/ domingo 19 de septiembre de 2021

Aquí Querétaro

Aquellas de 1910 fueron, en el país en general y en Querétaro en particular, unas fiestas patrias singulares e irrepetibles. Todo, claro está, porque se conmemoraban los primeros cien años del inicio de la independencia nacional.

En plena etapa porfirista, siendo gobernado Querétaro por Francisco González de Cosío al más puro estilo de la Federación, había que estar a la altura de los acontecimientos a celebrar, y aunque, como siempre, se dio el Grito desde el balcón de lo que entonces era el Palacio Municipal, importantes obras se estrenaron para los queretanos.

Entre ellas, desde luego, la inauguración oficial del monumento a doña Josefa Ortiz de Domínguez, obra financiada por el gobierno porfirista, el del Estado, la aportación de particulares y hasta de algunos otros gobiernos estatales del país. El proyecto del monumento a la heroína, instalado en lo que fuera la plazuela de San Antonio, fue dirigido por el ingeniero Carlos Noriega, y congregó en su puesta en sociedad la presencia de dos de los nietos de doña Josefa: el licenciado Solórzano, y el ingeniero Soto Domínguez.

Pero uno de los detalles más significativos de aquella histórica ceremonia es que la música, interpretada por las bandas del Hospicio Vergara y de Rurales del Estado, fue compuesta para tan singular ocasión por queretanos de a pie. Una obertura, llamada “La Corregidora”, fue creada en su letra por el notario Carlos M. Esquivel, e instrumentada por Cruz García de León y Agustín Aguilar y Fuentes, igualmente director de la Banda de Rurales; y un “Himno a la Corregidora”, nacido de la inspiración del farmacéutico Alejo Altamirano, apoyado por la música del profesor Agustín González.

Apenas el día anterior, 12 de septiembre de 1910, el gobernador González de Cosío se había trasladado en tren hasta Tequisquiapan, donde había sido recibido con fiestas, e inaugurado tanto el Puente de la Corregidora, en las inmediaciones de San Nicolás, y la Presa Centenario, construida por la Compañía Hidroeléctrica Queretana, que aún en nuestros días sigue brindando servicio a los queretanos.

Antes de que, en el día diecisiete, se inauguraran el Portal Allende, que está ubicado en lo que hoy son las calles de Corregidora e Independencia, y la Escuela Josefa Ortiz de Domínguez, el día catorce llamó mucho la atención la colocación de los restos de quien fuera esposa de don Miguel Domínguez en el Panteón de La Cruz, tanto que se congregaron unas cuatro mil personas, entre escolares e integrantes de muy diversos gremios, de los que resaltaban empleados de las haciendas cercanas a la ciudad, que a caballo y tras una breve pero efectiva instrucción militar, dieron lustre al acontecimiento.

Reparto de juguetes a niños pobres, veladas, conciertos y hasta alguna corrida de toros con aficionados, complementaron los festejos de aquel año, el de 1910, especialmente significativo para nuestra ciudad. Han pasado desde entonces 111 años.

ACOTACIÓN AL MARGEN

Este año, la terrible pandemia que padecemos ya durante tantos meses, obligó a la cancelación del desfile acostumbrado, y a que la ceremonia del tradicional Grito tuviera que darse sin público en la Plaza de Armas, como el año anterior. Difíciles tiempos corren, pero queda la esperanza de que vendrán mejores.

Aquellas de 1910 fueron, en el país en general y en Querétaro en particular, unas fiestas patrias singulares e irrepetibles. Todo, claro está, porque se conmemoraban los primeros cien años del inicio de la independencia nacional.

En plena etapa porfirista, siendo gobernado Querétaro por Francisco González de Cosío al más puro estilo de la Federación, había que estar a la altura de los acontecimientos a celebrar, y aunque, como siempre, se dio el Grito desde el balcón de lo que entonces era el Palacio Municipal, importantes obras se estrenaron para los queretanos.

Entre ellas, desde luego, la inauguración oficial del monumento a doña Josefa Ortiz de Domínguez, obra financiada por el gobierno porfirista, el del Estado, la aportación de particulares y hasta de algunos otros gobiernos estatales del país. El proyecto del monumento a la heroína, instalado en lo que fuera la plazuela de San Antonio, fue dirigido por el ingeniero Carlos Noriega, y congregó en su puesta en sociedad la presencia de dos de los nietos de doña Josefa: el licenciado Solórzano, y el ingeniero Soto Domínguez.

Pero uno de los detalles más significativos de aquella histórica ceremonia es que la música, interpretada por las bandas del Hospicio Vergara y de Rurales del Estado, fue compuesta para tan singular ocasión por queretanos de a pie. Una obertura, llamada “La Corregidora”, fue creada en su letra por el notario Carlos M. Esquivel, e instrumentada por Cruz García de León y Agustín Aguilar y Fuentes, igualmente director de la Banda de Rurales; y un “Himno a la Corregidora”, nacido de la inspiración del farmacéutico Alejo Altamirano, apoyado por la música del profesor Agustín González.

Apenas el día anterior, 12 de septiembre de 1910, el gobernador González de Cosío se había trasladado en tren hasta Tequisquiapan, donde había sido recibido con fiestas, e inaugurado tanto el Puente de la Corregidora, en las inmediaciones de San Nicolás, y la Presa Centenario, construida por la Compañía Hidroeléctrica Queretana, que aún en nuestros días sigue brindando servicio a los queretanos.

Antes de que, en el día diecisiete, se inauguraran el Portal Allende, que está ubicado en lo que hoy son las calles de Corregidora e Independencia, y la Escuela Josefa Ortiz de Domínguez, el día catorce llamó mucho la atención la colocación de los restos de quien fuera esposa de don Miguel Domínguez en el Panteón de La Cruz, tanto que se congregaron unas cuatro mil personas, entre escolares e integrantes de muy diversos gremios, de los que resaltaban empleados de las haciendas cercanas a la ciudad, que a caballo y tras una breve pero efectiva instrucción militar, dieron lustre al acontecimiento.

Reparto de juguetes a niños pobres, veladas, conciertos y hasta alguna corrida de toros con aficionados, complementaron los festejos de aquel año, el de 1910, especialmente significativo para nuestra ciudad. Han pasado desde entonces 111 años.

ACOTACIÓN AL MARGEN

Este año, la terrible pandemia que padecemos ya durante tantos meses, obligó a la cancelación del desfile acostumbrado, y a que la ceremonia del tradicional Grito tuviera que darse sin público en la Plaza de Armas, como el año anterior. Difíciles tiempos corren, pero queda la esperanza de que vendrán mejores.