/ domingo 24 de abril de 2022

Aquí Querétaro | Saturnino Osornio

Le llamaron “la Osorniada”, y fueron los cuatro años más controvertidos de la historia contemporánea de Querétaro; justo el periodo en el que ocupó la gubernatura del Estado el sanjuanense Saturnino Osornio.

Mucho es lo que se ha escrito de este líder campesino nacido en el rancho el Sitio, en San Juan del Río, y también variadas las anécdotas y las leyendas que se cuentan de él, aunque, finalmente, pasaría a la historia como el hombre que cerró las instalaciones del Colegio Civil, el antecedente de nuestra actual Universidad Autónoma de Querétaro, y que prohibió el ejercicio sacerdotal en nuestra entidad.

Ambas decisiones, tomadas sin miramientos y asumidas sin arrepentimiento por Osornio, lo marcaron para siempre, y dejaron a oscuras la otra arista de su gobierno, que también existió, y donde destacan el saneamiento de las finanzas públicas, la construcción de la carretera a la Sierra (entre otras), la creación del Monte de Piedad, la construcción de un panteón que funciona hasta nuestros días, y hasta la creación de veinticinco nuevas escuelas rurales.

Su carisma y poder de convocatoria ante las clases campesinas primero, y su cercanía con Plutarco Elías Calles después, llevaron a este hombre sin instrucción (aprendió a leer y escribir tardíamente) y jefe de cinco mil agraristas durante la Guerra Cristera, a convertirse en diputado local y a alcanzar, más tarde, la máxima distinción de Gobernador del Estado, en 1931.

Muchas son las historias que se alimentaron a la sombra del líder campesino; historias que se volvieron leyenda con el paso de los años y que aún se siguen alimentando hasta nuestros días, desde aquella improbable anécdota de que un día le preguntó a su responsable económico, al revisar los estados financieros, quién era ese tal “tótal” que ganaba más que él, hasta que se auto elaboró un título de abogado antes de dejar la gubernatura en 1935.

Dicen que piso la cárcel, tras su salida del poder, acusado de un homicidio; que no odiaba a los curas, a quienes hasta pistola les prestaba; e incluso se le dio por muerto, unos años antes de que su fallecimiento sucediera, cuando se le confundió con otro Osorio, muerto en un hospital sanjuanense.

Saturnino Osornio, perseguido denodadamente por sus sucesores políticos, atormentado por la diabetes y retirado por décadas de la vida pública, murió en su céntrica casa de San Juan del Río, y sus restos reposan en el camposanto de esa misma ciudad, bajo una lápida de mármol donde sobresale una cruz cristiana.

Saturnino Osornio, el que cerró el Colegio Civil y prohibió los ejercicios religiosos. Saturnino Osornio, el hombre de contrastes a quien no le tembló nunca la mano para tomar decisiones. Saturnino Osornio, el mítico y controvertido personaje de una etapa de la historia queretana.


Le llamaron “la Osorniada”, y fueron los cuatro años más controvertidos de la historia contemporánea de Querétaro; justo el periodo en el que ocupó la gubernatura del Estado el sanjuanense Saturnino Osornio.

Mucho es lo que se ha escrito de este líder campesino nacido en el rancho el Sitio, en San Juan del Río, y también variadas las anécdotas y las leyendas que se cuentan de él, aunque, finalmente, pasaría a la historia como el hombre que cerró las instalaciones del Colegio Civil, el antecedente de nuestra actual Universidad Autónoma de Querétaro, y que prohibió el ejercicio sacerdotal en nuestra entidad.

Ambas decisiones, tomadas sin miramientos y asumidas sin arrepentimiento por Osornio, lo marcaron para siempre, y dejaron a oscuras la otra arista de su gobierno, que también existió, y donde destacan el saneamiento de las finanzas públicas, la construcción de la carretera a la Sierra (entre otras), la creación del Monte de Piedad, la construcción de un panteón que funciona hasta nuestros días, y hasta la creación de veinticinco nuevas escuelas rurales.

Su carisma y poder de convocatoria ante las clases campesinas primero, y su cercanía con Plutarco Elías Calles después, llevaron a este hombre sin instrucción (aprendió a leer y escribir tardíamente) y jefe de cinco mil agraristas durante la Guerra Cristera, a convertirse en diputado local y a alcanzar, más tarde, la máxima distinción de Gobernador del Estado, en 1931.

Muchas son las historias que se alimentaron a la sombra del líder campesino; historias que se volvieron leyenda con el paso de los años y que aún se siguen alimentando hasta nuestros días, desde aquella improbable anécdota de que un día le preguntó a su responsable económico, al revisar los estados financieros, quién era ese tal “tótal” que ganaba más que él, hasta que se auto elaboró un título de abogado antes de dejar la gubernatura en 1935.

Dicen que piso la cárcel, tras su salida del poder, acusado de un homicidio; que no odiaba a los curas, a quienes hasta pistola les prestaba; e incluso se le dio por muerto, unos años antes de que su fallecimiento sucediera, cuando se le confundió con otro Osorio, muerto en un hospital sanjuanense.

Saturnino Osornio, perseguido denodadamente por sus sucesores políticos, atormentado por la diabetes y retirado por décadas de la vida pública, murió en su céntrica casa de San Juan del Río, y sus restos reposan en el camposanto de esa misma ciudad, bajo una lápida de mármol donde sobresale una cruz cristiana.

Saturnino Osornio, el que cerró el Colegio Civil y prohibió los ejercicios religiosos. Saturnino Osornio, el hombre de contrastes a quien no le tembló nunca la mano para tomar decisiones. Saturnino Osornio, el mítico y controvertido personaje de una etapa de la historia queretana.