/ domingo 15 de diciembre de 2019

Aquí Querétaro

Lo primero que llama la atención es su inmenso poder de convocatoria, pese a los años transcurridos y la mengua del público de su generación. Un poder que logra llenar lo mismo el Auditorio Nacional de la capital mexicana, que la Movistar Arena Buenos Aires, en Argentina, o nuestro queretano auditorio “Josefa Ortiz de Domínguez”.

Por sí mismos, en solitario, quizá también lo harían, pero decidieron emprender una nueva aventura, la tercera, con el sugestivo título de “No hay dos sin tres”, para recorrer con ella esa América Latina que les es tan fiel a cada uno de ellos.

El catalán Joan Manuel Serrat, el de “Mediterráneo”, y el llamado “genio de Úbeda”, Joaquín Sabina, el de “19 Días y 500 Noches”, llegaron hasta México para rematar su gira americana, llenando espacios en la capital, en Guadalajara, en Monterrey, y finalmente, en Querétaro. Siempre con llenos, siempre con un público apasionado cantando sus canciones, siempre con la emotividad a flor de piel.

En esta tercera edición de su encuentro artístico se dan tiempo, además de cantar, para reflexionar sobre los terribles tiempos que corren, para burlarse de sus propias edades, y para endulzar sus conciertos con un punzante sentido del humor. Uno, Serrat, con la voz disminuida a sus setenta y cinco, y el otro, Sabina, con la salud deteriorada, acaso por la experiencia de una vida colmada de pasiones. Ello, sin embargo, sin menoscabo de su trayectoria y de la capacidad que ambos tienen de llenar, con su presencia y su talento, los escenarios.

Parecen tan distintos, y sin embargo, se complementan a la perfección. A Serrat le gustan las carreras de motos y jugar al golf; a Sabina los toros y las tertulias nocturnas en los bares -siempre será, de preferencia, “El Tenampa” de Garibaldi, cuando pernocta en la capital azteca-. Tan diferentes, y tan iguales como artistas de culto, inolvidables y eternos.

Ambos, Serrat y Sabina, tiene un afecto especial por Querétaro, donde concluyeron su gira mexicana. Aquí, en esta tierra, tienen amigos y se sienten, un poco, como en casa. Lo que dio origen a esta cercanía tiene que ver con su representante desde hace muchos años: José Emilio Navarro, a quien los más cercanos llaman cariñosamente “Berry”.

“Berry” está casado con una queretana: Patricia Ledesma, quien hace algunos ayeres fuese Miss Querétaro y con amplia familia en esta ciudad. Incluso un hijo de ambos vive desde hace mucho tiempo aquí y es alto funcionario de una empresa dedicada a administrar casinos. Tal es la cercanía de Navarro, y lógicamente de Patricia, con Querétaro, que tienen aquí una casa, en el Club Campestre, y pasan largas temporadas entre nosotros, aprovechando el clima más benigno de estas tierras, tan diferente al de Madrid.

Navarro tiene una edad intermedia entre Serrat y Sabina, fue guitarrista del Dúo Dinámico, y encontró en la difícil profesión de mánager su forma de vida. Es duro, muy duro, para los negocios; defiende a sus poderdantes con decisión y sabe no solo llevar sus carreras por separado, sino también, como ha sido el caso de esta gira, emprender empresas que, en un principio, parecían imposibles.

Serrat y Sabina estuvieron de nueva cuenta en Querétaro. Fue, seguramente, un dulce final para una gira más juntos, que nadie sabe si volverá a repetirse.

Lo primero que llama la atención es su inmenso poder de convocatoria, pese a los años transcurridos y la mengua del público de su generación. Un poder que logra llenar lo mismo el Auditorio Nacional de la capital mexicana, que la Movistar Arena Buenos Aires, en Argentina, o nuestro queretano auditorio “Josefa Ortiz de Domínguez”.

Por sí mismos, en solitario, quizá también lo harían, pero decidieron emprender una nueva aventura, la tercera, con el sugestivo título de “No hay dos sin tres”, para recorrer con ella esa América Latina que les es tan fiel a cada uno de ellos.

El catalán Joan Manuel Serrat, el de “Mediterráneo”, y el llamado “genio de Úbeda”, Joaquín Sabina, el de “19 Días y 500 Noches”, llegaron hasta México para rematar su gira americana, llenando espacios en la capital, en Guadalajara, en Monterrey, y finalmente, en Querétaro. Siempre con llenos, siempre con un público apasionado cantando sus canciones, siempre con la emotividad a flor de piel.

En esta tercera edición de su encuentro artístico se dan tiempo, además de cantar, para reflexionar sobre los terribles tiempos que corren, para burlarse de sus propias edades, y para endulzar sus conciertos con un punzante sentido del humor. Uno, Serrat, con la voz disminuida a sus setenta y cinco, y el otro, Sabina, con la salud deteriorada, acaso por la experiencia de una vida colmada de pasiones. Ello, sin embargo, sin menoscabo de su trayectoria y de la capacidad que ambos tienen de llenar, con su presencia y su talento, los escenarios.

Parecen tan distintos, y sin embargo, se complementan a la perfección. A Serrat le gustan las carreras de motos y jugar al golf; a Sabina los toros y las tertulias nocturnas en los bares -siempre será, de preferencia, “El Tenampa” de Garibaldi, cuando pernocta en la capital azteca-. Tan diferentes, y tan iguales como artistas de culto, inolvidables y eternos.

Ambos, Serrat y Sabina, tiene un afecto especial por Querétaro, donde concluyeron su gira mexicana. Aquí, en esta tierra, tienen amigos y se sienten, un poco, como en casa. Lo que dio origen a esta cercanía tiene que ver con su representante desde hace muchos años: José Emilio Navarro, a quien los más cercanos llaman cariñosamente “Berry”.

“Berry” está casado con una queretana: Patricia Ledesma, quien hace algunos ayeres fuese Miss Querétaro y con amplia familia en esta ciudad. Incluso un hijo de ambos vive desde hace mucho tiempo aquí y es alto funcionario de una empresa dedicada a administrar casinos. Tal es la cercanía de Navarro, y lógicamente de Patricia, con Querétaro, que tienen aquí una casa, en el Club Campestre, y pasan largas temporadas entre nosotros, aprovechando el clima más benigno de estas tierras, tan diferente al de Madrid.

Navarro tiene una edad intermedia entre Serrat y Sabina, fue guitarrista del Dúo Dinámico, y encontró en la difícil profesión de mánager su forma de vida. Es duro, muy duro, para los negocios; defiende a sus poderdantes con decisión y sabe no solo llevar sus carreras por separado, sino también, como ha sido el caso de esta gira, emprender empresas que, en un principio, parecían imposibles.

Serrat y Sabina estuvieron de nueva cuenta en Querétaro. Fue, seguramente, un dulce final para una gira más juntos, que nadie sabe si volverá a repetirse.