/ miércoles 6 de enero de 2021

Contraluz| Los Magos y el 2021

Nos adentramos ya en este 2021, año inédito, cuajado de esperanzas y de incertidumbres; de temores y de expectativas nuevas; de vacunas promisorias y de arengas a la paciencia y a la responsabilidad.

Hoy, día en que los Reyes Magos han llegado con sus ofrendas al Niño Jesús, y su prédica de humildad, no será, no es, como en otros años en que la tradición se desbordaba por calles y plazas, por viviendas nuevas y viejas, por ciudades y campos.

Hoy la celebración de los Magos de Oriente ha de ser discreta y sin tumultos.

Por ello, en este impase de confinamiento releí parte de “Reflejos de Navidad” que el sabio cronista queretano J. Antonio Servín Lozada abordó en la radio local (XEJX) allá por 1941 y que por fortuna fue plasmada después en varias ediciones impresas, la última en 1992.

Hablaba don Antonio del desfile de los Carros Bíblicos el 24 de diciembre y refería que después del paso del último carro con el Misterio de los Leandros –esculturas del Nacimiento de Jesús- venía la comitiva de los Magos, y al final “La Recua”.

Y relataba la tradición, que quizá por muchos de nosotros ha sido soslayada u olvidada. La transcribo: “Los sabios Orientales, dedicados al estudio de los astros sobre el cielo limpio de sus inmensas llanuras no interrumpidas por los montes, descubrieron una nueva estrella de

fulgores singulares, entre los millones que pueblan el firmamento, y consultados por viejos libros, conocieron que era la estrella del Mesías y que anunciaba su nacimiento. Y guiados por ella, con todas las riquezas y comodidades posibles de aquel tiempo, montado sobre

camellos y elefantes llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el recién nacido Rey de los Judíos? Hemos visto su estrella en el Oriente y venimos con nuestros dones a adorarlo”; porque la estrella que nos guiaba había desaparecido. El Rey Herodes, convocados los doctores en la Ley, supo de ellos que efectivamente era el tiempo

anunciado por los profetas para la venida del Mesías, y que era en Belén, donde debía había de nacer, según aquella profecía de Malaquías: “Y tú, Belén de Judá, no eres ciertamente el más pequeño de los pueblos de Judea, porque de ti ha de nacer quien rija los

destinos del pueblo de Israel”. Y llamando a los Magos en secreto, les dijo que fueran a Belén, que si encontraban al Rey Infante, volvieran a decírselo para también él ir a adorarlo. Y a Belén fueron los Magos y en el camino apareció nuevamente la estrella que los guiaba y fue a posarse sobre la gruta que dio albergue al Rey de los Cielos. Y allí, envuelto en pañales y recostado entre pajas, yacía el Tierno Infante.

Los Magos lo adoraron y le ofrecieron simbólicos presentes de oro, incienso y mirra. Y avisados en sueños por un Ángel, no volvieron al Rey Herodes, que buscaba al Niño para matarlo, y tomaron un camino distinto que los condujera al Oriente”.

La tradición se completaba en medio de jolgorio y fiesta, como aún ocurre hoy en día, con regalos y dulces para los niños que les traen los Reyes Magos; todavía entonces -1941- no irrumpía con toda su fuerza la figura de Santa Clos y apenas asomaba en algunos jardines el Árbol de Navidad.

Vale anotar que junto a la tradición del Día de Reyes, surgieron después en algunos medios de comunicación, expresiones diversas con anhelos diversos, individuales o colectivos, expresados en cartas o escritos a los Reyes Magos.

Retomando ese tenor, yo les pediría para nuestro México, en sus crisis propias y globales, en primer término, salud y expectativas de triunfo frente al Covid 19; y en lo general, unidad nacional ante los embates del divisionismo y el renacimiento de las reiteradas arengas maniqueas que sólo pueden conducir al odio y a la violencia.

Releía al respecto un escrito de José Iturriaga Saúco (1914-2011), Medalla Belisario Domínguez 2001, publicado en la Revista Querétaro en marzo de 1990, quien resumía las etapas históricas de nuestra estructura política, destacando las enormes pérdidas que dejaron nuestras guerras fratricidas que “descapitalizaron al país y retrasaron nuestro desarrollo nacional”.

Recordaba el escritor e historiador que “de 1821 a 1876 comenzaron sin cesar nuestras sangrientas luchas fratricidas, al abrigo de las cuales el mapa territorial de México fue mutilado cuatro veces para beneficio de extranjeros…” y que “en sólo once lustros registramos 66 cambios de gobierno; uno en promedio cada 10 meses…”.

Tras el cuestionado período dictatorial del Porfiriato, de 1910 a 1929 nuevas guerras fratricidas inundaron la nación: “en esos casi dos decenios registramos catorce movimientos armados, tuvimos 14 presidentes –a 16 meses en promedio- y sufrimos dos invasiones norteamericanas que ensangrentaron al país y aplazaron, una vez más, nuestro desarrollo socioeconómico, político y cultural”.

Exponía Iturriaga que: “Quien lucha por su partido puede ser coherente. Pero la noción de la nación es superior a la noción de partido. Una lleva la emoción de patria; la otra lleva la pasión partidista. Y lo que hoy urge es que prevalezca el interés nacional”.

Hoy, al inicio de este año que se advierte difícil, complejo e incierto, la carta fundamental a los Reyes Magos contendría triple petición: salud; unidad nacional, con justicia y paz; y conciencia ciudadana.

Nos adentramos ya en este 2021, año inédito, cuajado de esperanzas y de incertidumbres; de temores y de expectativas nuevas; de vacunas promisorias y de arengas a la paciencia y a la responsabilidad.

Hoy, día en que los Reyes Magos han llegado con sus ofrendas al Niño Jesús, y su prédica de humildad, no será, no es, como en otros años en que la tradición se desbordaba por calles y plazas, por viviendas nuevas y viejas, por ciudades y campos.

Hoy la celebración de los Magos de Oriente ha de ser discreta y sin tumultos.

Por ello, en este impase de confinamiento releí parte de “Reflejos de Navidad” que el sabio cronista queretano J. Antonio Servín Lozada abordó en la radio local (XEJX) allá por 1941 y que por fortuna fue plasmada después en varias ediciones impresas, la última en 1992.

Hablaba don Antonio del desfile de los Carros Bíblicos el 24 de diciembre y refería que después del paso del último carro con el Misterio de los Leandros –esculturas del Nacimiento de Jesús- venía la comitiva de los Magos, y al final “La Recua”.

Y relataba la tradición, que quizá por muchos de nosotros ha sido soslayada u olvidada. La transcribo: “Los sabios Orientales, dedicados al estudio de los astros sobre el cielo limpio de sus inmensas llanuras no interrumpidas por los montes, descubrieron una nueva estrella de

fulgores singulares, entre los millones que pueblan el firmamento, y consultados por viejos libros, conocieron que era la estrella del Mesías y que anunciaba su nacimiento. Y guiados por ella, con todas las riquezas y comodidades posibles de aquel tiempo, montado sobre

camellos y elefantes llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el recién nacido Rey de los Judíos? Hemos visto su estrella en el Oriente y venimos con nuestros dones a adorarlo”; porque la estrella que nos guiaba había desaparecido. El Rey Herodes, convocados los doctores en la Ley, supo de ellos que efectivamente era el tiempo

anunciado por los profetas para la venida del Mesías, y que era en Belén, donde debía había de nacer, según aquella profecía de Malaquías: “Y tú, Belén de Judá, no eres ciertamente el más pequeño de los pueblos de Judea, porque de ti ha de nacer quien rija los

destinos del pueblo de Israel”. Y llamando a los Magos en secreto, les dijo que fueran a Belén, que si encontraban al Rey Infante, volvieran a decírselo para también él ir a adorarlo. Y a Belén fueron los Magos y en el camino apareció nuevamente la estrella que los guiaba y fue a posarse sobre la gruta que dio albergue al Rey de los Cielos. Y allí, envuelto en pañales y recostado entre pajas, yacía el Tierno Infante.

Los Magos lo adoraron y le ofrecieron simbólicos presentes de oro, incienso y mirra. Y avisados en sueños por un Ángel, no volvieron al Rey Herodes, que buscaba al Niño para matarlo, y tomaron un camino distinto que los condujera al Oriente”.

La tradición se completaba en medio de jolgorio y fiesta, como aún ocurre hoy en día, con regalos y dulces para los niños que les traen los Reyes Magos; todavía entonces -1941- no irrumpía con toda su fuerza la figura de Santa Clos y apenas asomaba en algunos jardines el Árbol de Navidad.

Vale anotar que junto a la tradición del Día de Reyes, surgieron después en algunos medios de comunicación, expresiones diversas con anhelos diversos, individuales o colectivos, expresados en cartas o escritos a los Reyes Magos.

Retomando ese tenor, yo les pediría para nuestro México, en sus crisis propias y globales, en primer término, salud y expectativas de triunfo frente al Covid 19; y en lo general, unidad nacional ante los embates del divisionismo y el renacimiento de las reiteradas arengas maniqueas que sólo pueden conducir al odio y a la violencia.

Releía al respecto un escrito de José Iturriaga Saúco (1914-2011), Medalla Belisario Domínguez 2001, publicado en la Revista Querétaro en marzo de 1990, quien resumía las etapas históricas de nuestra estructura política, destacando las enormes pérdidas que dejaron nuestras guerras fratricidas que “descapitalizaron al país y retrasaron nuestro desarrollo nacional”.

Recordaba el escritor e historiador que “de 1821 a 1876 comenzaron sin cesar nuestras sangrientas luchas fratricidas, al abrigo de las cuales el mapa territorial de México fue mutilado cuatro veces para beneficio de extranjeros…” y que “en sólo once lustros registramos 66 cambios de gobierno; uno en promedio cada 10 meses…”.

Tras el cuestionado período dictatorial del Porfiriato, de 1910 a 1929 nuevas guerras fratricidas inundaron la nación: “en esos casi dos decenios registramos catorce movimientos armados, tuvimos 14 presidentes –a 16 meses en promedio- y sufrimos dos invasiones norteamericanas que ensangrentaron al país y aplazaron, una vez más, nuestro desarrollo socioeconómico, político y cultural”.

Exponía Iturriaga que: “Quien lucha por su partido puede ser coherente. Pero la noción de la nación es superior a la noción de partido. Una lleva la emoción de patria; la otra lleva la pasión partidista. Y lo que hoy urge es que prevalezca el interés nacional”.

Hoy, al inicio de este año que se advierte difícil, complejo e incierto, la carta fundamental a los Reyes Magos contendría triple petición: salud; unidad nacional, con justicia y paz; y conciencia ciudadana.