/ domingo 13 de junio de 2021

Aquí Querétaro

Cuando se habla de la vocación industrial de Querétaro, solemos pensar en afincamientos tan trascendentes como Tremec o Industria del Hierro, y en el boom provocado en los sesentas, cuando gobernaba la entidad Manuel González de Cosío, pero la industria queretana data de mucho más atrás, a pesar de que las empresas que entonces le dieron lustre a nuestra ciudad hayan ya desaparecido.

Las industrias más conocidas, desde luego, son las textiles: Hércules, La Purísima o San Antonio, pero más allá de ellas, en Querétaro se desarrollaron otras áreas que valdría la pena recordar, como el caso de la fábrica de cerillos “La Unión”, que ya existía desde 1880, o la de tabacos, que dio manutención a más de doscientas familias.

“La constancia en el trabajo produce el éxito”, dicen que se descubría en los muros de la planta alta de la fábrica de aguardiente que, en la Calle de los Cipreses, inauguró junto con su hijo, el coronel Ignacio Esparza. La fábrica, llamada “San Carlos”, fue inaugurada en agosto de 1884 por el entonces gobernador interino, Alfonso Veraza (Francisco González de Cosío buscaba entonces una reelección más), con la asistencia de lo más relevante de la “ilustrada sociedad queretana”, según narra don José Rodríguez Familiar en sus “Efemérides Queretanas”. También en los muros de aquella fábrica instalada en lo que hoy es la calle de 20 de Noviembre se podía leer: “El trabajo y la economía dan la riqueza”.

No todas fueron, como la de hilados de San José de la Montaña, fundada por el diputado Carlos María Rubio cuando iniciaba la última década del siglo diecinueve, de gran envergadura, pues hubo otras familiares, igualmente importantes para Querétaro. Tal fue el caso de la de calcetines y medias, que instaló en su propia casa frente al Jardín Guerrero don Edmundo de la Isla. La primera propició el crecimiento de la ciudad, pues se estableció una nueva calle y se construyeron habitaciones para los trabajadores, y la segunda representó un ejemplo de tenacidad y trabajo familiar.

Otra industria interesante que a fines del siglo diecinueve se dio en Querétaro fue la de cigarros, principalmente con la fábrica “El Guerrillero”, que también le daba nombre a su producto, como a los “México Libre” y “La Muestra”. El establecimiento industrial fue fundado por don Ramón García e instalado, después de su paso por la calle 15 de Mayo, en la esquina de Morelos y Guerrero, en lo que con el tiempo se convertiría en la casa familiar de don Carlos Pacheco, el propietario de la panadería “La Vienesa”.

La industria refresquera no inició en Querétaro con aquella mítica fábrica de don Roberto Ruíz Obregón en la llamada “Otra Banda”, pues ya en el siglo que hemos mencionado existieron fábricas de esa especialidad, como la “San José”, de don Aurelio Díaz, o “El Sol”, propiedad de don José Fernández de Jáuregui.

En fin, que cuando hablamos del Querétaro industrial tendríamos que remitirnos mucho más allá de las fábricas que le cambiaron la cara a nuestra ciudad ya bien entrado el siglo veinte.


ACOTACIÓN AL MARGEN


Hay personas que, por el momento que motivan al recuerdo y la nostalgia, se vuelven inolvidables, entrañables, eternas. Es el caso de Pepe del Razo, eminente y trabajador anestesista, que estuvo presente en los momentos en que nacieron mis hijos. Su rostro amable, su sonrisa franca, su conversación tersa, siempre me dieron tranquilidad en esos momentos tan trascendentes, y aunque pocas veces coincidía con él, el encuentro siempre fue cargado de afecto entrañable.

Lamento mucho su partida de este mundo. Me duele. Siento que con él se van también algunos de los momentos más importantes de mi vida. Lo recordaré siempre con agradecimiento.


Cuando se habla de la vocación industrial de Querétaro, solemos pensar en afincamientos tan trascendentes como Tremec o Industria del Hierro, y en el boom provocado en los sesentas, cuando gobernaba la entidad Manuel González de Cosío, pero la industria queretana data de mucho más atrás, a pesar de que las empresas que entonces le dieron lustre a nuestra ciudad hayan ya desaparecido.

Las industrias más conocidas, desde luego, son las textiles: Hércules, La Purísima o San Antonio, pero más allá de ellas, en Querétaro se desarrollaron otras áreas que valdría la pena recordar, como el caso de la fábrica de cerillos “La Unión”, que ya existía desde 1880, o la de tabacos, que dio manutención a más de doscientas familias.

“La constancia en el trabajo produce el éxito”, dicen que se descubría en los muros de la planta alta de la fábrica de aguardiente que, en la Calle de los Cipreses, inauguró junto con su hijo, el coronel Ignacio Esparza. La fábrica, llamada “San Carlos”, fue inaugurada en agosto de 1884 por el entonces gobernador interino, Alfonso Veraza (Francisco González de Cosío buscaba entonces una reelección más), con la asistencia de lo más relevante de la “ilustrada sociedad queretana”, según narra don José Rodríguez Familiar en sus “Efemérides Queretanas”. También en los muros de aquella fábrica instalada en lo que hoy es la calle de 20 de Noviembre se podía leer: “El trabajo y la economía dan la riqueza”.

No todas fueron, como la de hilados de San José de la Montaña, fundada por el diputado Carlos María Rubio cuando iniciaba la última década del siglo diecinueve, de gran envergadura, pues hubo otras familiares, igualmente importantes para Querétaro. Tal fue el caso de la de calcetines y medias, que instaló en su propia casa frente al Jardín Guerrero don Edmundo de la Isla. La primera propició el crecimiento de la ciudad, pues se estableció una nueva calle y se construyeron habitaciones para los trabajadores, y la segunda representó un ejemplo de tenacidad y trabajo familiar.

Otra industria interesante que a fines del siglo diecinueve se dio en Querétaro fue la de cigarros, principalmente con la fábrica “El Guerrillero”, que también le daba nombre a su producto, como a los “México Libre” y “La Muestra”. El establecimiento industrial fue fundado por don Ramón García e instalado, después de su paso por la calle 15 de Mayo, en la esquina de Morelos y Guerrero, en lo que con el tiempo se convertiría en la casa familiar de don Carlos Pacheco, el propietario de la panadería “La Vienesa”.

La industria refresquera no inició en Querétaro con aquella mítica fábrica de don Roberto Ruíz Obregón en la llamada “Otra Banda”, pues ya en el siglo que hemos mencionado existieron fábricas de esa especialidad, como la “San José”, de don Aurelio Díaz, o “El Sol”, propiedad de don José Fernández de Jáuregui.

En fin, que cuando hablamos del Querétaro industrial tendríamos que remitirnos mucho más allá de las fábricas que le cambiaron la cara a nuestra ciudad ya bien entrado el siglo veinte.


ACOTACIÓN AL MARGEN


Hay personas que, por el momento que motivan al recuerdo y la nostalgia, se vuelven inolvidables, entrañables, eternas. Es el caso de Pepe del Razo, eminente y trabajador anestesista, que estuvo presente en los momentos en que nacieron mis hijos. Su rostro amable, su sonrisa franca, su conversación tersa, siempre me dieron tranquilidad en esos momentos tan trascendentes, y aunque pocas veces coincidía con él, el encuentro siempre fue cargado de afecto entrañable.

Lamento mucho su partida de este mundo. Me duele. Siento que con él se van también algunos de los momentos más importantes de mi vida. Lo recordaré siempre con agradecimiento.