden circular al centro del carril. Y tampoco se ven por ahí muchas bicicletas, a pesar de que una estación de las compartidas está instalada en la esquina con Roncopollo.

Pocos estarán en desacuerdo con privilegiar el uso de la bicicleta en contrapeso al contaminante automóvil; casi nadie se atrevería a criticar la intención de emular ejemplos de ciudades que han encontrado en el uso de la bicicleta una eficaz y loable modalidad de transporte. Pero mientras que no se ataque el fondo y se pretenda lucir la forma, mientras la infraestructura exceda a la cultura, todo se queda en simple y llana demagogia.

Los ejemplos expuestos son apenas eso: una muestra de la enorme incapacidad para llevar a buen puerto una idea, pues en el caso de las ciclovías queretanas, nuestras anteriores autoridades municipales iniciaron la carrera por la meta, pretendiendo, evidentemente sin éxito, alentar una práctica que nunca tuvo un arranque. ¿O acaso existe algún programa de capacitación, o de sensibilización, hacia el buen uso de la bicicleta? ¿Se pensó, cándidamente, que construyendo kilómetros y más kilómetros de ciclovías, los queretanos íbamos a comprar o tomar la nuestra para convertir a la ciudad en una capital del ciclismo?

O tal vez existen razones para esta lucha ciclista, sin tomar en cuenta a los ciclistas de verdad, que se mantienen en la oscuridad de las oficinas públicas y que nunca conoceremos. Quizá no fue sólo torpeza, ni todo se reduce a la persistencia trocada en necedad, ni a una estrategia populista para mentalidades progresistas, sino a otra cosa que ignoramos los ciudadanos de a pie.

El caso es que la infraestructura, inútil hasta ahora, ahí está en nuestras calles, quitándole espacio al auto, pero sin ser utilizada por esos ciclistas queretanos que no abundan. Ahí está, por infinidad de calles, en algunos lugares delimitada y en otras inutilizable, a la espera de que el tiempo acabe por hacerla pedazos.

¿Qué harán las nuevas autoridades, con ya casi medio año en funciones, con las ciclovías? Y sobre todo, ¿qué podrán hacer sin abollar su crédito en el ánimo de la ciudadanía? Tienes varios caminos:

Destruirlas, lo que originará el aplauso de unos, pero también la rechifla de otros. Mantenerlas, apelando al tiempo y el olvido, para que sean otros los que se echen la decisión a cuestas. Eliminar una parte, dejando constancia de algunas, por aquello de guardar las apariencias con las tendencias mundiales en contra del automóvil. Iniciar una espinosa tarea de formación en el uso cotidiano de la bicicleta, lo que representaría una administración entera sin demasiados logros visibles.

Mientras tanto los queretanos nos empezamos a acostumbrar a vivir con ciclovías. Ahora sólo faltan los ciclistas.