/ miércoles 31 de marzo de 2021

Contraluz | Proceso electoral

Hoy como cada tres años la efervescencia política en Querétaro se desborda ante la jornada electoral, pese a que en esta ocasión la pandemia del Covid 19 y sus secuelas, oscurecen un tanto el tránsito formal de la importante jornada ciudadana.

Lamentablemente hoy se agrega también un estado de gravosa polarización, abonado día a día por maniqueísmos, alientos a la desunión, discursos de odio, divisiones e iluminismos, y la ausencia de una convocatoria seria y firme sobre el México que queremos para nuestro futuro, especialmente el de los jóvenes que en este transcurso de alternancia pareciera que han quedado enredilados en un área de arenas movedizas en la que el debate reflexivo, razonable y realista, y la acción congruente, han sido superados por alientos pragmatistas y (o) populistas que admiten la entronización de la egolatría, el narcisismo y los dictados unipersonales, para derivar en desacato o burla a la ley, a las instituciones y a la misma Constitución que nos rige.

Ciertamente los tiempos han cambiado y se ha mejorado en materia de democratización. México dejó de ser una nación autárquica y centralista con un presidente con facultades metaconstitucionales, para regirse con un mejor estado de Derecho, con una democracia cuyo avance no ha sido detenido, y con un mayor sentido de libertad.

Aquello del “el Estado soy yo”, o “el pueblo soy yo”, o “la verdad soy yo”, o “la política la hago yo” ha ido desapareciendo en la medida en que las instituciones que conforman el andamiaje democrático se consolidan y funcionan.

Reflexionaba sobre lo anterior y las pocas semanas que faltan para las elecciones del 6 de junio al recordar las campañas y elecciones de hace 30 años en las que en la entidad, un buen hombre y buen candidato del PRI y del Frente Cardenista, Enrique Burgos García, venció en la contienda obteniendo el 73.8 por ciento de los votos, superando a Arturo Nava Bolaños del PAN que tuvo el 18.8 por ciento; y a Salvador Canchola Pérez del PRD-PT-PRT; Raúl Ugalde Álvarez del PARM; J. Cruz Rivera del PDM y Enrique Pozos Tolentino del PPS que se repartieron el resto.

Aquella fue una campaña intensa y de propuesta. En Querétaro, como casi siempre ha sido, se respetaba y respeta al adversario; las campañas políticas de las últimas décadas se han realizado en paz y los ganadores han sido reconocidos sin ambages ni argucias irresponsables.

En Querétaro, ha de reconocerse que gracias a la sociedad en general y a los gobiernos en turno, los triunfos se han respetado y quienes han perdido lo han sabido hacer con honor.

Esa estabilidad es la que ha permitido a Querétaro crecer en los ámbitos educativo, social y productivo. Asimismo hacerlo atractivo a inversiones internas y externas razonables, así como incrementar su infraestructura de servicios.

El desarrollo por otra parte presenta retos trascendentes como las migraciones, la seguridad, la movilidad y el nuevo entramado del tejido social que reclama siempre, para ser promisorio, la civilidad, la ética y la defensa del estado de Derecho.

Hace 30 años, Enrique Burgos García realizó una larguísima campaña –de marzo a agosto- en la que visitó al menos en tres ocasiones las comunidades, barrios y poblados de los 18 municipios. Con sencillez, sin templetes divisorios ni gran vocinglería, se dedicó más a escuchar que ha hablar; y cuando lo hizo su discurso fue conocedor, llano y claro; y su oferta, contundente: servir.

Como integrante de su equipo me tocó acompañarlo a los lugares más alejados de la entidad: Tongojó, Santa Inés, La Florida que con el tiempo arrojaron la pavimentación de carreteras a Tilaco y Tancoyol; o a lugares de acceso tan intrincado como Santa María de Álamos, a la cual se pude llegar ya por un camino pavimentado.

Pero también a las zonas más pobladas, de todos los municipios donde se integró el plan de desarrollo constituido por el amplio bagaje resumido en los Encuentros de Análisis y Propuestas de la Sociedad Civil, que coordinó Alejandro Espinosa Medina, ese buen hombre que recién falleció la semana anterior y que fue dechado de trabajo, amistad, congruencia y alegría… y quien encabezaría en la propia administración de Enrique Burgos, la Secretaría de Finanzas tres años y la Secretaría de Gobierno, los otros tres.

El último reporte de crecimiento económico de Querétaro con Enrique Burgos García (1996-1997) fue de 12.5 por ciento.

Con el tiempo vino la alternancia y también mayor competitividad electoral, mayor pragmatismo y menor conciencia ideológica.

Paralelamente Querétaro se consolidó como importante centro de investigación, de cultura y de educación; mejoró su infraestructura, y su crecimiento.

Obtuvo además reconocimientos de trascendencia como el de ciudad

Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1996; y similar para las Misiones Franciscanas de la Sierra Gorda en 2001.

Lo deseable ahora es que el proceso electoral sea como Querétaro lo ha sabido hacer siempre: participativo, digno y en paz.

Los retos de hoy son enormes. La dinámica social reclama siempre reactualizar rumbo y programas para abatir la brecha de desigualdades. La civilidad llama a la unidad esencial y no a la dispersión de intereses.

Hoy como cada tres años la efervescencia política en Querétaro se desborda ante la jornada electoral, pese a que en esta ocasión la pandemia del Covid 19 y sus secuelas, oscurecen un tanto el tránsito formal de la importante jornada ciudadana.

Lamentablemente hoy se agrega también un estado de gravosa polarización, abonado día a día por maniqueísmos, alientos a la desunión, discursos de odio, divisiones e iluminismos, y la ausencia de una convocatoria seria y firme sobre el México que queremos para nuestro futuro, especialmente el de los jóvenes que en este transcurso de alternancia pareciera que han quedado enredilados en un área de arenas movedizas en la que el debate reflexivo, razonable y realista, y la acción congruente, han sido superados por alientos pragmatistas y (o) populistas que admiten la entronización de la egolatría, el narcisismo y los dictados unipersonales, para derivar en desacato o burla a la ley, a las instituciones y a la misma Constitución que nos rige.

Ciertamente los tiempos han cambiado y se ha mejorado en materia de democratización. México dejó de ser una nación autárquica y centralista con un presidente con facultades metaconstitucionales, para regirse con un mejor estado de Derecho, con una democracia cuyo avance no ha sido detenido, y con un mayor sentido de libertad.

Aquello del “el Estado soy yo”, o “el pueblo soy yo”, o “la verdad soy yo”, o “la política la hago yo” ha ido desapareciendo en la medida en que las instituciones que conforman el andamiaje democrático se consolidan y funcionan.

Reflexionaba sobre lo anterior y las pocas semanas que faltan para las elecciones del 6 de junio al recordar las campañas y elecciones de hace 30 años en las que en la entidad, un buen hombre y buen candidato del PRI y del Frente Cardenista, Enrique Burgos García, venció en la contienda obteniendo el 73.8 por ciento de los votos, superando a Arturo Nava Bolaños del PAN que tuvo el 18.8 por ciento; y a Salvador Canchola Pérez del PRD-PT-PRT; Raúl Ugalde Álvarez del PARM; J. Cruz Rivera del PDM y Enrique Pozos Tolentino del PPS que se repartieron el resto.

Aquella fue una campaña intensa y de propuesta. En Querétaro, como casi siempre ha sido, se respetaba y respeta al adversario; las campañas políticas de las últimas décadas se han realizado en paz y los ganadores han sido reconocidos sin ambages ni argucias irresponsables.

En Querétaro, ha de reconocerse que gracias a la sociedad en general y a los gobiernos en turno, los triunfos se han respetado y quienes han perdido lo han sabido hacer con honor.

Esa estabilidad es la que ha permitido a Querétaro crecer en los ámbitos educativo, social y productivo. Asimismo hacerlo atractivo a inversiones internas y externas razonables, así como incrementar su infraestructura de servicios.

El desarrollo por otra parte presenta retos trascendentes como las migraciones, la seguridad, la movilidad y el nuevo entramado del tejido social que reclama siempre, para ser promisorio, la civilidad, la ética y la defensa del estado de Derecho.

Hace 30 años, Enrique Burgos García realizó una larguísima campaña –de marzo a agosto- en la que visitó al menos en tres ocasiones las comunidades, barrios y poblados de los 18 municipios. Con sencillez, sin templetes divisorios ni gran vocinglería, se dedicó más a escuchar que ha hablar; y cuando lo hizo su discurso fue conocedor, llano y claro; y su oferta, contundente: servir.

Como integrante de su equipo me tocó acompañarlo a los lugares más alejados de la entidad: Tongojó, Santa Inés, La Florida que con el tiempo arrojaron la pavimentación de carreteras a Tilaco y Tancoyol; o a lugares de acceso tan intrincado como Santa María de Álamos, a la cual se pude llegar ya por un camino pavimentado.

Pero también a las zonas más pobladas, de todos los municipios donde se integró el plan de desarrollo constituido por el amplio bagaje resumido en los Encuentros de Análisis y Propuestas de la Sociedad Civil, que coordinó Alejandro Espinosa Medina, ese buen hombre que recién falleció la semana anterior y que fue dechado de trabajo, amistad, congruencia y alegría… y quien encabezaría en la propia administración de Enrique Burgos, la Secretaría de Finanzas tres años y la Secretaría de Gobierno, los otros tres.

El último reporte de crecimiento económico de Querétaro con Enrique Burgos García (1996-1997) fue de 12.5 por ciento.

Con el tiempo vino la alternancia y también mayor competitividad electoral, mayor pragmatismo y menor conciencia ideológica.

Paralelamente Querétaro se consolidó como importante centro de investigación, de cultura y de educación; mejoró su infraestructura, y su crecimiento.

Obtuvo además reconocimientos de trascendencia como el de ciudad

Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1996; y similar para las Misiones Franciscanas de la Sierra Gorda en 2001.

Lo deseable ahora es que el proceso electoral sea como Querétaro lo ha sabido hacer siempre: participativo, digno y en paz.

Los retos de hoy son enormes. La dinámica social reclama siempre reactualizar rumbo y programas para abatir la brecha de desigualdades. La civilidad llama a la unidad esencial y no a la dispersión de intereses.