/ martes 22 de septiembre de 2020

Contra el Centralismo

La democracia con sentido federalista está hoy sujeta a ataques y debemos defenderla oportunamente.

No porque creamos hoy que es un modelo que conviene para escapar de la visión centralista promovida desde el ejecutivo federal, sino porque ha demostrado ser el arreglo institucional que mejor permite construir país en un marco de estabilidad probada a lo largo de cambios de gobiernos de diferentes partidos.

Es en el modelo federalista en el que los partidos políticos que no ganan las elecciones federales pueden probar su valía desde lo local y co-gobernar, creando talento público y soluciones a problemas locales.

Es en los estados y en los municipios donde se construye la democracia participativa, y en donde partidos y gobiernos experimentan el hacerse responsables y el poner en práctica principios y visiones.

Es en la democracia federal en la que, como decía Robert Dahl, se transita de un régimen hegemónico a uno inclusivo sin tanto dolor si los partidos consiguen ganar elecciones a nivel local y adquieren sentido de la “siempre seria y grave responsabilidad de gobernar”.

Es en la fuerza local en la que hoy se teje el México más relevante.

¿Será por eso que la apuesta del gobierno actual sea centralista? porque ha conseguido tan fácilmente catapultarse hasta el poder ejecutivo que poco tiempo ha tenido para inhalar las realidades que se obtienen al gobernar desde el municipio?

El debate hoy no debería estar en cómo fortalecer más las facultades metaconstitucionales del ejecutivo, sino en cómo incrementar las capacidades municipales. Deberíamos invertir la lógica y contar con más aspirantes de alto perfil a alcaldes que a presidente. Deberíamos trabajar una agenda más eficiente de vinculación municipal que permita afrontar con éxito los desafíos nacionales y globales.

Debiéramos regresar unos pasos y releer a nuestros demócratas mexicanos y su apuesta por un acuerdo federal que cimiente democracia. Para construir patria de abajo hacia arriba, tomando conciencia de que, como lo decía hace más de 80 años el jalisciense Efraín González Luna, el municipio es la forma civil de la familia y debe ser la base de la estructuración política nacional.

Por ello, el arreglo federalista funciona mejor, porque en su estructura institucional cuenta con 2 mil 467 ediles locales que pueden y deben contribuir a construir los espacios de concordia y productividad nacional. De nuevo González Luna: “el municipio que no es nada extraño y distante, que es mi pariente y mi vecino de enfrente, mi amigo de la otra cuadra, el artesano que pasa todos los días silbando y cantando por la puerta del hogar, el jardín donde juegan mis niños, la escuela en que aprenden a leer, el sepulcro de mi padre, la reja donde florecieron mis ilusiones de joven”.

La democracia con sentido federalista está hoy sujeta a ataques y debemos defenderla oportunamente.

No porque creamos hoy que es un modelo que conviene para escapar de la visión centralista promovida desde el ejecutivo federal, sino porque ha demostrado ser el arreglo institucional que mejor permite construir país en un marco de estabilidad probada a lo largo de cambios de gobiernos de diferentes partidos.

Es en el modelo federalista en el que los partidos políticos que no ganan las elecciones federales pueden probar su valía desde lo local y co-gobernar, creando talento público y soluciones a problemas locales.

Es en los estados y en los municipios donde se construye la democracia participativa, y en donde partidos y gobiernos experimentan el hacerse responsables y el poner en práctica principios y visiones.

Es en la democracia federal en la que, como decía Robert Dahl, se transita de un régimen hegemónico a uno inclusivo sin tanto dolor si los partidos consiguen ganar elecciones a nivel local y adquieren sentido de la “siempre seria y grave responsabilidad de gobernar”.

Es en la fuerza local en la que hoy se teje el México más relevante.

¿Será por eso que la apuesta del gobierno actual sea centralista? porque ha conseguido tan fácilmente catapultarse hasta el poder ejecutivo que poco tiempo ha tenido para inhalar las realidades que se obtienen al gobernar desde el municipio?

El debate hoy no debería estar en cómo fortalecer más las facultades metaconstitucionales del ejecutivo, sino en cómo incrementar las capacidades municipales. Deberíamos invertir la lógica y contar con más aspirantes de alto perfil a alcaldes que a presidente. Deberíamos trabajar una agenda más eficiente de vinculación municipal que permita afrontar con éxito los desafíos nacionales y globales.

Debiéramos regresar unos pasos y releer a nuestros demócratas mexicanos y su apuesta por un acuerdo federal que cimiente democracia. Para construir patria de abajo hacia arriba, tomando conciencia de que, como lo decía hace más de 80 años el jalisciense Efraín González Luna, el municipio es la forma civil de la familia y debe ser la base de la estructuración política nacional.

Por ello, el arreglo federalista funciona mejor, porque en su estructura institucional cuenta con 2 mil 467 ediles locales que pueden y deben contribuir a construir los espacios de concordia y productividad nacional. De nuevo González Luna: “el municipio que no es nada extraño y distante, que es mi pariente y mi vecino de enfrente, mi amigo de la otra cuadra, el artesano que pasa todos los días silbando y cantando por la puerta del hogar, el jardín donde juegan mis niños, la escuela en que aprenden a leer, el sepulcro de mi padre, la reja donde florecieron mis ilusiones de joven”.