/ miércoles 3 de febrero de 2021

Contraluz | El Velasco

Este año se cumplen cincuenta de que desapareció en Querétaro una institución educativa que marcó en Querétaro toda una tradición de formación en carácter, civismo, gallardía, disciplina y educación integral.

No me tocó conocerla desde dentro, pero recuerdo con singular claridad mi admiración cuando en los desfiles de fechas cívicas sus contingentes marchaban con espléndidos trajes de gala por las calles de nuestra ciudad -y de muchas otras de diferentes estados-, con enorme espectacularidad y gallardía.

Cuando los veía desfilar el 16 de septiembre, o el 5 de mayo o el 20 de noviembre me era muy fácil remembrar la “Marcha Triunfal” de Rubén Darío:

¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines, la espada se anuncia con vivo reflejo; ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines.

Así lo veía: todo era orden, colorido, marcialidad y viveza: tambores y clarines, levitas, espadas relucientes, kepís con visera ornamentada, guantes blancos, charreteras, canelones, chaponas, cintas de color dorado y morado obispo, botonaduras doradas, calzado negro brillante…

Se trataba de la Escuela Metodista, Instituto Militarizado Benjamín N.

Velasco que había llegado a Querétaro en 1921.

Con aquel ánimo de admiración adolescente busqué con el tiempo a quien había sido su tercer director, pilar y cimiento consolidador de aquella heroica empresa: el Instituto Militarizado Benjamín N. Velasco, conocida popularmente como “el Velasco”, ubicado en las calles de Hidalgo, hoy Hotel Señorial.

El hombre, maestro Agustín Romero López, contaba ya con 90 años y había estado al frente del instituto durante sus últimos 50 años (19211971).

Tremendamente lúcido, fuerte, jovial, contaba entonces Romero López que en 1921 la misión metodista había dejaba de serlo “para convertirse en un grupo autónomo, libre y mexicano en todos los aspectos. Nunca la misión metodista fue como se creía, una empresa que favoreciera a ningún imperialismo, porque como se rechazaba el de Roma, rechazábamos igualmente el de Berlín, Londres o Washington.

“Nos sujetábamos naturalmente a las consecuencias económicas, sostener una institución no como empresa comercial; no admitíamos esto de empresa de educación, ni tampoco lo de obreros de la enseñanza; éramos todos educadores del pueblo de México que anhelábamos su progreso”.

Pese a dificultades permanentes, descalificaciones y malentendidos, la institución logró mantenerse incólume ante la evidencia y calidad de su servicio a adolescentes y jóvenes de todo el país, tanto externos como internos. Por ello, pese a hostilidades frecuentes, la Escuela fue aceptada por todos los gobernadores, “empezando por el licenciado José María Truchuelo (gobernador de 1920 a 1923) que fue el primer gobernador que dando una demostración de verdadera democracia, concurrió a los festivales del Velasco… se dio cuenta del impuso que queríamos dar a la educación integral incluyendo por supuesto la vida deportiva.

“Para todos los gobernadores, decía entonces el maestro Romero López, nuestra palabra es de agradecimiento. Cada uno en la medida de su posibilidad, nos dio ánimo para seguir laborando en la tarea educativa emprendida”.

El maestro Agustín Romero López había realizado sus estudios en Querétaro, Puebla, Indiana, Estados Unidos y el Distrito Federal. Cuando se hizo cargo de la institución tenía en su haber la primaria, la secundaria, la preparatoria, la normal, dos años de medicina y uno de teología; ya como director de la Escuela, concluiría la licenciatura en Leyes.

Lamentaba entonces “las difíciles condiciones desde el punto de vista económico que tienen que soportar los maestros, las que los obligan a buscar elementos de ingreso económico descuidando dedicarse plenamente a la instrucción. El remedio que ayudaría a resolver este problema sería un estudio del gobierno en torno a las partidas que se dan para la educación; de forma que al maestro se le den emolumentos suficientes para dedicarse real y positivamente a la educación y no que por dedicarse a ésta, repercuta en un sacrificio personal y de su familia.

“Cuando determiné clausurar la escuela -1971- fue especialmente porque no era posible después de 50 años sostenerla con los mismos principios de considerar la educación como un derecho a quienes la necesitaban aún faltos de recursos”.

A lo largo de su historia el Velasco formó a miles de alumnos de toda la república, muchos de los cuales descollaron en los distintos campos de la ciencia, la tecnología, el arte, el deporte y la política.

Un denominador común que se advirtió y advierte en la mayoría de ellos es el orgullo de haber pertenecido a la institución formadora en carácter, disciplina, educación, y sobre todo: amor a la Patria.

Este año se cumplen cincuenta de que desapareció en Querétaro una institución educativa que marcó en Querétaro toda una tradición de formación en carácter, civismo, gallardía, disciplina y educación integral.

No me tocó conocerla desde dentro, pero recuerdo con singular claridad mi admiración cuando en los desfiles de fechas cívicas sus contingentes marchaban con espléndidos trajes de gala por las calles de nuestra ciudad -y de muchas otras de diferentes estados-, con enorme espectacularidad y gallardía.

Cuando los veía desfilar el 16 de septiembre, o el 5 de mayo o el 20 de noviembre me era muy fácil remembrar la “Marcha Triunfal” de Rubén Darío:

¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines, la espada se anuncia con vivo reflejo; ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines.

Así lo veía: todo era orden, colorido, marcialidad y viveza: tambores y clarines, levitas, espadas relucientes, kepís con visera ornamentada, guantes blancos, charreteras, canelones, chaponas, cintas de color dorado y morado obispo, botonaduras doradas, calzado negro brillante…

Se trataba de la Escuela Metodista, Instituto Militarizado Benjamín N.

Velasco que había llegado a Querétaro en 1921.

Con aquel ánimo de admiración adolescente busqué con el tiempo a quien había sido su tercer director, pilar y cimiento consolidador de aquella heroica empresa: el Instituto Militarizado Benjamín N. Velasco, conocida popularmente como “el Velasco”, ubicado en las calles de Hidalgo, hoy Hotel Señorial.

El hombre, maestro Agustín Romero López, contaba ya con 90 años y había estado al frente del instituto durante sus últimos 50 años (19211971).

Tremendamente lúcido, fuerte, jovial, contaba entonces Romero López que en 1921 la misión metodista había dejaba de serlo “para convertirse en un grupo autónomo, libre y mexicano en todos los aspectos. Nunca la misión metodista fue como se creía, una empresa que favoreciera a ningún imperialismo, porque como se rechazaba el de Roma, rechazábamos igualmente el de Berlín, Londres o Washington.

“Nos sujetábamos naturalmente a las consecuencias económicas, sostener una institución no como empresa comercial; no admitíamos esto de empresa de educación, ni tampoco lo de obreros de la enseñanza; éramos todos educadores del pueblo de México que anhelábamos su progreso”.

Pese a dificultades permanentes, descalificaciones y malentendidos, la institución logró mantenerse incólume ante la evidencia y calidad de su servicio a adolescentes y jóvenes de todo el país, tanto externos como internos. Por ello, pese a hostilidades frecuentes, la Escuela fue aceptada por todos los gobernadores, “empezando por el licenciado José María Truchuelo (gobernador de 1920 a 1923) que fue el primer gobernador que dando una demostración de verdadera democracia, concurrió a los festivales del Velasco… se dio cuenta del impuso que queríamos dar a la educación integral incluyendo por supuesto la vida deportiva.

“Para todos los gobernadores, decía entonces el maestro Romero López, nuestra palabra es de agradecimiento. Cada uno en la medida de su posibilidad, nos dio ánimo para seguir laborando en la tarea educativa emprendida”.

El maestro Agustín Romero López había realizado sus estudios en Querétaro, Puebla, Indiana, Estados Unidos y el Distrito Federal. Cuando se hizo cargo de la institución tenía en su haber la primaria, la secundaria, la preparatoria, la normal, dos años de medicina y uno de teología; ya como director de la Escuela, concluiría la licenciatura en Leyes.

Lamentaba entonces “las difíciles condiciones desde el punto de vista económico que tienen que soportar los maestros, las que los obligan a buscar elementos de ingreso económico descuidando dedicarse plenamente a la instrucción. El remedio que ayudaría a resolver este problema sería un estudio del gobierno en torno a las partidas que se dan para la educación; de forma que al maestro se le den emolumentos suficientes para dedicarse real y positivamente a la educación y no que por dedicarse a ésta, repercuta en un sacrificio personal y de su familia.

“Cuando determiné clausurar la escuela -1971- fue especialmente porque no era posible después de 50 años sostenerla con los mismos principios de considerar la educación como un derecho a quienes la necesitaban aún faltos de recursos”.

A lo largo de su historia el Velasco formó a miles de alumnos de toda la república, muchos de los cuales descollaron en los distintos campos de la ciencia, la tecnología, el arte, el deporte y la política.

Un denominador común que se advirtió y advierte en la mayoría de ellos es el orgullo de haber pertenecido a la institución formadora en carácter, disciplina, educación, y sobre todo: amor a la Patria.