/ domingo 23 de mayo de 2021

Aquí Querétaro

La enorme mayoría de aquellos establecimientos, fundados en nuestra ciudad durante los prometedores inicios del siglo veinte, necesariamente se han extinguido, consumidos por el paso del tiempo y la llegada de muchos otros satisfactores comerciales.

Tal es el caso, por ejemplo, de aquella tienda de don Manuel Familiar, que en la esquina de lo que hoy son las calles de Madero y Allende se convirtió en todo un atractivo en 1912, ofreciendo a su selecta clientela los mismo relojes que zapatos. “La Esmeralda” se llamó el establecimiento ya desaparecido.

Antes, cuando el siglo era muy joven, se instaló en nuestra ciudad, concretamente en 1904, la Ferretería Alemana, cuya matriz estaba en la vecina ciudad de Celaya y cuyas características distaban mucho de lo que hoy se ofrece en tiendas similares, incluyendo los poderosos corporativos con nombre en inglés que venden desde un tornillo hasta cualquier otra cosa que pudiese imaginarse.

La tienda que seguramente más duró brindando sus servicios a los queretanos fue La Ciudad de México, instalada en donde antes fue hotel, en la céntrica esquina de Juárez y Madero, que para los tiempos de las tiendas relatadas arriba ya estaba en funcionamiento. Allá por 1906 cambió de propietarios, siendo adquirida por los hermanos Javelly, y tiempo después, manteniendo su ascendencia francesa, por don Clemente Proal y sus descendientes. Fue en la llamada Ciudad de México donde, por cierto, se instaló el primer elevador en nuestra ciudad.

Pero el establecimiento comercial queretano más antiguo es, desde luego, la sombrerería “La Popular”, que hoy ofrece sus productos en la calle Independencia, por el barrio de La Cruz. Sus antecedentes se remontan a 1907, cuando en los bajos del Hotel Hidalgo, en Madero, abrió sus puertas una sucursal de la tienda de los hermanos Tardan, que era tan importante en la capital del país. Con el paso de los años, la sombrerería cambió de ubicaciones, siendo una de ellas en la calle Juárez, y acabó convirtiéndose en nuestra actual “La Popular”, patrimonio queretano.

Décadas después se irían sumando a la oferta comercial de Querétaro una buena cantidad de tiendas que fueron haciendo tradición, siendo algunas de las más longevas la tradicional cafetería de la familia De la Vega, “La Mariposa”, o la papelería del “Sagrado Corazón”, que por tantos años estuvo en Madero y luego se cambió a Arteaga, en donde antes funcionó el kínder “Los Ángeles”.

La dulcería “La Sirena”, las papelerías “Paulín”, que aún subsiste, “La Pluma de Oro” o “Don Bosco”; la tienda de ropa “La Infantil”, la perfumería “Jacarandas”, la zapatería “Candelas”, la tienda de abarrotes “La luz del día”, la pollería del señor Coronel en el mercado Escobedo, el bar “Ángel” en el Portal Bueno, las ferreterías “Plaza”, “Oviedo” o “Borja”, o las caferías “El Barón Rojo”, “La Calabaza”, “Génova”, “Borja” o “Tirreno”, son algunos de los muchos establecimientos que significaron algo para diversas generaciones de queretanos.

Hoy las grandes tiendas han ido desplazando a aquellos pequeños, tradicionales y románticos comercios de antaño. Hoy la nostalgia invade a las viejas generaciones de queretanos que vivieron una ciudad muy distinta a la actual.

ACOTACIÓN AL MARGEN

Allá por el ecuador de los setentas, los apagones eran cosa de casi todos los días, y los pobladores del Querétaro de entonces los afrontaban con resignación.

Quién diría que, a cuarenta y seis años de distancia, la historia se asemejaría tanto. Sólo que ahora, a diferencia de antaño, la resignación no parece ser una opción.

La enorme mayoría de aquellos establecimientos, fundados en nuestra ciudad durante los prometedores inicios del siglo veinte, necesariamente se han extinguido, consumidos por el paso del tiempo y la llegada de muchos otros satisfactores comerciales.

Tal es el caso, por ejemplo, de aquella tienda de don Manuel Familiar, que en la esquina de lo que hoy son las calles de Madero y Allende se convirtió en todo un atractivo en 1912, ofreciendo a su selecta clientela los mismo relojes que zapatos. “La Esmeralda” se llamó el establecimiento ya desaparecido.

Antes, cuando el siglo era muy joven, se instaló en nuestra ciudad, concretamente en 1904, la Ferretería Alemana, cuya matriz estaba en la vecina ciudad de Celaya y cuyas características distaban mucho de lo que hoy se ofrece en tiendas similares, incluyendo los poderosos corporativos con nombre en inglés que venden desde un tornillo hasta cualquier otra cosa que pudiese imaginarse.

La tienda que seguramente más duró brindando sus servicios a los queretanos fue La Ciudad de México, instalada en donde antes fue hotel, en la céntrica esquina de Juárez y Madero, que para los tiempos de las tiendas relatadas arriba ya estaba en funcionamiento. Allá por 1906 cambió de propietarios, siendo adquirida por los hermanos Javelly, y tiempo después, manteniendo su ascendencia francesa, por don Clemente Proal y sus descendientes. Fue en la llamada Ciudad de México donde, por cierto, se instaló el primer elevador en nuestra ciudad.

Pero el establecimiento comercial queretano más antiguo es, desde luego, la sombrerería “La Popular”, que hoy ofrece sus productos en la calle Independencia, por el barrio de La Cruz. Sus antecedentes se remontan a 1907, cuando en los bajos del Hotel Hidalgo, en Madero, abrió sus puertas una sucursal de la tienda de los hermanos Tardan, que era tan importante en la capital del país. Con el paso de los años, la sombrerería cambió de ubicaciones, siendo una de ellas en la calle Juárez, y acabó convirtiéndose en nuestra actual “La Popular”, patrimonio queretano.

Décadas después se irían sumando a la oferta comercial de Querétaro una buena cantidad de tiendas que fueron haciendo tradición, siendo algunas de las más longevas la tradicional cafetería de la familia De la Vega, “La Mariposa”, o la papelería del “Sagrado Corazón”, que por tantos años estuvo en Madero y luego se cambió a Arteaga, en donde antes funcionó el kínder “Los Ángeles”.

La dulcería “La Sirena”, las papelerías “Paulín”, que aún subsiste, “La Pluma de Oro” o “Don Bosco”; la tienda de ropa “La Infantil”, la perfumería “Jacarandas”, la zapatería “Candelas”, la tienda de abarrotes “La luz del día”, la pollería del señor Coronel en el mercado Escobedo, el bar “Ángel” en el Portal Bueno, las ferreterías “Plaza”, “Oviedo” o “Borja”, o las caferías “El Barón Rojo”, “La Calabaza”, “Génova”, “Borja” o “Tirreno”, son algunos de los muchos establecimientos que significaron algo para diversas generaciones de queretanos.

Hoy las grandes tiendas han ido desplazando a aquellos pequeños, tradicionales y románticos comercios de antaño. Hoy la nostalgia invade a las viejas generaciones de queretanos que vivieron una ciudad muy distinta a la actual.

ACOTACIÓN AL MARGEN

Allá por el ecuador de los setentas, los apagones eran cosa de casi todos los días, y los pobladores del Querétaro de entonces los afrontaban con resignación.

Quién diría que, a cuarenta y seis años de distancia, la historia se asemejaría tanto. Sólo que ahora, a diferencia de antaño, la resignación no parece ser una opción.