/ miércoles 20 de enero de 2021

Contraluz | El arribo de Biden - Posverdad

En Washington, ciudad convertida en fortaleza rigurosamente vigilada, Joe Biden prestará hoy juramento como 46 presidente de Estados Unidos en ceremonia a la que no asistirá Donald Trump, presidente saliente quien se despedirá en la Base Conjunta Andrews, de donde partirá hacia Palm Beach.

Se afirmaba ayer que Trump estaba indeciso sobre dejar una carta a Biden en el escritorio de la Oficina Oval.

Al principio de su presidencia, Trump disfrutó mostrando a visitantes la carta que recibió de Obama y que en un párrafo decía:

“Independientemente del empuje y tirón de la política diaria, depende de nosotros dejar esos instrumentos de nuestra democracia al menos tan fuertes como los encontramos”.

Donald Trump soportó en los últimos días de su presidencia los informes sobre un segundo juicio político en su contra; y en soledad, supo del creciente alejamiento de antiguos aliados.

Evasivo y resentido intentaba reunir otro equipo legal para el juicio en tanto que sopesaba, según CNN, indultos para él y su familia, mientras la Casa Blanca se vaciaba.

Atrás queda la euforia de más de cuatro años signada por el triunfalismo y la autocomplacencia: “Empezaremos a trabajar inmediatamente para hacer que América vuelva a ser grande otra vez” había saludado Trump a sus seguidores y a los estadunidenses en general, en 2016 cuando, contra todo pronóstico, su victoria sorprendía a la comunidad internacional.

Todo sería grande otra vez, había prometido.

Su retórica narcisista retomaba entonces vuelos: “Soy el presidente con mayor voto popular de la historia”; “La jura de mi cargo ha tenido más asistentes que nadie”; “Somos el país que mejor combate la pandemia”. Éstas y otras afirmaciones le otorgaron el título de adalid de la posverdad.

¿Y qué es la posverdad?: Oxford Dictionaries recoge esta palabra para denominar el fenómeno por el cual, ante una intensa emoción, los hechos y los datos dejan de ser relevantes.

Así, con su comunicación posverdadera, Trump mostró ser consciente de que lo sentimental es una palanca poderosa para la movilización. De cualquier forma, sociólogos y politólogos analizan desde noviembre pasado el formidable resultado electoral y coinciden en que la capacidad de movilizar voto con afirmaciones grandilocuentes no explica todo lo que logró Donald Trump el pasado 3 de noviembre. Fueron demasiados votos (74 millones); pareció que no perdió ninguno de los que obtuvo en 2016, provenientes de una izquierda desalentada y muchos de una derecha fútil, enjundiosa y agresiva.

Su incorrección política tuvo quizá mucho impacto emocional en quienes acunaban desesperanza y fastidio, culpando a factores externos de su postración y mediocridad.

Se afirma que la incorrección política conecta con la gente que está de acuerdo con “todas las libertades” y quiere desafiar la espiral del silencio impuesta por lo que consideran una vacua corrección en distintos ámbitos: racial, armamentista, migratorio, religioso, de igualdad de género, etc. En dicho pragmatismo quedan fuera términos como comunidad, orden, contrapesos, confianza y servicio. Independientemente de análisis más a fondo, ha de reconocerse sin embargo que en su período presidencial Trump sí logró beneficios económicos para muchos, reflejados en fortaleza económica, salarial, incremento del PIB, inversión extranjera y consecuente generación de empleos… pese a la pandemia.

En ese contexto, vale la pena ahondar sobre términos que hoy se manejan con inusitada frecuencia y que tienen mucho qué ver con las decisiones políticas que afectan a ciudadanos de todos los países del mundo: “posverdad” y “posdemocracia”.

Hay quien atribuye el origen contemporáneo del término “posverdad” a David Roberts quien en 2010 habló de “política de la posverdad” en un blog para la revista electrónica Grist, donde la definió como “una cultura política en la que la política (la opinión pública y la narrativa de los medios de comunicación) se han vuelto casi totalmente desconectadas de la política pública (la sustancia de lo que se legisla)”.

Algunos comentaristas políticos han identificado la política posverdad como ascendente en la política de algunos países, así como en otras áreas de debate, impulsadas por una combinación del ciclo de noticias de veinticuatro horas, de un falso equilibrio mediático, y la creciente ubicuidad de los medios sociales.

De acuerdo con el diccionario Oxford, el término “posverdad” fue usado por primera vez en un ensayo de 1992 por el dramaturgo serbio-estadounidense Steve Tesich en The Nation (de Nueva York). Tesich, escribiendo sobre el escándalo Watergate, el escándalo Irán– Contra y la Guerra del Golfo, expresó: “Nosotros, como pueblo libre, hemos decidido libremente que queremos vivir en algún mundo de posverdad”.

En 2004, Ralph Keyes usó el concepto “era de la posverdad” en su libro The post-truth era: dishonesty and deception in contemporary life. El mismo año, el periodista estadounidense Eric Alterman habló de un “ambiente político de la posverdad” y acuñó el término “presidencia de la posverdad” en su análisis de las declaraciones engañosas o erróneas de la Presidencia de George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Y en su libro de 2004 Post-democracy, Colin Crouch utilizó el concepto “posdemocracia” para dar cuenta de un modelo de política donde “las elecciones ciertamente existen y pueden cambiar los gobiernos” pero “el debate electoral público es un espectáculo estrechamente controlado, gestionado por equipos rivales de profesionales expertos en técnicas de persuasión, y considerando una pequeña gama de temas seleccionados por esos equipos”. Crouch atribuye directamente al “modelo de industria publicitaria” de la comunicación política la crisis de confianza y las acusaciones de deshonestidad que se asocian con la política posverdad.

El término se extendió fuertemente durante las campañas para la elección presidencial de 2016 en los Estados Unidos y el referéndum de 2016 sobre la permanencia en la Unión Europea en el Reino Unido.

Martín Caparrós considera el término un mero sinónimo del viejo uso de la propaganda, las relaciones públicas y la comunicación estratégica como instrumentos de manipulación y control social.

El término parece definir una evolución dentro de las democracias durante el siglo XXI. Es un término polémico porque llama la atención a las democracias reconocidas que están perdiendo algunos de sus fundamentos y evolucionando hacia un régimen autocrático.

En fin, lo cierto es que la política está cambiando y en ello llevan cuenta los términos posverdad y posdemocracia en donde caben nombres de políticos neo nacionalistas y populistas como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Matteo Salvini.

Joe Biden 46 presidente de los EUA.

El adiós de Donald Trump.

En Washington, ciudad convertida en fortaleza rigurosamente vigilada, Joe Biden prestará hoy juramento como 46 presidente de Estados Unidos en ceremonia a la que no asistirá Donald Trump, presidente saliente quien se despedirá en la Base Conjunta Andrews, de donde partirá hacia Palm Beach.

Se afirmaba ayer que Trump estaba indeciso sobre dejar una carta a Biden en el escritorio de la Oficina Oval.

Al principio de su presidencia, Trump disfrutó mostrando a visitantes la carta que recibió de Obama y que en un párrafo decía:

“Independientemente del empuje y tirón de la política diaria, depende de nosotros dejar esos instrumentos de nuestra democracia al menos tan fuertes como los encontramos”.

Donald Trump soportó en los últimos días de su presidencia los informes sobre un segundo juicio político en su contra; y en soledad, supo del creciente alejamiento de antiguos aliados.

Evasivo y resentido intentaba reunir otro equipo legal para el juicio en tanto que sopesaba, según CNN, indultos para él y su familia, mientras la Casa Blanca se vaciaba.

Atrás queda la euforia de más de cuatro años signada por el triunfalismo y la autocomplacencia: “Empezaremos a trabajar inmediatamente para hacer que América vuelva a ser grande otra vez” había saludado Trump a sus seguidores y a los estadunidenses en general, en 2016 cuando, contra todo pronóstico, su victoria sorprendía a la comunidad internacional.

Todo sería grande otra vez, había prometido.

Su retórica narcisista retomaba entonces vuelos: “Soy el presidente con mayor voto popular de la historia”; “La jura de mi cargo ha tenido más asistentes que nadie”; “Somos el país que mejor combate la pandemia”. Éstas y otras afirmaciones le otorgaron el título de adalid de la posverdad.

¿Y qué es la posverdad?: Oxford Dictionaries recoge esta palabra para denominar el fenómeno por el cual, ante una intensa emoción, los hechos y los datos dejan de ser relevantes.

Así, con su comunicación posverdadera, Trump mostró ser consciente de que lo sentimental es una palanca poderosa para la movilización. De cualquier forma, sociólogos y politólogos analizan desde noviembre pasado el formidable resultado electoral y coinciden en que la capacidad de movilizar voto con afirmaciones grandilocuentes no explica todo lo que logró Donald Trump el pasado 3 de noviembre. Fueron demasiados votos (74 millones); pareció que no perdió ninguno de los que obtuvo en 2016, provenientes de una izquierda desalentada y muchos de una derecha fútil, enjundiosa y agresiva.

Su incorrección política tuvo quizá mucho impacto emocional en quienes acunaban desesperanza y fastidio, culpando a factores externos de su postración y mediocridad.

Se afirma que la incorrección política conecta con la gente que está de acuerdo con “todas las libertades” y quiere desafiar la espiral del silencio impuesta por lo que consideran una vacua corrección en distintos ámbitos: racial, armamentista, migratorio, religioso, de igualdad de género, etc. En dicho pragmatismo quedan fuera términos como comunidad, orden, contrapesos, confianza y servicio. Independientemente de análisis más a fondo, ha de reconocerse sin embargo que en su período presidencial Trump sí logró beneficios económicos para muchos, reflejados en fortaleza económica, salarial, incremento del PIB, inversión extranjera y consecuente generación de empleos… pese a la pandemia.

En ese contexto, vale la pena ahondar sobre términos que hoy se manejan con inusitada frecuencia y que tienen mucho qué ver con las decisiones políticas que afectan a ciudadanos de todos los países del mundo: “posverdad” y “posdemocracia”.

Hay quien atribuye el origen contemporáneo del término “posverdad” a David Roberts quien en 2010 habló de “política de la posverdad” en un blog para la revista electrónica Grist, donde la definió como “una cultura política en la que la política (la opinión pública y la narrativa de los medios de comunicación) se han vuelto casi totalmente desconectadas de la política pública (la sustancia de lo que se legisla)”.

Algunos comentaristas políticos han identificado la política posverdad como ascendente en la política de algunos países, así como en otras áreas de debate, impulsadas por una combinación del ciclo de noticias de veinticuatro horas, de un falso equilibrio mediático, y la creciente ubicuidad de los medios sociales.

De acuerdo con el diccionario Oxford, el término “posverdad” fue usado por primera vez en un ensayo de 1992 por el dramaturgo serbio-estadounidense Steve Tesich en The Nation (de Nueva York). Tesich, escribiendo sobre el escándalo Watergate, el escándalo Irán– Contra y la Guerra del Golfo, expresó: “Nosotros, como pueblo libre, hemos decidido libremente que queremos vivir en algún mundo de posverdad”.

En 2004, Ralph Keyes usó el concepto “era de la posverdad” en su libro The post-truth era: dishonesty and deception in contemporary life. El mismo año, el periodista estadounidense Eric Alterman habló de un “ambiente político de la posverdad” y acuñó el término “presidencia de la posverdad” en su análisis de las declaraciones engañosas o erróneas de la Presidencia de George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Y en su libro de 2004 Post-democracy, Colin Crouch utilizó el concepto “posdemocracia” para dar cuenta de un modelo de política donde “las elecciones ciertamente existen y pueden cambiar los gobiernos” pero “el debate electoral público es un espectáculo estrechamente controlado, gestionado por equipos rivales de profesionales expertos en técnicas de persuasión, y considerando una pequeña gama de temas seleccionados por esos equipos”. Crouch atribuye directamente al “modelo de industria publicitaria” de la comunicación política la crisis de confianza y las acusaciones de deshonestidad que se asocian con la política posverdad.

El término se extendió fuertemente durante las campañas para la elección presidencial de 2016 en los Estados Unidos y el referéndum de 2016 sobre la permanencia en la Unión Europea en el Reino Unido.

Martín Caparrós considera el término un mero sinónimo del viejo uso de la propaganda, las relaciones públicas y la comunicación estratégica como instrumentos de manipulación y control social.

El término parece definir una evolución dentro de las democracias durante el siglo XXI. Es un término polémico porque llama la atención a las democracias reconocidas que están perdiendo algunos de sus fundamentos y evolucionando hacia un régimen autocrático.

En fin, lo cierto es que la política está cambiando y en ello llevan cuenta los términos posverdad y posdemocracia en donde caben nombres de políticos neo nacionalistas y populistas como Donald Trump, Jair Bolsonaro y Matteo Salvini.

Joe Biden 46 presidente de los EUA.

El adiós de Donald Trump.