/ viernes 1 de julio de 2022

Contraluz | Seguridad


El fracaso de las políticas públicas contra la violencia generalizada es de los temas más controvertidos de hoy; y es que no han funcionado ni la militarización, ni el centralismo, ni la creación de la llamada Guardia Nacional, ni la desaparición de la Federal de Caminos. Cierto es que mucho de lo que en las últimas administraciones se ha hecho para enfrentar o contener la inseguridad, no ha funcionado.

El caso de los dos sacerdotes jesuitas y el guía de turistas asesinados en Chihuahua fue resorte que despertó a muchos a una realidad bárbara y cruenta, que quizá habían evadido en aras de una engañosa tranquilidad.

Dicha realidad nos habla de impunidad, de incremento de homicidios dolosos, de delincuencia organizada con mejores recursos materiales que muchas policías municipales e incluso que la Guardia Nacional, de miedo que parece haber anestesiado a muchos ante la gran avalancha de actos contra la ley, contra la población y contra la integridad social.

Pero en materia de seguridad, como en otros rubros esenciales, la responsabilidad compete en primer término a la autoridad y a los instrumentos o herramientas de que ha sido dotada para imponer ante quienes afrentan la ley, la fuerza del Estado.

El crimen organizado se encuentra envalentonado por sus avances territoriales, por su capacidad de armarse, por el temor que impone a la sociedad, por la creciente impunidad de que goza, y por la hasta hoy, frágil estrategia pública para contenerlo.

Ante ello se ha sugerido, solicitado y pedido una revisión a fondo de las estrategias de seguridad, sin embargo el clamor parece no haber sido escuchado.

No se trata, se ha reiterado, de eliminar sin más ni más a los delincuentes, ni de revivir el supuesto mandato porfirista de “matarlos en caliente”, sino simple y sencillamente de aplicar la ley, de afrontar al crimen, de restituir a la ciudadanía la paz y estabilidad que le han sido arrebatadas desde hace mucho.

Se trata en fin de acatar el mandato de seguridad y justicia para un pueblo que clama por la paz que requiere como pilar fundamental para su desarrollo armónico e integral.

Hasta ahora ni la militarización ni la Guardia Nacional han cumplido su cometido; el Ejército encargado ahora de obras civiles y de custodiar puertos y aduanas navega entre incertidumbres respecto a lo que de él se quiere y lo que mandata la Constitución; la Guardia Nacional con gran número de integrantes, no puede cumplir con sus objetivos por enorme falta de recursos materiales y por indefinición sobre estrategias a seguir para enfrentar con eficacia a la delincuencia.

Querétaro seguro

Vale aquí reiterar la importancia que en Querétaro tiene la capacidad que se ha tenido para mantener en buena medida niveles altos de paz y de tranquilidad mismos que han sido reconocidos reiteradamente por migraciones y visitantes de todos los niveles. Ayer nada menos el embajador de Estados Unidos Ken Salazar reconoció por ello a Querétaro como un buen espacio para invertir y generar desarrollo y prosperidad.

Por fortuna Querétaro dejó de ser también el imaginario lugar idílico en el que “no pasaba nada”. Desde hace tiempo se reconoce que sí hay elementos disruptivos, que sí se requiere reforzar las acciones de vigilancia y prevención, así como las de justicia, atendiendo al crecimiento poblacional y consecuentemente de las necesidades esenciales para mantener el desarrollo y la estabilidad. Y eso se ha hecho bien contándose con la convocatoria de la autoridad a respetar la ley en beneficio de todos, y con el respaldo popular que en gran mayoría aspira a vivir en un estado de paz, en donde existan el diálogo, el debate, la propuesta y la acción en un ambiente de concordia y respeto. Es decir, en un Estado de Derecho.

Los retos de hoy

En el vértice las preocupaciones a nivel nacional se incrementan tanto en lo social, como en lo político y económico.

En lo primero, está claro que los problemas de seguridad prevalecen y se incrementan a la par que la compleja cuestión de los migrantes, tanto nacionales como extranjeros, se complica por falta de acuerdos en la materia, tanto a nivel interior como exterior.

Estados Unidos, el anhelado objetivo muchos migrantes se debate entre partidos que se contraponen en su visión de cómo atender el problema, como con los estados centroamericanos -además de Venezuela y Haití- que han sido incapaces de retener a su gente con políticas públicas justas que generen más empleos, producción y riqueza.

El caso de los cincuenta migrantes fallecidos en una caja de tráiler en San Antonio, Texas -27 de ellos mexicanos-, es un nuevo llamado urgente para atender el crítico problema que amenaza con desbordarse con consecuencias impredecibles.

En lo político el partido oficial ha anticipado todos los tiempos y los equipos de quienes aspiran a la Presidencia en 2024 se dedican ya a buscar las mejores expectativas para dicho empeño, alterando el quehacer gubernamental y radicalizando aún más los espacios que deberían ser de armonía y concordia en estos tiempos complicados. Por último, el necesario incremento de las tasas de interés habla de tiempos venideros no fáciles para la economía popular, que se verá mermada seriamente. Ha de reconocerse que esta crisis sí viene del exterior, influida por la guerra entre Rusia y Ucrania y por los dos años y medio de pandemia que aún persiste.

En fin, seguridad, cabal respeto a la ley, migración ordenada e inteligente manejo de los tiempos políticos, son los grandes retos de hoy este 2022. Se puede avanzar en todos, pero también puede ocurrir que se agudicen retrocesos.



El fracaso de las políticas públicas contra la violencia generalizada es de los temas más controvertidos de hoy; y es que no han funcionado ni la militarización, ni el centralismo, ni la creación de la llamada Guardia Nacional, ni la desaparición de la Federal de Caminos. Cierto es que mucho de lo que en las últimas administraciones se ha hecho para enfrentar o contener la inseguridad, no ha funcionado.

El caso de los dos sacerdotes jesuitas y el guía de turistas asesinados en Chihuahua fue resorte que despertó a muchos a una realidad bárbara y cruenta, que quizá habían evadido en aras de una engañosa tranquilidad.

Dicha realidad nos habla de impunidad, de incremento de homicidios dolosos, de delincuencia organizada con mejores recursos materiales que muchas policías municipales e incluso que la Guardia Nacional, de miedo que parece haber anestesiado a muchos ante la gran avalancha de actos contra la ley, contra la población y contra la integridad social.

Pero en materia de seguridad, como en otros rubros esenciales, la responsabilidad compete en primer término a la autoridad y a los instrumentos o herramientas de que ha sido dotada para imponer ante quienes afrentan la ley, la fuerza del Estado.

El crimen organizado se encuentra envalentonado por sus avances territoriales, por su capacidad de armarse, por el temor que impone a la sociedad, por la creciente impunidad de que goza, y por la hasta hoy, frágil estrategia pública para contenerlo.

Ante ello se ha sugerido, solicitado y pedido una revisión a fondo de las estrategias de seguridad, sin embargo el clamor parece no haber sido escuchado.

No se trata, se ha reiterado, de eliminar sin más ni más a los delincuentes, ni de revivir el supuesto mandato porfirista de “matarlos en caliente”, sino simple y sencillamente de aplicar la ley, de afrontar al crimen, de restituir a la ciudadanía la paz y estabilidad que le han sido arrebatadas desde hace mucho.

Se trata en fin de acatar el mandato de seguridad y justicia para un pueblo que clama por la paz que requiere como pilar fundamental para su desarrollo armónico e integral.

Hasta ahora ni la militarización ni la Guardia Nacional han cumplido su cometido; el Ejército encargado ahora de obras civiles y de custodiar puertos y aduanas navega entre incertidumbres respecto a lo que de él se quiere y lo que mandata la Constitución; la Guardia Nacional con gran número de integrantes, no puede cumplir con sus objetivos por enorme falta de recursos materiales y por indefinición sobre estrategias a seguir para enfrentar con eficacia a la delincuencia.

Querétaro seguro

Vale aquí reiterar la importancia que en Querétaro tiene la capacidad que se ha tenido para mantener en buena medida niveles altos de paz y de tranquilidad mismos que han sido reconocidos reiteradamente por migraciones y visitantes de todos los niveles. Ayer nada menos el embajador de Estados Unidos Ken Salazar reconoció por ello a Querétaro como un buen espacio para invertir y generar desarrollo y prosperidad.

Por fortuna Querétaro dejó de ser también el imaginario lugar idílico en el que “no pasaba nada”. Desde hace tiempo se reconoce que sí hay elementos disruptivos, que sí se requiere reforzar las acciones de vigilancia y prevención, así como las de justicia, atendiendo al crecimiento poblacional y consecuentemente de las necesidades esenciales para mantener el desarrollo y la estabilidad. Y eso se ha hecho bien contándose con la convocatoria de la autoridad a respetar la ley en beneficio de todos, y con el respaldo popular que en gran mayoría aspira a vivir en un estado de paz, en donde existan el diálogo, el debate, la propuesta y la acción en un ambiente de concordia y respeto. Es decir, en un Estado de Derecho.

Los retos de hoy

En el vértice las preocupaciones a nivel nacional se incrementan tanto en lo social, como en lo político y económico.

En lo primero, está claro que los problemas de seguridad prevalecen y se incrementan a la par que la compleja cuestión de los migrantes, tanto nacionales como extranjeros, se complica por falta de acuerdos en la materia, tanto a nivel interior como exterior.

Estados Unidos, el anhelado objetivo muchos migrantes se debate entre partidos que se contraponen en su visión de cómo atender el problema, como con los estados centroamericanos -además de Venezuela y Haití- que han sido incapaces de retener a su gente con políticas públicas justas que generen más empleos, producción y riqueza.

El caso de los cincuenta migrantes fallecidos en una caja de tráiler en San Antonio, Texas -27 de ellos mexicanos-, es un nuevo llamado urgente para atender el crítico problema que amenaza con desbordarse con consecuencias impredecibles.

En lo político el partido oficial ha anticipado todos los tiempos y los equipos de quienes aspiran a la Presidencia en 2024 se dedican ya a buscar las mejores expectativas para dicho empeño, alterando el quehacer gubernamental y radicalizando aún más los espacios que deberían ser de armonía y concordia en estos tiempos complicados. Por último, el necesario incremento de las tasas de interés habla de tiempos venideros no fáciles para la economía popular, que se verá mermada seriamente. Ha de reconocerse que esta crisis sí viene del exterior, influida por la guerra entre Rusia y Ucrania y por los dos años y medio de pandemia que aún persiste.

En fin, seguridad, cabal respeto a la ley, migración ordenada e inteligente manejo de los tiempos políticos, son los grandes retos de hoy este 2022. Se puede avanzar en todos, pero también puede ocurrir que se agudicen retrocesos.