/ domingo 3 de octubre de 2021

Aquí Querétaro

Aquella fue una noche luminosa, en todos los sentidos. No sólo por lo que representaba para una ciudad como la nuestra, sino, además, por la cantidad de bombillas, algunas pintadas con los colores nacionales, que iluminaron el amplio salón, en la planta alta de una construcción que otrora fue convento.

Era la noche del primero de noviembre de 1900, año parteaguas entre siglos, cuando el gobernador interino de la entidad, el Lic. José Vázquez Marroquín, acompañado de su familia, hizo acto de presencia en las relucientes instalaciones de la compañía de luz fundada por don Antonio Loyola Jr., en lo que había sido convento de San Antonio, a un costado del templo con el mismo nombre.

El acto consistía en la inauguración oficial de la introducción de la red de luz eléctrica incandescente, que permitiría llevar este servicio a los comercios y casas habitación de una ciudad hasta entonces sólo iluminada en algunos de sus espacios públicos. Ahí estaba preparada la mesa con el resorte que habría de activar el gobernante queretano, y ahí también la orquesta de don José Aguilar interpretando melodías, mientras los selectos invitados bebían champagne, y degustaban “sándwiches” y pastas.

Don Antonio Loyola era un visionario que decidió invertir en un negocio por entonces desconocido, pero en boga en otras partes del mundo, y así se hizo de las instalaciones del inmueble ubicado en la hoy calle de Ángela Peralta, y compró toda la maquinaria y utensilios necesarios, algunos de los cuales trasladó desde Nueva York. En la aventura, se hizo acompañar de los ingenieros de apellidos Evans, Marsal y Staning.

Meses atrás, distribuyó entre los entusiasmados vecinos de la ciudad los cupones que podrían permitir la llegada de la luz hasta sus comercios o viviendas; algunos de ellos incluso solicitaron que se colocara un foco afuera de su establecimiento, para mejor vista del mismo, y de paso, una mejor seguridad.

La noche anterior a la inauguración oficial, la última del mes de octubre de aquel 1900, se hicieron las pruebas de rigor y todo funcionó de manera perfecta; la luz entonces estuvo llegando sin problemas hasta todos los adquirientes desde las seis de la tarde y hasta las doce de la noche.

El gobernador Vázquez Marroquín apretó pues aquel resorte, colocado convenientemente en una mesa frente a la que se había sentada, expectante, y todo se iluminó, gracias a las muchas bombillas que en el salón fueron colocadas previamente. El aplauso fue general y el entusiasmo manifiestos, pues se inauguraba así una nueva etapa en la vida de Querétaro.

Bueno, al menos eso se pensó entonces, y luego lo pensábamos todos, hasta estos últimos meses, donde la Comisión Federal de Electricidad ha dado muestras de que podemos volver al siglo XIX sin problema. En nuestra casa, por ejemplo, luego de que la luz eléctrica desapareció a las ocho de la noche del pasado jueves, teníamos la misma ilusión, idéntico anhelo, cuando por fin, a las ocho de la mañana del día siguiente volvieron a poder encenderse los focos. La sombra de don Antonio Loyola pareció deambular por el ambiente, guiñándonos el ojo y dando a desear su resurrección.

ACOTACIÓN AL MARGEN

La noche del miércoles pasado, el Corral de Comedias volvió a abrir sus puertas tras una muy importante remodelación. Lo hizo con la presentación de la bailaora María Elena Anaya y con el anuncio de que el lugar, casa familiar de Paco Rabell se convertiría en centro cultural con su nombre.

Extremadamente emotivo fue el larguísimo aplauso que el público asistente le regaló al recuerdo de Paco, el hombre que iniciaría una aventura teatral sin la cual lo que hoy vivimos en esa especialidad artística en Querétaro sería impensable.

Era su cumpleaños. Fue la demostración, hecha aplauso, de lo mucho que se le admira, quiere y recuerda. Allá donde está, donde sí se puede vivir del aplauso, Paco Rabell se hartó de ellos en una sola noche.

Aquella fue una noche luminosa, en todos los sentidos. No sólo por lo que representaba para una ciudad como la nuestra, sino, además, por la cantidad de bombillas, algunas pintadas con los colores nacionales, que iluminaron el amplio salón, en la planta alta de una construcción que otrora fue convento.

Era la noche del primero de noviembre de 1900, año parteaguas entre siglos, cuando el gobernador interino de la entidad, el Lic. José Vázquez Marroquín, acompañado de su familia, hizo acto de presencia en las relucientes instalaciones de la compañía de luz fundada por don Antonio Loyola Jr., en lo que había sido convento de San Antonio, a un costado del templo con el mismo nombre.

El acto consistía en la inauguración oficial de la introducción de la red de luz eléctrica incandescente, que permitiría llevar este servicio a los comercios y casas habitación de una ciudad hasta entonces sólo iluminada en algunos de sus espacios públicos. Ahí estaba preparada la mesa con el resorte que habría de activar el gobernante queretano, y ahí también la orquesta de don José Aguilar interpretando melodías, mientras los selectos invitados bebían champagne, y degustaban “sándwiches” y pastas.

Don Antonio Loyola era un visionario que decidió invertir en un negocio por entonces desconocido, pero en boga en otras partes del mundo, y así se hizo de las instalaciones del inmueble ubicado en la hoy calle de Ángela Peralta, y compró toda la maquinaria y utensilios necesarios, algunos de los cuales trasladó desde Nueva York. En la aventura, se hizo acompañar de los ingenieros de apellidos Evans, Marsal y Staning.

Meses atrás, distribuyó entre los entusiasmados vecinos de la ciudad los cupones que podrían permitir la llegada de la luz hasta sus comercios o viviendas; algunos de ellos incluso solicitaron que se colocara un foco afuera de su establecimiento, para mejor vista del mismo, y de paso, una mejor seguridad.

La noche anterior a la inauguración oficial, la última del mes de octubre de aquel 1900, se hicieron las pruebas de rigor y todo funcionó de manera perfecta; la luz entonces estuvo llegando sin problemas hasta todos los adquirientes desde las seis de la tarde y hasta las doce de la noche.

El gobernador Vázquez Marroquín apretó pues aquel resorte, colocado convenientemente en una mesa frente a la que se había sentada, expectante, y todo se iluminó, gracias a las muchas bombillas que en el salón fueron colocadas previamente. El aplauso fue general y el entusiasmo manifiestos, pues se inauguraba así una nueva etapa en la vida de Querétaro.

Bueno, al menos eso se pensó entonces, y luego lo pensábamos todos, hasta estos últimos meses, donde la Comisión Federal de Electricidad ha dado muestras de que podemos volver al siglo XIX sin problema. En nuestra casa, por ejemplo, luego de que la luz eléctrica desapareció a las ocho de la noche del pasado jueves, teníamos la misma ilusión, idéntico anhelo, cuando por fin, a las ocho de la mañana del día siguiente volvieron a poder encenderse los focos. La sombra de don Antonio Loyola pareció deambular por el ambiente, guiñándonos el ojo y dando a desear su resurrección.

ACOTACIÓN AL MARGEN

La noche del miércoles pasado, el Corral de Comedias volvió a abrir sus puertas tras una muy importante remodelación. Lo hizo con la presentación de la bailaora María Elena Anaya y con el anuncio de que el lugar, casa familiar de Paco Rabell se convertiría en centro cultural con su nombre.

Extremadamente emotivo fue el larguísimo aplauso que el público asistente le regaló al recuerdo de Paco, el hombre que iniciaría una aventura teatral sin la cual lo que hoy vivimos en esa especialidad artística en Querétaro sería impensable.

Era su cumpleaños. Fue la demostración, hecha aplauso, de lo mucho que se le admira, quiere y recuerda. Allá donde está, donde sí se puede vivir del aplauso, Paco Rabell se hartó de ellos en una sola noche.