/ viernes 20 de mayo de 2022

Contraluz | Disentir 


Las naciones democráticas tienen gran parte de su sustento racional en la posibilidad de disentir, de manifestar desacuerdos, fundamentarlos y manifestarlos, esperando a cambio argumentación, debate y conclusiones sustentadas en la verdad, experiencia y el bien de las mayorías.

A partir del Siglo XVIII las grandes naciones iniciaron su largo camino hacia la civilidad mediante sociedades capaces de opinar, de argumentar, de participar y por supuesto disentir. Fue así como fueron quedando atrás las monarquías autoritarias, feudos de reyezuelos, convenios de familias ungidas que concertaban uniones entre sus vástagos para mantener el poder a costa de injusticias con mayorías mantenidas al margen del desarrollo, la justicia y la dignidad. México sufrió siglos de autoritarismo, enfrentamientos y guerras, para llegar finalmente a tener perspectivas de nación fuerte y democrática gracias a la disposición de líderes, bandos y pueblos para cicatrizar sus largas heridas heredadas del violento encuentro de culturas y cauterizar en beneficio de las mejores causas los disensos que sembraron radicalismos y largas disputas entre los que el tiempo se escurrió en medio de enfrentamientos y confusiones que nos alejaron del ideal del bien común, de la solidaridad y de la unidad nacional. Transcurrieron años para pasar de la intransigencia al diálogo; de la guerra a la aceptación del otro; de la simple argumentación retórica a la disposición a aceptar la posibilidad de errores propios, y a comprender y reconocer en el otro la posibilidad de aciertos y certezas.

Aceptar el disenso con valentía fue clave para llegar a períodos de estabilidad y paz en los que el desarrollo, el trabajo, la productividad y el anhelo de humanismo integral fueron cimiento del verdadero nacimiento de una patria más justa, estable y ordenada. Se aprendió que disentir y aceptar disensos es clave de auténtica valentía al aceptar que el otro puede tener razón ante lo cual emergen inteligencia y sensatez para resolver los retos comunes. Hoy, México está de nuevo en crisis; su drama consiste en que la intransigencia que rechaza al otro simplemente porque no opina como uno, ha vuelto por sus fueros mediante epítetos, adjetivos y agresiones que no dejan espacio a tender los puentes necesarios al entendimiento mediante debates serenos y honestos en la búsqueda de la verdad y del bien solidario.

Volver en alguna medida a los tristes tiempos de nación dividida por caprichos, sectarismos y condenas, es alejarse peligrosamente de la sustancia de la democracia, del humanismo, de la ética, de la verdad y de la aspiración primigenia a la concordia.

Pareciera a veces que la posibilidad de acuerdos es desechada por principio. En los polos de dicha actitud están el odio, por una parte y algo como la frivolidad narcisista por otra.

Algo ocurre hoy en México que hace desbarrancar muchas posibilidades de convivencia pacífica, justa y con desarrollo, para caer en injusticias, maldades y estropicios mayores que los que se pregona combatir.

Frivolidad, por la imposición de caprichos; odio por la persecución permanente y absurda de supuestos enemigos. Frivolidad es, aunque se pregone austeridad, atentar contra las instituciones desde su base, pretendiendo inventarlo todo, en vez de enmendar lo que pueda no haber funcionado. Narcisismo es creer infantilmente que se tiene la razón en todo y combatir por todos los medios a quienes no están de acuerdo.

México tiene hoy retos como abatir la deuda secular con los pobres, misma que cada sexenio se pretende saldar con distintas formas o métodos, sin apreciar lo que de bueno han tenido experiencias anteriores. Si se tienen emergencias, bien está que se solventen y se atiendan, pero sin dejar de lado los programas que sí funcionaron. Si hay corrupción, que se castigue a los autores, pero no a empeños generados con inteligencia que pudieran haber sido pervertidos en mayor o menor medida.

Pensaba en todo esto al advertir los nuevos riesgos de la seguridad aérea en la capital del país; en las polémicas en torno al Tren Maya, el Canal Interoceánico y la nueva refinería de Dos Bocas; en la supresión de guarderías y escuelas de tiempo completo; en el gran desabasto de medicinas los primeros tres años de la administración.

Pensaba en todo esto al revisar y ver números y cuadros estadísticos sobre la pandemia y su cauda de miles de muertos en todo el país; sobre la violencia creciente y los miles de homicidios dolosos; los numerosos feminicidios; la persecución cotidiana a periodistas; los respetuosos reclamos de la UNAM ante la nueva andanada de críticas a su muy decoroso actuar; los investigadores de Conacyt y el Cide que han sido groseramente afrentados, al igual que los médicos y personal hospitalario que han sido héroes en la pandemia; y sobre todo pensaba en las fuerzas del orden, entiéndase Ejército, Marina y Guardia Nacional, muchos de ellos abatidos, enviados a combatir con abrazos, al crimen organizado.

Pensaba en lo anterior al advertir problemas ciertamente externos que han elevado la inflación; y en los restos de nuestra política exterior que arrastra problemas gravísimos como el de la migración, el tráfico de drogas y el respaldo a dictaduras de la región.

Y bueno, disiento de muchas cosas que hoy se realizan. No estoy de acuerdo. Y es que no creo en la austeridad frívola y oscura, ni en el narcisismo neocentralista que frena la esencia del auténtico ser democrático.

Concordia y Galardón

En contrapartida hay por fortuna otras buenas noticias: sin desconocer problemas y retos, Querétaro, entidad progresista y en desarrollo desde hace más de cinco décadas, ha sabido mantenerse en términos generales en concordia, laboriosidad y crecimiento gracias al entendimiento de sus diversos sectores con la autoridad.

Mantener dichas posiciones gracias al diálogo y a la transparencia en el proponer y hacer, es reto cotidiano que ha de preservarse por el bien de todos.

Hoy hay otro reconocimiento por celebrar: el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022 otorgado al esforzado y tenaz investigador emérito del INAH Eduardo Matos Moctezuma.

Su mensaje de agradecimiento es un oportuno ejemplo de inteligencia, serenidad y humildad:

“El Premio Princesa de Asturias constituye para mí un honor muy grande, por lo que estoy muy agradecido. Indagar en el pasado para traerlo al presente ha sido la tarea que he realizado incesantemente a lo largo de mi vida. Hoy observo con gran satisfacción los frutos de esa tarea, la cual me han permitido conocer nuestra propia historia y cómo estuvo ligada a la de otros países como España”.

El Jurado del citado premio fundamentó su decisión de galardonar a Eduardo Matos Moctezuma en reconocimiento “a su extraordinario rigor intelectual para reconstruir las civilizaciones de México y Mesoamérica, y para hacer que dicho patrimonio se integre de manera objetiva y libre de cualquier mito”.

Eduardo Matos es maestro en Ciencias Antropológicas, con especialidad en Arqueología, por la ENAH y por la Universidad Nacional Autónoma de México, instituciones con las que realizó investigaciones en sitios arqueológicos como Tepeapulco, Bonampak, Comalcalco, Cholula, Coacalco, Tlatelolco, Tula y Teotihuacan. Como se ve, en tiempos críticos también hay realidades que nos recuerdan que también somos una nación de luces, de serenidades vivas, de inteligencia y de talento.



Las naciones democráticas tienen gran parte de su sustento racional en la posibilidad de disentir, de manifestar desacuerdos, fundamentarlos y manifestarlos, esperando a cambio argumentación, debate y conclusiones sustentadas en la verdad, experiencia y el bien de las mayorías.

A partir del Siglo XVIII las grandes naciones iniciaron su largo camino hacia la civilidad mediante sociedades capaces de opinar, de argumentar, de participar y por supuesto disentir. Fue así como fueron quedando atrás las monarquías autoritarias, feudos de reyezuelos, convenios de familias ungidas que concertaban uniones entre sus vástagos para mantener el poder a costa de injusticias con mayorías mantenidas al margen del desarrollo, la justicia y la dignidad. México sufrió siglos de autoritarismo, enfrentamientos y guerras, para llegar finalmente a tener perspectivas de nación fuerte y democrática gracias a la disposición de líderes, bandos y pueblos para cicatrizar sus largas heridas heredadas del violento encuentro de culturas y cauterizar en beneficio de las mejores causas los disensos que sembraron radicalismos y largas disputas entre los que el tiempo se escurrió en medio de enfrentamientos y confusiones que nos alejaron del ideal del bien común, de la solidaridad y de la unidad nacional. Transcurrieron años para pasar de la intransigencia al diálogo; de la guerra a la aceptación del otro; de la simple argumentación retórica a la disposición a aceptar la posibilidad de errores propios, y a comprender y reconocer en el otro la posibilidad de aciertos y certezas.

Aceptar el disenso con valentía fue clave para llegar a períodos de estabilidad y paz en los que el desarrollo, el trabajo, la productividad y el anhelo de humanismo integral fueron cimiento del verdadero nacimiento de una patria más justa, estable y ordenada. Se aprendió que disentir y aceptar disensos es clave de auténtica valentía al aceptar que el otro puede tener razón ante lo cual emergen inteligencia y sensatez para resolver los retos comunes. Hoy, México está de nuevo en crisis; su drama consiste en que la intransigencia que rechaza al otro simplemente porque no opina como uno, ha vuelto por sus fueros mediante epítetos, adjetivos y agresiones que no dejan espacio a tender los puentes necesarios al entendimiento mediante debates serenos y honestos en la búsqueda de la verdad y del bien solidario.

Volver en alguna medida a los tristes tiempos de nación dividida por caprichos, sectarismos y condenas, es alejarse peligrosamente de la sustancia de la democracia, del humanismo, de la ética, de la verdad y de la aspiración primigenia a la concordia.

Pareciera a veces que la posibilidad de acuerdos es desechada por principio. En los polos de dicha actitud están el odio, por una parte y algo como la frivolidad narcisista por otra.

Algo ocurre hoy en México que hace desbarrancar muchas posibilidades de convivencia pacífica, justa y con desarrollo, para caer en injusticias, maldades y estropicios mayores que los que se pregona combatir.

Frivolidad, por la imposición de caprichos; odio por la persecución permanente y absurda de supuestos enemigos. Frivolidad es, aunque se pregone austeridad, atentar contra las instituciones desde su base, pretendiendo inventarlo todo, en vez de enmendar lo que pueda no haber funcionado. Narcisismo es creer infantilmente que se tiene la razón en todo y combatir por todos los medios a quienes no están de acuerdo.

México tiene hoy retos como abatir la deuda secular con los pobres, misma que cada sexenio se pretende saldar con distintas formas o métodos, sin apreciar lo que de bueno han tenido experiencias anteriores. Si se tienen emergencias, bien está que se solventen y se atiendan, pero sin dejar de lado los programas que sí funcionaron. Si hay corrupción, que se castigue a los autores, pero no a empeños generados con inteligencia que pudieran haber sido pervertidos en mayor o menor medida.

Pensaba en todo esto al advertir los nuevos riesgos de la seguridad aérea en la capital del país; en las polémicas en torno al Tren Maya, el Canal Interoceánico y la nueva refinería de Dos Bocas; en la supresión de guarderías y escuelas de tiempo completo; en el gran desabasto de medicinas los primeros tres años de la administración.

Pensaba en todo esto al revisar y ver números y cuadros estadísticos sobre la pandemia y su cauda de miles de muertos en todo el país; sobre la violencia creciente y los miles de homicidios dolosos; los numerosos feminicidios; la persecución cotidiana a periodistas; los respetuosos reclamos de la UNAM ante la nueva andanada de críticas a su muy decoroso actuar; los investigadores de Conacyt y el Cide que han sido groseramente afrentados, al igual que los médicos y personal hospitalario que han sido héroes en la pandemia; y sobre todo pensaba en las fuerzas del orden, entiéndase Ejército, Marina y Guardia Nacional, muchos de ellos abatidos, enviados a combatir con abrazos, al crimen organizado.

Pensaba en lo anterior al advertir problemas ciertamente externos que han elevado la inflación; y en los restos de nuestra política exterior que arrastra problemas gravísimos como el de la migración, el tráfico de drogas y el respaldo a dictaduras de la región.

Y bueno, disiento de muchas cosas que hoy se realizan. No estoy de acuerdo. Y es que no creo en la austeridad frívola y oscura, ni en el narcisismo neocentralista que frena la esencia del auténtico ser democrático.

Concordia y Galardón

En contrapartida hay por fortuna otras buenas noticias: sin desconocer problemas y retos, Querétaro, entidad progresista y en desarrollo desde hace más de cinco décadas, ha sabido mantenerse en términos generales en concordia, laboriosidad y crecimiento gracias al entendimiento de sus diversos sectores con la autoridad.

Mantener dichas posiciones gracias al diálogo y a la transparencia en el proponer y hacer, es reto cotidiano que ha de preservarse por el bien de todos.

Hoy hay otro reconocimiento por celebrar: el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022 otorgado al esforzado y tenaz investigador emérito del INAH Eduardo Matos Moctezuma.

Su mensaje de agradecimiento es un oportuno ejemplo de inteligencia, serenidad y humildad:

“El Premio Princesa de Asturias constituye para mí un honor muy grande, por lo que estoy muy agradecido. Indagar en el pasado para traerlo al presente ha sido la tarea que he realizado incesantemente a lo largo de mi vida. Hoy observo con gran satisfacción los frutos de esa tarea, la cual me han permitido conocer nuestra propia historia y cómo estuvo ligada a la de otros países como España”.

El Jurado del citado premio fundamentó su decisión de galardonar a Eduardo Matos Moctezuma en reconocimiento “a su extraordinario rigor intelectual para reconstruir las civilizaciones de México y Mesoamérica, y para hacer que dicho patrimonio se integre de manera objetiva y libre de cualquier mito”.

Eduardo Matos es maestro en Ciencias Antropológicas, con especialidad en Arqueología, por la ENAH y por la Universidad Nacional Autónoma de México, instituciones con las que realizó investigaciones en sitios arqueológicos como Tepeapulco, Bonampak, Comalcalco, Cholula, Coacalco, Tlatelolco, Tula y Teotihuacan. Como se ve, en tiempos críticos también hay realidades que nos recuerdan que también somos una nación de luces, de serenidades vivas, de inteligencia y de talento.