/ domingo 15 de noviembre de 2020

Aquí Querétaro

Emblemático monumento, que le daba identidad a toda una zona de la ciudad, y que, además, es de muy buena factura, el de "los toritos" dejó su espacio habitual, hace ya varios años, para que en su lugar se instalara una estatua, de muy menor calidad, de don Andrés Balvanera. Para el cambio, se dijo en su momento, se contaba con el aval de los vecinos, pero, en realidad, representó un ejemplo más, de los muchos que hay por ahí, de las ocurrencias gubernamentales que no responden mas que a un flechazo de iluminación del, muy a menudo errático, poder.

De nada sirvieron los argumentos que algunos hicimos entonces desde la poca conveniencia, la nula sensibilidad, que representaba ese cambio para la ciudad, y en el proceso de realización del trueque de esculturas se dieron detalles tan aberrantes como el de colocar a "los toritos" en una plaza de toros Santa María convertida en bodega, con la ignorante creencia de que podrían aparecer cualquier mañana por esos rumbos taurinos, sin percatarse de que las representadas en bronce no son reses de lidia.

Y es que pocas, muy pocas, esculturas como la de "los toritos" daban tanta identidad. Era muy común entre los queretanos aquella forma de ubicación a la zona limítrofe con la Colonia Burócrata, allá en el entonces extremo sur de la Avenida Corregidora, que señalaba, sin un ápice de confusión, aquello de "por los toritos".

El monumento había sido donado, décadas atrás, por la familia Ísita a la ciudad, e instalado por aquellos rumbos del sur citadino por la cercanía entonces de las instalaciones expresamente construidas para albergar a la exposición ganadera anual, y a la feria tradicional de diciembre.

Representaban lo que los "indios verdes", en la salida de la Ciudad de México hacia Pachuca, o el famoso reloj de Bucareli en la llamada "ciudad de los palacios"; lo que el "Caballito" de Sebastián a Reforma, allá mismo, o la Minerva en Guadalajara. Claro está, toda proporción guardada.

Hoy "los toritos" pueden verse en la salida a Huimilpan, allá donde Pasteur empieza a perder su nombre, y la figura de don Andrés Balvanera, ejemplo de trayectoria magisterial, apenas se descubre en la glorieta de Corregidora, antigua casa del conjunto donado por los Ísita. Y, a estas alturas, yo sigo diciendo "por los toritos". No sé si alguien ose decir "allá, por el monumento a Balvanera". A diferencia de la primera opción, con esta última, muy pocos atinarán a ubicar la zona de la que hablamos.

Emblemático monumento, que le daba identidad a toda una zona de la ciudad, y que, además, es de muy buena factura, el de "los toritos" dejó su espacio habitual, hace ya varios años, para que en su lugar se instalara una estatua, de muy menor calidad, de don Andrés Balvanera. Para el cambio, se dijo en su momento, se contaba con el aval de los vecinos, pero, en realidad, representó un ejemplo más, de los muchos que hay por ahí, de las ocurrencias gubernamentales que no responden mas que a un flechazo de iluminación del, muy a menudo errático, poder.

De nada sirvieron los argumentos que algunos hicimos entonces desde la poca conveniencia, la nula sensibilidad, que representaba ese cambio para la ciudad, y en el proceso de realización del trueque de esculturas se dieron detalles tan aberrantes como el de colocar a "los toritos" en una plaza de toros Santa María convertida en bodega, con la ignorante creencia de que podrían aparecer cualquier mañana por esos rumbos taurinos, sin percatarse de que las representadas en bronce no son reses de lidia.

Y es que pocas, muy pocas, esculturas como la de "los toritos" daban tanta identidad. Era muy común entre los queretanos aquella forma de ubicación a la zona limítrofe con la Colonia Burócrata, allá en el entonces extremo sur de la Avenida Corregidora, que señalaba, sin un ápice de confusión, aquello de "por los toritos".

El monumento había sido donado, décadas atrás, por la familia Ísita a la ciudad, e instalado por aquellos rumbos del sur citadino por la cercanía entonces de las instalaciones expresamente construidas para albergar a la exposición ganadera anual, y a la feria tradicional de diciembre.

Representaban lo que los "indios verdes", en la salida de la Ciudad de México hacia Pachuca, o el famoso reloj de Bucareli en la llamada "ciudad de los palacios"; lo que el "Caballito" de Sebastián a Reforma, allá mismo, o la Minerva en Guadalajara. Claro está, toda proporción guardada.

Hoy "los toritos" pueden verse en la salida a Huimilpan, allá donde Pasteur empieza a perder su nombre, y la figura de don Andrés Balvanera, ejemplo de trayectoria magisterial, apenas se descubre en la glorieta de Corregidora, antigua casa del conjunto donado por los Ísita. Y, a estas alturas, yo sigo diciendo "por los toritos". No sé si alguien ose decir "allá, por el monumento a Balvanera". A diferencia de la primera opción, con esta última, muy pocos atinarán a ubicar la zona de la que hablamos.