/ viernes 15 de julio de 2022

Contraluz | Desarrollo y retos


Querétaro es hoy tierra pródiga. Muy lejos quedaron los tiempos en que su principal riqueza la constituía su actividad agropecuaria, acompasada en importante medida con la textil –oscura y lacerante, constituida por obrajes y trapiches donde la explotación laboral era inhumana- y posteriormente con algunas industrias fabriles entre las que destacaban La Purísima, El Hércules y el molino de San Antonio, San José de la Montaña y la Bonetera. Apenas a mediados del siglo pasado se apostó por la industrialización más formal empezando con la franja de la Carretera Constitución –hoy Paseo de la República- a la altura del kilómetro 7.5 donde se instalaron factorías como Concordia, Singer, Carnation, Kelloggs y Purina.

El gran despegue vino posteriormente de la mano de Bernardo Quintana con grandes industrias como Industria del Hierro, Tremec, Cardanes, Maersa, Autoforjas y muchas más que fueron pilar del Querétaro desarrollado del que hoy disfrutamos.

El proceso de crecimiento había sido muy lento y complicado pues pese a ser cruce de caminos, ciudad culta y ordenada, Querétaro fue considerado como estado conservador y tradicionalista, por lo que sufrió el castigo del centralismo, sobre todo después de haber sido refugio del Segundo Imperio de Maximiliano.

Hubo de sufrir Querétaro humillaciones y exclusiones; abandono y rechazos en favor de otras entidades.

Se conformó así una sociedad que por necesidad tuvo que ser austera y solidaria. Muchas familias tuvieron que emigrar y muchas más adaptarse a una economía de subsistencia con frecuentes desabastos, bajos salarios públicos y privados, casi nula infraestructura, y escasa política social en favor de los muchos pobres.

Sólo hubo un repunte con Venustiano Carranza, pero duró poco. Fueron heroicos los escasos profesionistas que quedaron o que arribaron al concluir sus estudios, pues el trabajo era arduo y la paga escasa en prácticamente todos los ámbitos: salud, educación, ingeniería civil; y aún en el sector público.

Pero en los años 60 del siglo anterior la situación empezó a cambiar y la evolución fue rápida gracias a que, pese a todo, existía una sociedad en general ordenada y cuidadosa de sus bienes. Desde entonces Querétaro ha sido de los estados con mayor desarrollo en la República pues aparte de no traicionar su cultura y tradiciones, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos de crecimiento, de inmigraciones y de desarrollo, sin soslayar la importancia de la estabilidad social, esencia del bienestar.

Pero también desde entonces han surgido preocupaciones y voces que demandan con serenidad la necesidad de reglamentaciones eficaces en torno al crecimiento urbano que parece que desborda a la hoy gran metrópoli.

Y ese es un tema que debe contemplarse ante las nuevas inversiones.

Hasta fines del siglo pasado se había previsto ya la necesidad de elegir preferentemente nuevas empresas que no requiriesen de mucha agua y que no contaminasen el medio ambiente.

Es claro que nuevas inversiones generan economía y fuentes de trabajo, pero es importante prever los costos que algunas de ellas puedan generar y que se reflejen en empobrecimiento de la calidad de vida de los queretanos.

Por ello es deseable entre otras medidas, ahondar en la importancia de fijar reglas claras que alienten y defiendan zonas de amortiguamiento en torno a la urbe; cuidar el agua y evitar en lo posible abastecernos de pozos de los decrecientes mantos freáticos; crear muchas más plantas de tratamiento para el reúso del agua; impulsar industrias limpias que no contaminen eliminando el uso de combustóleo y otros contaminantes; incrementar las áreas verdes y los huertos familiares; favorecer el transporte público ágil y seguro para abatir el descomunal uso del vehículos automotores.

Querétaro es hoy ejemplo nacional en muchos renglones –economía, salud, educación, seguridad, políticas públicas-. Sin alardes ni triunfalismos podemos seguir así y mejorar en la medida en que reconozcamos la importancia de que sólo en comunidad podemos salir adelante, como lo hicieron la mayoría de nuestros antepasados en tiempos más difíciles, gracias a su solidaridad, al amor a su tierra, a su sentido del trabajo y a su disposición a ver en los demás, a ciudadanos hermanos que merecen bienestar.

Hoy por fortuna, el camino a seguir, ha sido marcado por el gobernador Mauricio Kuri quien en sus primeros nueve meses de gobierno ha dejado en claro que hay rumbo, que tiene equipo muy capaz, y que pese a graves problemas y avatares como la pandemia, Querétaro sigue y seguirá por la senda humanista del desarrollo y del bienestar.



Querétaro es hoy tierra pródiga. Muy lejos quedaron los tiempos en que su principal riqueza la constituía su actividad agropecuaria, acompasada en importante medida con la textil –oscura y lacerante, constituida por obrajes y trapiches donde la explotación laboral era inhumana- y posteriormente con algunas industrias fabriles entre las que destacaban La Purísima, El Hércules y el molino de San Antonio, San José de la Montaña y la Bonetera. Apenas a mediados del siglo pasado se apostó por la industrialización más formal empezando con la franja de la Carretera Constitución –hoy Paseo de la República- a la altura del kilómetro 7.5 donde se instalaron factorías como Concordia, Singer, Carnation, Kelloggs y Purina.

El gran despegue vino posteriormente de la mano de Bernardo Quintana con grandes industrias como Industria del Hierro, Tremec, Cardanes, Maersa, Autoforjas y muchas más que fueron pilar del Querétaro desarrollado del que hoy disfrutamos.

El proceso de crecimiento había sido muy lento y complicado pues pese a ser cruce de caminos, ciudad culta y ordenada, Querétaro fue considerado como estado conservador y tradicionalista, por lo que sufrió el castigo del centralismo, sobre todo después de haber sido refugio del Segundo Imperio de Maximiliano.

Hubo de sufrir Querétaro humillaciones y exclusiones; abandono y rechazos en favor de otras entidades.

Se conformó así una sociedad que por necesidad tuvo que ser austera y solidaria. Muchas familias tuvieron que emigrar y muchas más adaptarse a una economía de subsistencia con frecuentes desabastos, bajos salarios públicos y privados, casi nula infraestructura, y escasa política social en favor de los muchos pobres.

Sólo hubo un repunte con Venustiano Carranza, pero duró poco. Fueron heroicos los escasos profesionistas que quedaron o que arribaron al concluir sus estudios, pues el trabajo era arduo y la paga escasa en prácticamente todos los ámbitos: salud, educación, ingeniería civil; y aún en el sector público.

Pero en los años 60 del siglo anterior la situación empezó a cambiar y la evolución fue rápida gracias a que, pese a todo, existía una sociedad en general ordenada y cuidadosa de sus bienes. Desde entonces Querétaro ha sido de los estados con mayor desarrollo en la República pues aparte de no traicionar su cultura y tradiciones, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos de crecimiento, de inmigraciones y de desarrollo, sin soslayar la importancia de la estabilidad social, esencia del bienestar.

Pero también desde entonces han surgido preocupaciones y voces que demandan con serenidad la necesidad de reglamentaciones eficaces en torno al crecimiento urbano que parece que desborda a la hoy gran metrópoli.

Y ese es un tema que debe contemplarse ante las nuevas inversiones.

Hasta fines del siglo pasado se había previsto ya la necesidad de elegir preferentemente nuevas empresas que no requiriesen de mucha agua y que no contaminasen el medio ambiente.

Es claro que nuevas inversiones generan economía y fuentes de trabajo, pero es importante prever los costos que algunas de ellas puedan generar y que se reflejen en empobrecimiento de la calidad de vida de los queretanos.

Por ello es deseable entre otras medidas, ahondar en la importancia de fijar reglas claras que alienten y defiendan zonas de amortiguamiento en torno a la urbe; cuidar el agua y evitar en lo posible abastecernos de pozos de los decrecientes mantos freáticos; crear muchas más plantas de tratamiento para el reúso del agua; impulsar industrias limpias que no contaminen eliminando el uso de combustóleo y otros contaminantes; incrementar las áreas verdes y los huertos familiares; favorecer el transporte público ágil y seguro para abatir el descomunal uso del vehículos automotores.

Querétaro es hoy ejemplo nacional en muchos renglones –economía, salud, educación, seguridad, políticas públicas-. Sin alardes ni triunfalismos podemos seguir así y mejorar en la medida en que reconozcamos la importancia de que sólo en comunidad podemos salir adelante, como lo hicieron la mayoría de nuestros antepasados en tiempos más difíciles, gracias a su solidaridad, al amor a su tierra, a su sentido del trabajo y a su disposición a ver en los demás, a ciudadanos hermanos que merecen bienestar.

Hoy por fortuna, el camino a seguir, ha sido marcado por el gobernador Mauricio Kuri quien en sus primeros nueve meses de gobierno ha dejado en claro que hay rumbo, que tiene equipo muy capaz, y que pese a graves problemas y avatares como la pandemia, Querétaro sigue y seguirá por la senda humanista del desarrollo y del bienestar.