/ miércoles 16 de diciembre de 2020

Contraluz | Banegas Galván

Monseñor Francisco Banegas Galván, quinto obispo de Querétaro (1919-1932), es un personaje a quien poco a poco se ha ido reconociendo, aparte de su heroica labor pastoral en tiempos difíciles, como el insigne investigador e historiador que fue.

D. Luis María Martínez, arzobispo primado de México, al ingresar el 30 de diciembre de 1953 a la Academia Mexicana de la Lengua correspondiente a la Real Española, intituló su discurso de recepción como individuo de número a dicho organismo: “Francisco Banegas Galván Obispo de Querétaro Historiador, Pedagogo, Literato”.

Por fortuna una especie de “conjura del silencio” contra a la obra escrita del prelado queretano parece haber terminado y hoy en día es frecuentemente aludido con su obra principal, “Historia de México”, que es citada en diversos trabajos de investigación que incluyen entre varios más, al reconocido investigador Jean Meyer y a la galardonada doctora Claudia González Gómez de la Universidad Michoacana de San Nicolás e Hidalgo quien escribió en 2015 la obra “Francisco Banegas Galván. Pensamientro, tradición e historia de un intelectual en el México Revolucionario”.

Monseñor Banegas, ya siendo Obispo de Querétaro en 1922, escribió en el prólogo del segundo tomo de su “Historia de México”: “Cuando fui precisado a salir de la patria, la Divina Providencia, por medio de la caridad de Monseñor el Dr. Francisco C. Kelly y de los Padres de la Misión, me preparó en “The Paul University” de Chicago, dulce albergue donde por cinco años viví tranquilo (en cuanto tranquilo se puede vivir en el destierro) y edificado por el ejemplo del Sr. Arzobispo de Michoacán y del Illmo Sr. D. Francisco Plancarte, Arzobispo de Monterrey, ya difunto. En este tiempo por indicación de Monseñor

Kelly, el Illmo. Sr. Plancarte y yo nos dedicamos a escribir historia de México; él, la de los tiempos anteriores a la conquista española, y yo la de los de después de la independencia. Fruto de aquel trabajo es este volumen y otros tres, ya escritos, aunque no revisados. Trátase en los cuatro, desde los primero movimientos en pro de la independencia hasta la caída de la primera república central”.

Refiere que en dicho esfuerzo ha tratado, como lo ha indicado a los escritores el Papa León XIII, de guardar la primera regla de la historia: “no atreverse a sentar ninguna falsedad; después no tener reparo en decir toda la verdad, y no dar lugar siquiera a sospecha de parcialidad, como tampoco de rivalidad”.

Acota asimismo que “sale el segundo tomo antes que el primero, porque como en él se trata de la elevación, caída y muerte de D. Agustín de Iturbide, quisimos el Illmo. Sr. arzobispo de Michoacán Dr. D. Leopoldo Ruiz, que lo edita, y yo, que se publicara en el año próximo pasado en homenaje a aquel caudillo que consumó la independencia de nuestra patria, en el primer centenario de tan glorioso hecho. Obstáculos que no pudimos vencer impidieron acabara de imprimirse cuando deseábamos, y muy a nuestro pesar sale extemporáneamente; pero no por eso ha cambiado nuestro designio”.

Dos tomos se publicaron en forma póstuma los años de 1938 y 1940 gracias al interés de Mons. Luis Ma. Martínez y de Mons. Leopoldo Ruiz arzobispos de México y Morelia respectivamente.

Vale aquí, aunque sea brevemente sintetizar la historia del “virtuoso y sabio” Obispo Francisco Banegas Galván.

Nació en Celaya, Guanajuato el 5 de marzo de 1867, hijo único el matrimonio formado por Don Jerónimo Banegas y Doña Soledad Galván de Banegas. Ahí cursó su instrucción primaria, y sus estudios secundarios en el colegio de los Padres Carmelitas.

Ingresó al Seminario de Querétaro en diciembre de 1882 y un año después se trasladó al Seminario de Morelia. Recibió el Diaconado el 1° de marzo de 1890 y fue ordenado sacerdote el 23 de mayo de

1891. Ejerció el magisterio enseñando Castellano, Literatura, Historia

Universal e Historia Patria; fue director del Instituto Científico, Vicerrector y luego Rector del Seminario, en el que introdujo atinados cambios.

El 15 de enero de 1904 fue nombrado Secretario de Cámara y Gobierno del Arzobispado de Michoacán, prestando valiosos servicios a Monseñor Leopoldo Ruiz y Flores en los primeros años de su arzobispado.

Cuando el Obispo de Veracruz Joaquín Pagaza cayó enfermo, la Santa Sede nombró a Francisco Banegas Visitador Apostólico en dicha Diócesis, llegando a Jalapa para cumplir su misión el 7 de octubre de 1913. Un año después, el 25 de octubre de 1914 los revolucionarios carrancistas que acostumbraban incendiar templos y conventos y vejar sacerdotes, entraron a Jalapa, por lo que Monseñor Banegas se vio obligado a huir a la Habana, Cuba, donde permaneció medio año. Posteriormente se trasladó a la ciudad de Chicago residiendo en ella hasta que las circunstancias políticas le permitieron volver a México en enero de 1919.

De inmediato se dirigió a Jalapa a continuar gobernando la Diócesis, pero ahora en calidad de Administrador Apostólico, pues el Obispo titular, Mons. Pagaza, había fallecido un año atrás.

Pocas semanas estuvo ya Mons. Banegas en Jalapa pues el 28 de febrero de 1919 fue nombrado Obispo de la diócesis de Querétaro. El 27 de julio fue consagrado obispo en la Basílica de Guadalupe por Mons. Francisco Plancarte y Navarrete, Arzobispo de Linares, y tomó posesión de su diócesis el 9 de agosto.

Durante los trece años de pontificado gozó Monseñor Banegas de la admiración y confianza de los sacerdotes y diocesanos. Enemigo de toda violencia se opuso a la vía de las armas en el conflicto cristero. Se le reconoció su vasta ciencia, profunda humildad, reflexiva prudencia en el manejo de los negocios, serena equidad en sus resoluciones, piadoso espíritu de oración, imperturbable paciencia para recibir y escuchar a todos los que lo buscaban, y para sufrir los dolores morales y físicos.

Fue él quien logró, en el templo de San Felipe, ubicar en forma definitiva la Catedral de la Diócesis.

Asimismo, reimpulsó el Seminario Conciliar siendo él mismo su rector. En enero de 1932 tuvo un rápido decaimiento de sus fuerzas y los exámenes médicos que le practicaron revelaron que en el pulmón derecho tenía un tumor canceroso incurable. Soportó su enfermedad con gran ánimo y fortaleza de espíritu y falleció el 14 de noviembre de 1932. Sus honras fúnebres se celebraron en la Catedral de Querétaro.

Monseñor Francisco Banegas Galván, quinto obispo de Querétaro (1919-1932), es un personaje a quien poco a poco se ha ido reconociendo, aparte de su heroica labor pastoral en tiempos difíciles, como el insigne investigador e historiador que fue.

D. Luis María Martínez, arzobispo primado de México, al ingresar el 30 de diciembre de 1953 a la Academia Mexicana de la Lengua correspondiente a la Real Española, intituló su discurso de recepción como individuo de número a dicho organismo: “Francisco Banegas Galván Obispo de Querétaro Historiador, Pedagogo, Literato”.

Por fortuna una especie de “conjura del silencio” contra a la obra escrita del prelado queretano parece haber terminado y hoy en día es frecuentemente aludido con su obra principal, “Historia de México”, que es citada en diversos trabajos de investigación que incluyen entre varios más, al reconocido investigador Jean Meyer y a la galardonada doctora Claudia González Gómez de la Universidad Michoacana de San Nicolás e Hidalgo quien escribió en 2015 la obra “Francisco Banegas Galván. Pensamientro, tradición e historia de un intelectual en el México Revolucionario”.

Monseñor Banegas, ya siendo Obispo de Querétaro en 1922, escribió en el prólogo del segundo tomo de su “Historia de México”: “Cuando fui precisado a salir de la patria, la Divina Providencia, por medio de la caridad de Monseñor el Dr. Francisco C. Kelly y de los Padres de la Misión, me preparó en “The Paul University” de Chicago, dulce albergue donde por cinco años viví tranquilo (en cuanto tranquilo se puede vivir en el destierro) y edificado por el ejemplo del Sr. Arzobispo de Michoacán y del Illmo Sr. D. Francisco Plancarte, Arzobispo de Monterrey, ya difunto. En este tiempo por indicación de Monseñor

Kelly, el Illmo. Sr. Plancarte y yo nos dedicamos a escribir historia de México; él, la de los tiempos anteriores a la conquista española, y yo la de los de después de la independencia. Fruto de aquel trabajo es este volumen y otros tres, ya escritos, aunque no revisados. Trátase en los cuatro, desde los primero movimientos en pro de la independencia hasta la caída de la primera república central”.

Refiere que en dicho esfuerzo ha tratado, como lo ha indicado a los escritores el Papa León XIII, de guardar la primera regla de la historia: “no atreverse a sentar ninguna falsedad; después no tener reparo en decir toda la verdad, y no dar lugar siquiera a sospecha de parcialidad, como tampoco de rivalidad”.

Acota asimismo que “sale el segundo tomo antes que el primero, porque como en él se trata de la elevación, caída y muerte de D. Agustín de Iturbide, quisimos el Illmo. Sr. arzobispo de Michoacán Dr. D. Leopoldo Ruiz, que lo edita, y yo, que se publicara en el año próximo pasado en homenaje a aquel caudillo que consumó la independencia de nuestra patria, en el primer centenario de tan glorioso hecho. Obstáculos que no pudimos vencer impidieron acabara de imprimirse cuando deseábamos, y muy a nuestro pesar sale extemporáneamente; pero no por eso ha cambiado nuestro designio”.

Dos tomos se publicaron en forma póstuma los años de 1938 y 1940 gracias al interés de Mons. Luis Ma. Martínez y de Mons. Leopoldo Ruiz arzobispos de México y Morelia respectivamente.

Vale aquí, aunque sea brevemente sintetizar la historia del “virtuoso y sabio” Obispo Francisco Banegas Galván.

Nació en Celaya, Guanajuato el 5 de marzo de 1867, hijo único el matrimonio formado por Don Jerónimo Banegas y Doña Soledad Galván de Banegas. Ahí cursó su instrucción primaria, y sus estudios secundarios en el colegio de los Padres Carmelitas.

Ingresó al Seminario de Querétaro en diciembre de 1882 y un año después se trasladó al Seminario de Morelia. Recibió el Diaconado el 1° de marzo de 1890 y fue ordenado sacerdote el 23 de mayo de

1891. Ejerció el magisterio enseñando Castellano, Literatura, Historia

Universal e Historia Patria; fue director del Instituto Científico, Vicerrector y luego Rector del Seminario, en el que introdujo atinados cambios.

El 15 de enero de 1904 fue nombrado Secretario de Cámara y Gobierno del Arzobispado de Michoacán, prestando valiosos servicios a Monseñor Leopoldo Ruiz y Flores en los primeros años de su arzobispado.

Cuando el Obispo de Veracruz Joaquín Pagaza cayó enfermo, la Santa Sede nombró a Francisco Banegas Visitador Apostólico en dicha Diócesis, llegando a Jalapa para cumplir su misión el 7 de octubre de 1913. Un año después, el 25 de octubre de 1914 los revolucionarios carrancistas que acostumbraban incendiar templos y conventos y vejar sacerdotes, entraron a Jalapa, por lo que Monseñor Banegas se vio obligado a huir a la Habana, Cuba, donde permaneció medio año. Posteriormente se trasladó a la ciudad de Chicago residiendo en ella hasta que las circunstancias políticas le permitieron volver a México en enero de 1919.

De inmediato se dirigió a Jalapa a continuar gobernando la Diócesis, pero ahora en calidad de Administrador Apostólico, pues el Obispo titular, Mons. Pagaza, había fallecido un año atrás.

Pocas semanas estuvo ya Mons. Banegas en Jalapa pues el 28 de febrero de 1919 fue nombrado Obispo de la diócesis de Querétaro. El 27 de julio fue consagrado obispo en la Basílica de Guadalupe por Mons. Francisco Plancarte y Navarrete, Arzobispo de Linares, y tomó posesión de su diócesis el 9 de agosto.

Durante los trece años de pontificado gozó Monseñor Banegas de la admiración y confianza de los sacerdotes y diocesanos. Enemigo de toda violencia se opuso a la vía de las armas en el conflicto cristero. Se le reconoció su vasta ciencia, profunda humildad, reflexiva prudencia en el manejo de los negocios, serena equidad en sus resoluciones, piadoso espíritu de oración, imperturbable paciencia para recibir y escuchar a todos los que lo buscaban, y para sufrir los dolores morales y físicos.

Fue él quien logró, en el templo de San Felipe, ubicar en forma definitiva la Catedral de la Diócesis.

Asimismo, reimpulsó el Seminario Conciliar siendo él mismo su rector. En enero de 1932 tuvo un rápido decaimiento de sus fuerzas y los exámenes médicos que le practicaron revelaron que en el pulmón derecho tenía un tumor canceroso incurable. Soportó su enfermedad con gran ánimo y fortaleza de espíritu y falleció el 14 de noviembre de 1932. Sus honras fúnebres se celebraron en la Catedral de Querétaro.