/ domingo 7 de julio de 2019

Aquí Querétaro

“La Mariposa” era el centro neurálgico de aquel Querétaro de entonces. En su interior, y también en sus exteriores, se movía la juventud toda de una ciudad que tenía en esa legendaria cafetería un punto de referencia, de unión y de pertenencia.

En la esquina de Juárez y 16 de Septiembre, justo frente al llamado Jardín Obregón y a un costado de lo que, tiempo atrás, fue el Cine Goya, destruido para dar paso a una nueva calle, se ubicaba “La Mariposa”, que por entonces llamaban “la nueva” para diferenciarla de la otra, la inicial, que se localizaba a escasos metros de distancia. Se trataba de un espacio cuyo mobiliario se conserva aún hoy, en otra localización, y donde trabajaba un longevo personal por el que el tiempo pareció nunca pasar.

“La Mariposa” congregaba, allá por los setentas, a los queretanos jóvenes que encontraban en ella casi la única posibilidad de diversión en una ciudad agobiada por la tranquilidad y por algo de aburrimiento, donde a las nueve de la noche soltaban al famoso león que recorría sus calles desiertas. Era justo esa hora, las nueve de la noche, cuando los muchos parroquianos del establecimiento se esfumaban como humo.

Adentro, las mesas estaban siempre ocupadas, sobre todo por la tarde y la naciente noche, y bien servidas de preparados o cafés; afuera, todavía más gente se acomodaba en la acera para platicar, y sobre todo, para ver pasar a aquella, o a aquel, que levantaba sus suspiros no tan secretos. Los domingos, la céntrica esquina estaba repleta de gente y los coches, en tiempos en que el consumo de gasolina parecía no ser tan oneroso, pasaban una y otra vez, dando vueltas por las calles circundantes al jardín.

“La Mariposa” pues, era más, mucho más, que una cafetería, a la que, por algún tiempo, le hizo algo de sombra un nuevo establecimiento, ubicado en una terraza en la calle 16 de Septiembre, con el nombre de “La Calabaza”, y mucho antes de que otro lugar, con espejos en el techo y fuera del Centro Histórico (o lo que entonces era el Centro Histórico), “Tirreno”, se convirtiera también en un favorito de los jóvenes queretanos.

Se trataba de un referente citadino, de un punto clave en la vida de muchos, de un escenario de encuentros amistosos o amorosos, que le daban vida a una ciudad que se movía a un ritmo lento y encontraba en él un motivo de expectación y esparcimiento. Y fue hasta noticia, cuando las noticias eran muchas menos, al estrellarse un coche en una de sus ventanas, arremetiendo contra los parroquianos de la mesa más próxima a ella.

Por todo eso, cuando “La Mariposa Nueva” murió, ahogada por los apremios comerciales de una ciudad en crecimiento, el famoso “Chaz” la despidió, desde su entrada, con un pañuelo blanco agitando al viento y una lágrima en el rostro. Por eso aún hoy, a tantos años vividos, toda una generación de queretanos sigue mirándola ahí, en la esquina de Juárez y 16 de Septiembre, a pesar de la tienda de ropa que la substituyó, con sus preparados de fresa, sus cafés, sus multitudes domingueras, sus mesas y sus meseras de siempre.

“La Mariposa” era el centro neurálgico de aquel Querétaro de entonces. En su interior, y también en sus exteriores, se movía la juventud toda de una ciudad que tenía en esa legendaria cafetería un punto de referencia, de unión y de pertenencia.

En la esquina de Juárez y 16 de Septiembre, justo frente al llamado Jardín Obregón y a un costado de lo que, tiempo atrás, fue el Cine Goya, destruido para dar paso a una nueva calle, se ubicaba “La Mariposa”, que por entonces llamaban “la nueva” para diferenciarla de la otra, la inicial, que se localizaba a escasos metros de distancia. Se trataba de un espacio cuyo mobiliario se conserva aún hoy, en otra localización, y donde trabajaba un longevo personal por el que el tiempo pareció nunca pasar.

“La Mariposa” congregaba, allá por los setentas, a los queretanos jóvenes que encontraban en ella casi la única posibilidad de diversión en una ciudad agobiada por la tranquilidad y por algo de aburrimiento, donde a las nueve de la noche soltaban al famoso león que recorría sus calles desiertas. Era justo esa hora, las nueve de la noche, cuando los muchos parroquianos del establecimiento se esfumaban como humo.

Adentro, las mesas estaban siempre ocupadas, sobre todo por la tarde y la naciente noche, y bien servidas de preparados o cafés; afuera, todavía más gente se acomodaba en la acera para platicar, y sobre todo, para ver pasar a aquella, o a aquel, que levantaba sus suspiros no tan secretos. Los domingos, la céntrica esquina estaba repleta de gente y los coches, en tiempos en que el consumo de gasolina parecía no ser tan oneroso, pasaban una y otra vez, dando vueltas por las calles circundantes al jardín.

“La Mariposa” pues, era más, mucho más, que una cafetería, a la que, por algún tiempo, le hizo algo de sombra un nuevo establecimiento, ubicado en una terraza en la calle 16 de Septiembre, con el nombre de “La Calabaza”, y mucho antes de que otro lugar, con espejos en el techo y fuera del Centro Histórico (o lo que entonces era el Centro Histórico), “Tirreno”, se convirtiera también en un favorito de los jóvenes queretanos.

Se trataba de un referente citadino, de un punto clave en la vida de muchos, de un escenario de encuentros amistosos o amorosos, que le daban vida a una ciudad que se movía a un ritmo lento y encontraba en él un motivo de expectación y esparcimiento. Y fue hasta noticia, cuando las noticias eran muchas menos, al estrellarse un coche en una de sus ventanas, arremetiendo contra los parroquianos de la mesa más próxima a ella.

Por todo eso, cuando “La Mariposa Nueva” murió, ahogada por los apremios comerciales de una ciudad en crecimiento, el famoso “Chaz” la despidió, desde su entrada, con un pañuelo blanco agitando al viento y una lágrima en el rostro. Por eso aún hoy, a tantos años vividos, toda una generación de queretanos sigue mirándola ahí, en la esquina de Juárez y 16 de Septiembre, a pesar de la tienda de ropa que la substituyó, con sus preparados de fresa, sus cafés, sus multitudes domingueras, sus mesas y sus meseras de siempre.