/ domingo 27 de diciembre de 2020

Aquí Querétaro

Si algo caracterizaba a aquellos recorridos de los carros bíblicos en el siglo diecinueve, eran su larga duración, y sobre todo, la enorme cantidad de gente, venida de otro sitios para disfrutar los festejos navideños de Querétaro, al grado que los hoteles y casas de huéspedes se saturaban, y muchos visitantes tenía que pasar el resto de la noche en portales y banquetas citadinos.

A las nueve de la noche del 24 de diciembre solían salir los famosos carros del céntrico Jardín Zenea, recorriendo primero la Calle Real, hoy Madero y antes 5 de Mayo, hasta Nicolás Campa, luego Hidalgo, adentrarse en la zona de La Cruz y bajar de nueva cuenta al Zenea. Un recorrido no demasiado largo que tomaba horas en realizarse. Algunos años todo terminó a eso de las cuatro de la mañana del día 25, aunque no era difícil que esto sucediera a la una o dos de la mañana.

En alguna oportunidad, el éxito de los carros fue tal, que se decidió volver a sacarlos la noche del primero de enero, aunque ahora el recorrido fue de norte a sur, y no el tradicional de oriente a poniente. Aseguran las crónicas de la época, que los carros recorrían unas tres decenas de calles citadinas.

Entre tanto, esas mismas calles se llenaban de grupos musicales que interpretaban canciones acordes a la época y daban un tono festivo a la noche, antes de que al día siguiente se escenificara la tradicional serenata musical desde el kiosco del Jardín Zenea, para regocijo de propios y extraños.

No eran los carros bíblicos, sin embargo, la única atracción para los muchos turistas que hasta nuestra ciudad llegaban en esas fechas de diciembre; lo eran también la Cabalgata, las tertulias en el Teatro Iturbide, las posadas públicas, los espectáculos circenses, los coleaderos, los fuegos artificiales, las peleas de gallos, el casino, y hasta los festejos taurinos, casi siempre protagonizados por aficionados, en una programación de diversas actividades desde el 16 de diciembre y hasta el primero de enero.

También se realizaba la instalación de un árbol navideño, que se llenaba de regalos y se colocaba en la Alameda Hidalgo. Hasta ahí llegaba el gobernador González de Cosío para entregar los regalos a los niños pobres a la más pura esencia de la época, donde la organización de los eventos corrió a cargo, en algún momento, de la Cámara de Comercio, y luego de la llamada Junta de Navidad, el antecedente del actual Patronato de las Fiestas del Estado de Querétaro.

Este año pasará a la historia porque la pandemia nos impedirá gozar a plenitud de las tradiciones decembrinas queretanas, pero lo vivido a lo largo de tantos años ahí permanece para realce de una ciudad que en época navideña se trasforma y se viste de gala.

Si algo caracterizaba a aquellos recorridos de los carros bíblicos en el siglo diecinueve, eran su larga duración, y sobre todo, la enorme cantidad de gente, venida de otro sitios para disfrutar los festejos navideños de Querétaro, al grado que los hoteles y casas de huéspedes se saturaban, y muchos visitantes tenía que pasar el resto de la noche en portales y banquetas citadinos.

A las nueve de la noche del 24 de diciembre solían salir los famosos carros del céntrico Jardín Zenea, recorriendo primero la Calle Real, hoy Madero y antes 5 de Mayo, hasta Nicolás Campa, luego Hidalgo, adentrarse en la zona de La Cruz y bajar de nueva cuenta al Zenea. Un recorrido no demasiado largo que tomaba horas en realizarse. Algunos años todo terminó a eso de las cuatro de la mañana del día 25, aunque no era difícil que esto sucediera a la una o dos de la mañana.

En alguna oportunidad, el éxito de los carros fue tal, que se decidió volver a sacarlos la noche del primero de enero, aunque ahora el recorrido fue de norte a sur, y no el tradicional de oriente a poniente. Aseguran las crónicas de la época, que los carros recorrían unas tres decenas de calles citadinas.

Entre tanto, esas mismas calles se llenaban de grupos musicales que interpretaban canciones acordes a la época y daban un tono festivo a la noche, antes de que al día siguiente se escenificara la tradicional serenata musical desde el kiosco del Jardín Zenea, para regocijo de propios y extraños.

No eran los carros bíblicos, sin embargo, la única atracción para los muchos turistas que hasta nuestra ciudad llegaban en esas fechas de diciembre; lo eran también la Cabalgata, las tertulias en el Teatro Iturbide, las posadas públicas, los espectáculos circenses, los coleaderos, los fuegos artificiales, las peleas de gallos, el casino, y hasta los festejos taurinos, casi siempre protagonizados por aficionados, en una programación de diversas actividades desde el 16 de diciembre y hasta el primero de enero.

También se realizaba la instalación de un árbol navideño, que se llenaba de regalos y se colocaba en la Alameda Hidalgo. Hasta ahí llegaba el gobernador González de Cosío para entregar los regalos a los niños pobres a la más pura esencia de la época, donde la organización de los eventos corrió a cargo, en algún momento, de la Cámara de Comercio, y luego de la llamada Junta de Navidad, el antecedente del actual Patronato de las Fiestas del Estado de Querétaro.

Este año pasará a la historia porque la pandemia nos impedirá gozar a plenitud de las tradiciones decembrinas queretanas, pero lo vivido a lo largo de tantos años ahí permanece para realce de una ciudad que en época navideña se trasforma y se viste de gala.