/ domingo 10 de julio de 2022

Aquí Querétaro | Echeverría y Querétaro

Como en muy pocas ocasiones ocurre, la muerte de Luis Echeverría Álvarez desató comentarios, en las redes sociales, nada halagadores para el recientemente finado. Casi unánimemente, quien fuera presidente de México entre 1970 y 1976 recibió la crítica y hasta el escarnio de muchos mexicanos, principalmente por la participación del político de cien años, en acontecimientos tan lamentables como el del llamado “halconazo”.

Pero en su tiempo, momento cumbre del priismo nacional, Echeverría fue solo criticado en lo oscurito por una ciudadanía que sabía muy bien cuáles eran las reglas del juego en materia política de aquel México de entonces. Y Echeverría tuvo concretamente en Querétaro, algunas acciones que marcaron el acontecer de la entidad, siendo la más importante sin duda, el impulso que brindó a la Universidad Autónoma de Querétaro, principalmente para la construcción de lo que hoy es el Centro Universitario, en el histórico Cerro de las Campanas.

Por entonces era rector de la institución el maestro José Guadalupe Ramírez Álvarez, quien le solicitó ese apoyo, que finalmente se reflejó en las primeras construcciones educativas en lo que habían sido las instalaciones de la feria queretana, con las aulas para las facultades de ingeniería, contaduría y química.

Echeverría, como todo Presidente de la República de esos tiempos, definió la gubernatura queretana, en 1973, en favor del entonces Presidente Municipal de la capital, el arquitecto Antonio Calzada Urquiza, a pesar de los deseos de Juventino Castro de dejar como sucesor al Lic. Manuel Suárez Muñoz, que era su Secretario de Gobierno, había sido Presidente Municipal de San Juan del Río, y tendría que conformarse con dedicarse a la investigación en la UNAM.

El de entonces, claro, era un Querétaro distinto: la Central de Trabajadores de México era poderosísima y estaba al frente de su filial queretana don Antonio Domínguez Trejo; se construía la colonia Satélite y el edificio más moderno de la ciudad, en la calle Tecnológico, de nueve niveles y veintiocho metros de altura, bajo la dirección de Casas Modernas de Querétaro, propiedad de don Jesús Ruíz.

Nuestra ciudad tenía apenas 58 escuelas primarias públicas, pero contradictoriamente, 111 cantinas y 14 pulquerías, tres de las cuales (“El Charco”, “La Metralla” y “El Gallo Giro”) fueron retiradas de la zona de La Cruz a exigencia pública de los vecinos. También eran tiempos de manifestaciones sociales porque los libros de texto gratuitos empezaban a mostrar explícitamente los órganos reproductores masculino y femenino, para disgusto de las buenas conciencias.

Tiempos en que los “Cómicos de la Legua” ganaban concursos nacionales de teatro y eran nombrados, precisamente por Echeverría, como embajadores mexicanos en exitosas giras por Centro y Sudamérica. Tiempos en que la nota periodística más trascendente fue el secuestro, por largos 24 días, del entonces niño Pablo Meré Alcocer.

Tiempos en los que se pusieron en circulación aquellos “minibuses” de 24 pasajeros y costo de un peso por pasaje, de la muerte de Alfredo B. Bonfil, de la edificación del famoso trébol en lo que hoy es la confluencia de Constituyentes y 5 de Febrero, y de, ¿cómo no?, la colocación de una placa conmemorativa a la Carta de Derechos y Deberes de los Estados, promulgada por el mismo Echeverría, en nuestra céntrica Plaza Constitución.

Eran años de otras campañas de vacunación (las de la polio y el sarampión), de la edificación de la aeropista de Jalpan, de las huelgas en la fábrica La Concordia, y de la construcción del penal de San José El Alto, para desocupar el viejo e histórico palacio que fuera de la ciudad.

En fin, Luis Echeverría, con un siglo a cuestas, dejó de vivir en la tranquilidad de su casa de Cuernavaca, más de 74 años después de abandonar el poder. Y Querétaro, a tantos años, es ya un estado muy distinto.

Como en muy pocas ocasiones ocurre, la muerte de Luis Echeverría Álvarez desató comentarios, en las redes sociales, nada halagadores para el recientemente finado. Casi unánimemente, quien fuera presidente de México entre 1970 y 1976 recibió la crítica y hasta el escarnio de muchos mexicanos, principalmente por la participación del político de cien años, en acontecimientos tan lamentables como el del llamado “halconazo”.

Pero en su tiempo, momento cumbre del priismo nacional, Echeverría fue solo criticado en lo oscurito por una ciudadanía que sabía muy bien cuáles eran las reglas del juego en materia política de aquel México de entonces. Y Echeverría tuvo concretamente en Querétaro, algunas acciones que marcaron el acontecer de la entidad, siendo la más importante sin duda, el impulso que brindó a la Universidad Autónoma de Querétaro, principalmente para la construcción de lo que hoy es el Centro Universitario, en el histórico Cerro de las Campanas.

Por entonces era rector de la institución el maestro José Guadalupe Ramírez Álvarez, quien le solicitó ese apoyo, que finalmente se reflejó en las primeras construcciones educativas en lo que habían sido las instalaciones de la feria queretana, con las aulas para las facultades de ingeniería, contaduría y química.

Echeverría, como todo Presidente de la República de esos tiempos, definió la gubernatura queretana, en 1973, en favor del entonces Presidente Municipal de la capital, el arquitecto Antonio Calzada Urquiza, a pesar de los deseos de Juventino Castro de dejar como sucesor al Lic. Manuel Suárez Muñoz, que era su Secretario de Gobierno, había sido Presidente Municipal de San Juan del Río, y tendría que conformarse con dedicarse a la investigación en la UNAM.

El de entonces, claro, era un Querétaro distinto: la Central de Trabajadores de México era poderosísima y estaba al frente de su filial queretana don Antonio Domínguez Trejo; se construía la colonia Satélite y el edificio más moderno de la ciudad, en la calle Tecnológico, de nueve niveles y veintiocho metros de altura, bajo la dirección de Casas Modernas de Querétaro, propiedad de don Jesús Ruíz.

Nuestra ciudad tenía apenas 58 escuelas primarias públicas, pero contradictoriamente, 111 cantinas y 14 pulquerías, tres de las cuales (“El Charco”, “La Metralla” y “El Gallo Giro”) fueron retiradas de la zona de La Cruz a exigencia pública de los vecinos. También eran tiempos de manifestaciones sociales porque los libros de texto gratuitos empezaban a mostrar explícitamente los órganos reproductores masculino y femenino, para disgusto de las buenas conciencias.

Tiempos en que los “Cómicos de la Legua” ganaban concursos nacionales de teatro y eran nombrados, precisamente por Echeverría, como embajadores mexicanos en exitosas giras por Centro y Sudamérica. Tiempos en que la nota periodística más trascendente fue el secuestro, por largos 24 días, del entonces niño Pablo Meré Alcocer.

Tiempos en los que se pusieron en circulación aquellos “minibuses” de 24 pasajeros y costo de un peso por pasaje, de la muerte de Alfredo B. Bonfil, de la edificación del famoso trébol en lo que hoy es la confluencia de Constituyentes y 5 de Febrero, y de, ¿cómo no?, la colocación de una placa conmemorativa a la Carta de Derechos y Deberes de los Estados, promulgada por el mismo Echeverría, en nuestra céntrica Plaza Constitución.

Eran años de otras campañas de vacunación (las de la polio y el sarampión), de la edificación de la aeropista de Jalpan, de las huelgas en la fábrica La Concordia, y de la construcción del penal de San José El Alto, para desocupar el viejo e histórico palacio que fuera de la ciudad.

En fin, Luis Echeverría, con un siglo a cuestas, dejó de vivir en la tranquilidad de su casa de Cuernavaca, más de 74 años después de abandonar el poder. Y Querétaro, a tantos años, es ya un estado muy distinto.