/ domingo 14 de febrero de 2021

Aquí Querétaro

Con los antecedentes de la reciente eliminación del logo y mote de los ex Pieles Rojas de Washington, y la cada vez más acusada costumbre de insistir en alargar las oraciones especificando lo de “queretanos y queretanas”, o “los y las” lo que sea, no nos cayó tan de peso la nueva disposición legal.

Tras ochenta y siete años de trayectoria con esa imagen, el equipo de la N.F.L. se llamará ahora tan sólo Washington y ya no aparecerá aquella imagen de un emplumado originario de la región norteamericana, porque se considera discriminatorio. Por estos lares, mientras tanto, los políticos ya no pueden quedarse con el “todos” y necesariamente tienen que emplear el “todes”, o lo que es más redundante, “todos y todas”. Así que lo que ha venido después no asombra a nadie.

Una nueva disposición en la Ley de Etiquetados Nutricionales no se ha conformado con la inclusión, desde hace meses, de sendas leyendas en negro que anuncian que los productos en cuestión tienen un excedente de grasas, azúcares, sodio o calorías, sino que ahora obliga, a partir del próximo primero de abril, a desaparecer de los envases cualquier personaje que motive a la compra del producto.

Así, estarán prohibidos personajes infantiles, dibujos animados, celebridades, deportistas, mascotas o juguetes, lo que motivará la desaparición, entre otros, del osito Bimbo, de Chester el de Cheetos, del niño de Duvalín, del gato de Bubbaloo, de Melvin, del pingüino de los Pingüinos, del tigre Toño de las Zucaritas, y hasta del regalo sorpresa al interior de los huevos Kínder.

Todo ello porque las autoridades mexicanas han decidido emprender una guerra sin cuartel a la llamada comida chatarra, fincándose en los duros datos de que en nuestro país el 14.8 % de los niños y jóvenes, entre los 5 y los 18 años, padecen obesidad, y que de ahí para arriba el porcentaje aumenta casi al 29 %.

De alguna manera, nuestra nueva ley está inspirada en disposiciones chilenas, impuestas desde hace dos años en aquel país de Sudamérica. Aunque en estos veinticuatro meses no ha habido allá una disminución de la obesidad entre su población, aseguran que estas medidas pretenden tener resultados a largo plazo, cuando las nuevas generaciones crezcan sin personajes infantiles en sus empaques de alimentos chatarras y no tan chatarras.

No sé a usted, pero a mí se me acaba un mundo. Aquel de Memín Pingüín, de Pancho Pantera, de un tierno gansito pidiéndome aquello de “recuérdame”, del gallo de Kellogg dispuesto a hacernos despertar por la mañana, y hasta del payaso de las paletas payaso. Se me extingue ese mundo en el que era propio (de hecho aún lo es, a pesar de todo) decir “queretanos” para abarcar a todos, sin que alguien considerara que debías especificar lo de “queretanas” y lo de “todes”, para ser incluyente.

Y es que, como toda mi generación, yo seguiré pensando en el gansito de los gansitos, en el tigre Toño de las Zucaritas y en el Pancho Pantera del Choco Milk; como mi generación, seguiré ahorrándome innecesarios pleonasmos en aras de una igualdad que debe demostrarse en otro lugar que no es, precisamente, el rico idioma que hablamos y escribimos. Y de vez en vez, ¿por qué no?, me comeré un gansito en el que no se descubra un gansito en su empaque.

ACOTACIÓN AL MARGEN

A partir de mañana volvemos al llamado “Escenario B”, en el cual los horarios se amplían y vuelven a operar lugares tan sacrificados como los teatros. Se dice que ello obedece a que los casos de infección de Covid han venido a la baja, pero esta terrible pesadilla no terminará mientras sigan existiendo personas que no crean importante usar una mascarilla, o que piensen que con una vacuna nos van a meter un chip para dominarnos. Como siempre, como en cualquier otro rubro, la educación es la base de todo, y por desgracia, parece escasear en todos los niveles socioeconómicos.

Con los antecedentes de la reciente eliminación del logo y mote de los ex Pieles Rojas de Washington, y la cada vez más acusada costumbre de insistir en alargar las oraciones especificando lo de “queretanos y queretanas”, o “los y las” lo que sea, no nos cayó tan de peso la nueva disposición legal.

Tras ochenta y siete años de trayectoria con esa imagen, el equipo de la N.F.L. se llamará ahora tan sólo Washington y ya no aparecerá aquella imagen de un emplumado originario de la región norteamericana, porque se considera discriminatorio. Por estos lares, mientras tanto, los políticos ya no pueden quedarse con el “todos” y necesariamente tienen que emplear el “todes”, o lo que es más redundante, “todos y todas”. Así que lo que ha venido después no asombra a nadie.

Una nueva disposición en la Ley de Etiquetados Nutricionales no se ha conformado con la inclusión, desde hace meses, de sendas leyendas en negro que anuncian que los productos en cuestión tienen un excedente de grasas, azúcares, sodio o calorías, sino que ahora obliga, a partir del próximo primero de abril, a desaparecer de los envases cualquier personaje que motive a la compra del producto.

Así, estarán prohibidos personajes infantiles, dibujos animados, celebridades, deportistas, mascotas o juguetes, lo que motivará la desaparición, entre otros, del osito Bimbo, de Chester el de Cheetos, del niño de Duvalín, del gato de Bubbaloo, de Melvin, del pingüino de los Pingüinos, del tigre Toño de las Zucaritas, y hasta del regalo sorpresa al interior de los huevos Kínder.

Todo ello porque las autoridades mexicanas han decidido emprender una guerra sin cuartel a la llamada comida chatarra, fincándose en los duros datos de que en nuestro país el 14.8 % de los niños y jóvenes, entre los 5 y los 18 años, padecen obesidad, y que de ahí para arriba el porcentaje aumenta casi al 29 %.

De alguna manera, nuestra nueva ley está inspirada en disposiciones chilenas, impuestas desde hace dos años en aquel país de Sudamérica. Aunque en estos veinticuatro meses no ha habido allá una disminución de la obesidad entre su población, aseguran que estas medidas pretenden tener resultados a largo plazo, cuando las nuevas generaciones crezcan sin personajes infantiles en sus empaques de alimentos chatarras y no tan chatarras.

No sé a usted, pero a mí se me acaba un mundo. Aquel de Memín Pingüín, de Pancho Pantera, de un tierno gansito pidiéndome aquello de “recuérdame”, del gallo de Kellogg dispuesto a hacernos despertar por la mañana, y hasta del payaso de las paletas payaso. Se me extingue ese mundo en el que era propio (de hecho aún lo es, a pesar de todo) decir “queretanos” para abarcar a todos, sin que alguien considerara que debías especificar lo de “queretanas” y lo de “todes”, para ser incluyente.

Y es que, como toda mi generación, yo seguiré pensando en el gansito de los gansitos, en el tigre Toño de las Zucaritas y en el Pancho Pantera del Choco Milk; como mi generación, seguiré ahorrándome innecesarios pleonasmos en aras de una igualdad que debe demostrarse en otro lugar que no es, precisamente, el rico idioma que hablamos y escribimos. Y de vez en vez, ¿por qué no?, me comeré un gansito en el que no se descubra un gansito en su empaque.

ACOTACIÓN AL MARGEN

A partir de mañana volvemos al llamado “Escenario B”, en el cual los horarios se amplían y vuelven a operar lugares tan sacrificados como los teatros. Se dice que ello obedece a que los casos de infección de Covid han venido a la baja, pero esta terrible pesadilla no terminará mientras sigan existiendo personas que no crean importante usar una mascarilla, o que piensen que con una vacuna nos van a meter un chip para dominarnos. Como siempre, como en cualquier otro rubro, la educación es la base de todo, y por desgracia, parece escasear en todos los niveles socioeconómicos.