/ domingo 28 de abril de 2019

Aquí Querétaro

Gerardo Esquivel formaba parte de un grupo de artistas que constituyeron un parteaguas en el mundo cultural de Querétaro, allá en la segunda mitad del siglo veinte. Junto con otros artistas, constituyó aquel mítico grupo que, desde la Casa de la Cultura, transformó la visión del arte y confrontó a una sociedad ajena a ese tipo de manifestaciones.

Y no sólo a la tradicional sociedad queretana, sino a los creadores artísticos mexicanos de renombre, a quienes estos artistas locales les plantaron cara y argumentos teóricos y prácticos sobre el trabajo creador.

Pese a que, muchas veces, el trabajo de Gerardo Esquivel se comparaba con el de Julio Castillo, y a la inversa, esta pareja de artistas, unidos por sus ambiciones profesionales y siempre dispuestos también a la pelea, tenían su propio estilo y forma de afrontar los pinceles; caminaban juntos en muchas ocasiones, pero también pudieron hacerlo, brillantemente, de manera personal.

Gerardo, proveniente de una amplia y tradicional familia queretana, encontró en el arte, y especialmente en la pintura, una forma propia de comunicación y un aliciente de vida. De la Casa de la Cultura, de la convivencia con aquellos compañeros y maestros que le marcaron la existencia, tuvo la oportunidad de andar por el mundo, y resultó especialmente aleccionador para él aquel viaje por Europa, abrevando de otros y de sí mismo.

Temperamental y de crítica presta, Esquivel tuvo muchos problemas a lo largo de su vida, tanto con artistas consolidados, como con artistas locales; con su Alma Mater, de la que fue expulsado de la Facultad de Psicología, y con las autoridades gubernamentales encargadas de la promoción cultural. Tuvo también, como todo artista valioso, los variados incondicionales que, conocedores de su talento, lo impulsaron, aquí y allá, en tiempos poco propicios económicamente hablando.

Recuerdo especialmente, por haberme tocado cerca la anécdota, el rostro de Joan Manuel Serrat cuando, en el camerino de uno de sus conciertos queretanos, espetó aquel “cojonudo”, admirando la obra que Esquivel le había llevado. Como el catalán, muchos otros quedaron fascinados con su dibujo, con sus colores tan especiales y con esa concepción barroca de su trabajo, abrevada acaso desde la niñez.

La salud empezó, desde hace años, a complicarle la existencia, al grado de requerir de un trasplante, que finalmente logró hacerse hace más de un año, y luego del cual pudo hacer realidad algunos proyectos interesantes, entre los que destaca una escultura para la U.A.Q. y una exposición individual de su basta obra en las instalaciones del Museo de la Ciudad.

Dos de sus amigos más queridos, y compañeros de batallas artísticas, le habían precedido en la muerte. Primero Julio Castillo, quien falleció tras larga enfermedad, y luego Julio César Cervantes, “El Diablo”, con quien realizaría inolvidables producciones serigráficas y quien moriría intempestivamente hace poco.

El corazón de Gerardo Esquivel Estrada no resistió la última recaída de salud, y este viernes, muy de mañana, falleció en el Hospital General. Con él se va toda una generación que significó un parteaguas en la concepción de la creación artística en este Querétaro nuestro.

Gerardo Esquivel formaba parte de un grupo de artistas que constituyeron un parteaguas en el mundo cultural de Querétaro, allá en la segunda mitad del siglo veinte. Junto con otros artistas, constituyó aquel mítico grupo que, desde la Casa de la Cultura, transformó la visión del arte y confrontó a una sociedad ajena a ese tipo de manifestaciones.

Y no sólo a la tradicional sociedad queretana, sino a los creadores artísticos mexicanos de renombre, a quienes estos artistas locales les plantaron cara y argumentos teóricos y prácticos sobre el trabajo creador.

Pese a que, muchas veces, el trabajo de Gerardo Esquivel se comparaba con el de Julio Castillo, y a la inversa, esta pareja de artistas, unidos por sus ambiciones profesionales y siempre dispuestos también a la pelea, tenían su propio estilo y forma de afrontar los pinceles; caminaban juntos en muchas ocasiones, pero también pudieron hacerlo, brillantemente, de manera personal.

Gerardo, proveniente de una amplia y tradicional familia queretana, encontró en el arte, y especialmente en la pintura, una forma propia de comunicación y un aliciente de vida. De la Casa de la Cultura, de la convivencia con aquellos compañeros y maestros que le marcaron la existencia, tuvo la oportunidad de andar por el mundo, y resultó especialmente aleccionador para él aquel viaje por Europa, abrevando de otros y de sí mismo.

Temperamental y de crítica presta, Esquivel tuvo muchos problemas a lo largo de su vida, tanto con artistas consolidados, como con artistas locales; con su Alma Mater, de la que fue expulsado de la Facultad de Psicología, y con las autoridades gubernamentales encargadas de la promoción cultural. Tuvo también, como todo artista valioso, los variados incondicionales que, conocedores de su talento, lo impulsaron, aquí y allá, en tiempos poco propicios económicamente hablando.

Recuerdo especialmente, por haberme tocado cerca la anécdota, el rostro de Joan Manuel Serrat cuando, en el camerino de uno de sus conciertos queretanos, espetó aquel “cojonudo”, admirando la obra que Esquivel le había llevado. Como el catalán, muchos otros quedaron fascinados con su dibujo, con sus colores tan especiales y con esa concepción barroca de su trabajo, abrevada acaso desde la niñez.

La salud empezó, desde hace años, a complicarle la existencia, al grado de requerir de un trasplante, que finalmente logró hacerse hace más de un año, y luego del cual pudo hacer realidad algunos proyectos interesantes, entre los que destaca una escultura para la U.A.Q. y una exposición individual de su basta obra en las instalaciones del Museo de la Ciudad.

Dos de sus amigos más queridos, y compañeros de batallas artísticas, le habían precedido en la muerte. Primero Julio Castillo, quien falleció tras larga enfermedad, y luego Julio César Cervantes, “El Diablo”, con quien realizaría inolvidables producciones serigráficas y quien moriría intempestivamente hace poco.

El corazón de Gerardo Esquivel Estrada no resistió la última recaída de salud, y este viernes, muy de mañana, falleció en el Hospital General. Con él se va toda una generación que significó un parteaguas en la concepción de la creación artística en este Querétaro nuestro.