/ viernes 29 de septiembre de 2023

Contraluz | Teresa Morales Guzmán: Ciencia y Servicio (1 de 2)


En el campo de la ciencia, la sencillez de sus protagonistas es con frecuencia inversamente proporcional a su talento, cuyos frutos abonan certezas y esperanzas concretas en la amplitud de campos del conocimiento a los que entregan sus vidas.

Es el caso de Teresa Morales Guzmán, doctora y directora del Instituto de Neurobiología del Campus Juriquilla de la UNAM, primera mujer en ocupar el cargo, quien en serena charla –habla poco, casi nada de sus importantes logros, publicaciones y reconocimientos- expresa que “los científicos en su naturaleza son curiosos. Son gente con una gran curiosidad, característica común a todos los que nos dedicamos a la ciencia”.

Y recuerda por ejemplo que desde muy niña, “metía en problemas a mis papás porque les preguntaba todo: que por qué graniza, que cómo pude sostenerse el hielo allá arriba en las nubes, o sea por qué no se cae, y la fuerza de la gravedad qué…” o que le parecía “fascinante saber que la luz de las estrellas que vemos es un fenómeno ocurrido hace millones de años…”

Los científicos, resume, vemos algo y nos preguntamos: de qué está compuesto, qué proporciones tiene, cuanto de materia, cuánto de agua… etcétera.

La curiosidad, define, es una cualidad de los científicos y es la misma curiosidad la que nos lleva, aparte de la ciencia, a la literatura, a la música, a la pintura, al cine, y al arte en general.

Cuenta que aunque “no tenía necesidad de trabajar, pues mi papá me mantenía, desde muy joven me puse a trabajar, mientras estudiaba, era ayudante de profesor en Xalapa; y en Telebachillerato hacía dibujos, letreros, carteles con los diversos temas didácticos… hasta muy tarde. Además, gracias a que mi hermana mayor estudió medicina, me interesaron la fisiología, la biología… y cuando apenas estaba en la prepa, le ayudaba a estudiar”.

Su niñez y adolescencia en ciudades de Tabasco y Veracruz, primordialmente Coatzacoalcos, fueron de crecimiento, juegos, aprendizaje y estudio. Asentada en Xalapa ya en la licenciatura fue tiempo de involucrarse también en la reconocida vena cultural de la ciudad donde el arte y las humanidades sobrepasan en amplitud los espacios dedicados a la ciencia.

Rememora con cariño a la ciudad, fincada entre enverdecidas o blancas montañas –desde ahí se puede admirar el Pico de Orizaba- , con larga historia desde la conquista, y su relación con la U.

Veracruzana que mantiene gran prestigio en teatro, literatura y música –la Sinfónica de Xalapa es un ícono nacional- en la que hoy viven unos 800 mil habitantes que como otras ciudades surgidas durante el virreinato tiene muchos problemas de vialidad por su traza, por sus calles angostas… pero “es una zona muy bonita”.

Aunque acota que como en todas partes del país hay hoy en día en Veracruz mayores grados de polarización y más ahí, cuna de importantes políticos y funcionarios de muy alto nivel, incluyendo presidentes de la República como Miguel Alemán o Adolfo Ruiz Cortines, o pensadores como Jesús Reyes Heroles el último gran ideólogo de la era de la postrevolución.

De hecho las pasiones más encendidas se daban entre estudiantes de Derecho, recuerda la doctora Morales que “en la Escuela de Biología que era chiquita y la Escuela de Físico Matemáticas, al lado Facultad de Derecho nos tocaba ver los pleitos, a veces hasta balaceras, cuando había elecciones de mesa directiva de estudiantes de Derecho, y muchos de los alumnos corrían y venían a esconderse en Biología cuando pensaban que las cosas podían pasar a mayores”.

Los macacos

Ya en la carrera de licenciatura, cuenta, “yo pertenecía un grupo interesado en estudiar la conducta, el cerebro. La capacidad de adaptación de un organismo, un animal o una persona, cuando cambian sus espacios de vida. Eso me interesaba mucho; por ello un grupo como de 10 estudiantes nos hicimos cargo de la colonia de macacos –primates en peligro de extinción traídos a México a principios de la década de los 70 del siglo pasado- que la UNAM había donado a la Universidad Veracruzana.

Estaban un poco abandonados en una isla y entonces hubo qué mudarlos a una isla más grande con ayuda de la Universidad y de los lancheros quienes los cuidaban mucho.

Se trata de la isla de Tanaxpillo mejor conocida como “Isla de los monos” en la laguna de Catemaco.

A ese grupo nos interesaba mucho observar la conducta de dichos primates y su capacidad de adaptación al cambio. No teníamos guía y en ese entonces llegó a la facultad una profesora de fisiología que venía de la UNAM y al conocer nuestro empeño nos dijo que nos faltaba experiencia y sugirió organizar el Congreso Nacional de Ciencias Fisiológicas. Yo tenía 20 años.

Vinculación con la UNAM

Y entonces organizamos el congreso y así conocimos a varios investigadores de la UNAM.

Lo siguiente fue que varios, al terminar la licenciatura, fuimos a trabajar al Instituto de Investigaciones Biomédicas, a hacer la tesis y luego el postgrado.

“Ahí conocí al doctor Flavio Mena que era presidente de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas y desde ahí interactué con él. Fue en 1981 cuando todavía estudiantes, organizamos el Congreso Nacional de Ciencias Fisiológicas.

“Yo hice mi tesis de licenciatura en su laboratorio y de ahí le manifesté mi interés de hacer carrera presentando un proyecto de investigación; y de ahí el postgrado.

Doctorado

“Mi tesis fue sobre la prolactina, cómo se regulaba la secreción de la prolactina en la rata que está lactando. Ya cuando hice el doctorado estudié efectos de la prolactina y la regulación del funcionamiento de la glándula mamaria, es decir, cómo el sistema nervioso regula el funcionamiento de la glándula.

“Fue entonces cuando en el doctorado empezó a gestarse la idea de un nuevo Centro de Investigación en Fisiología dedicado al estudio del cerebro. En ese entonces terminé mi grado y tuve oportunidad de ir al prestigiado Instituto Salk en San Diego donde en el laboratorio de neuroanatomía viví una etapa muy productiva y satisfactoria porque fue una experiencia muy buena el llegar a trabajar en un lugar que tenía todas las herramientas necesarias”.

Cuando terminaba el postdoctorado me integré como colaboradora al laboratorio del doctor Flavio Mena. “Llegué a Querétaro hace 25 años. Estaba contratada desde el 97 me tocó mudar el laboratorio, me fui al extranjero y luego ya llegué aquí”.


(Fin de la primera parte)


En el campo de la ciencia, la sencillez de sus protagonistas es con frecuencia inversamente proporcional a su talento, cuyos frutos abonan certezas y esperanzas concretas en la amplitud de campos del conocimiento a los que entregan sus vidas.

Es el caso de Teresa Morales Guzmán, doctora y directora del Instituto de Neurobiología del Campus Juriquilla de la UNAM, primera mujer en ocupar el cargo, quien en serena charla –habla poco, casi nada de sus importantes logros, publicaciones y reconocimientos- expresa que “los científicos en su naturaleza son curiosos. Son gente con una gran curiosidad, característica común a todos los que nos dedicamos a la ciencia”.

Y recuerda por ejemplo que desde muy niña, “metía en problemas a mis papás porque les preguntaba todo: que por qué graniza, que cómo pude sostenerse el hielo allá arriba en las nubes, o sea por qué no se cae, y la fuerza de la gravedad qué…” o que le parecía “fascinante saber que la luz de las estrellas que vemos es un fenómeno ocurrido hace millones de años…”

Los científicos, resume, vemos algo y nos preguntamos: de qué está compuesto, qué proporciones tiene, cuanto de materia, cuánto de agua… etcétera.

La curiosidad, define, es una cualidad de los científicos y es la misma curiosidad la que nos lleva, aparte de la ciencia, a la literatura, a la música, a la pintura, al cine, y al arte en general.

Cuenta que aunque “no tenía necesidad de trabajar, pues mi papá me mantenía, desde muy joven me puse a trabajar, mientras estudiaba, era ayudante de profesor en Xalapa; y en Telebachillerato hacía dibujos, letreros, carteles con los diversos temas didácticos… hasta muy tarde. Además, gracias a que mi hermana mayor estudió medicina, me interesaron la fisiología, la biología… y cuando apenas estaba en la prepa, le ayudaba a estudiar”.

Su niñez y adolescencia en ciudades de Tabasco y Veracruz, primordialmente Coatzacoalcos, fueron de crecimiento, juegos, aprendizaje y estudio. Asentada en Xalapa ya en la licenciatura fue tiempo de involucrarse también en la reconocida vena cultural de la ciudad donde el arte y las humanidades sobrepasan en amplitud los espacios dedicados a la ciencia.

Rememora con cariño a la ciudad, fincada entre enverdecidas o blancas montañas –desde ahí se puede admirar el Pico de Orizaba- , con larga historia desde la conquista, y su relación con la U.

Veracruzana que mantiene gran prestigio en teatro, literatura y música –la Sinfónica de Xalapa es un ícono nacional- en la que hoy viven unos 800 mil habitantes que como otras ciudades surgidas durante el virreinato tiene muchos problemas de vialidad por su traza, por sus calles angostas… pero “es una zona muy bonita”.

Aunque acota que como en todas partes del país hay hoy en día en Veracruz mayores grados de polarización y más ahí, cuna de importantes políticos y funcionarios de muy alto nivel, incluyendo presidentes de la República como Miguel Alemán o Adolfo Ruiz Cortines, o pensadores como Jesús Reyes Heroles el último gran ideólogo de la era de la postrevolución.

De hecho las pasiones más encendidas se daban entre estudiantes de Derecho, recuerda la doctora Morales que “en la Escuela de Biología que era chiquita y la Escuela de Físico Matemáticas, al lado Facultad de Derecho nos tocaba ver los pleitos, a veces hasta balaceras, cuando había elecciones de mesa directiva de estudiantes de Derecho, y muchos de los alumnos corrían y venían a esconderse en Biología cuando pensaban que las cosas podían pasar a mayores”.

Los macacos

Ya en la carrera de licenciatura, cuenta, “yo pertenecía un grupo interesado en estudiar la conducta, el cerebro. La capacidad de adaptación de un organismo, un animal o una persona, cuando cambian sus espacios de vida. Eso me interesaba mucho; por ello un grupo como de 10 estudiantes nos hicimos cargo de la colonia de macacos –primates en peligro de extinción traídos a México a principios de la década de los 70 del siglo pasado- que la UNAM había donado a la Universidad Veracruzana.

Estaban un poco abandonados en una isla y entonces hubo qué mudarlos a una isla más grande con ayuda de la Universidad y de los lancheros quienes los cuidaban mucho.

Se trata de la isla de Tanaxpillo mejor conocida como “Isla de los monos” en la laguna de Catemaco.

A ese grupo nos interesaba mucho observar la conducta de dichos primates y su capacidad de adaptación al cambio. No teníamos guía y en ese entonces llegó a la facultad una profesora de fisiología que venía de la UNAM y al conocer nuestro empeño nos dijo que nos faltaba experiencia y sugirió organizar el Congreso Nacional de Ciencias Fisiológicas. Yo tenía 20 años.

Vinculación con la UNAM

Y entonces organizamos el congreso y así conocimos a varios investigadores de la UNAM.

Lo siguiente fue que varios, al terminar la licenciatura, fuimos a trabajar al Instituto de Investigaciones Biomédicas, a hacer la tesis y luego el postgrado.

“Ahí conocí al doctor Flavio Mena que era presidente de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas y desde ahí interactué con él. Fue en 1981 cuando todavía estudiantes, organizamos el Congreso Nacional de Ciencias Fisiológicas.

“Yo hice mi tesis de licenciatura en su laboratorio y de ahí le manifesté mi interés de hacer carrera presentando un proyecto de investigación; y de ahí el postgrado.

Doctorado

“Mi tesis fue sobre la prolactina, cómo se regulaba la secreción de la prolactina en la rata que está lactando. Ya cuando hice el doctorado estudié efectos de la prolactina y la regulación del funcionamiento de la glándula mamaria, es decir, cómo el sistema nervioso regula el funcionamiento de la glándula.

“Fue entonces cuando en el doctorado empezó a gestarse la idea de un nuevo Centro de Investigación en Fisiología dedicado al estudio del cerebro. En ese entonces terminé mi grado y tuve oportunidad de ir al prestigiado Instituto Salk en San Diego donde en el laboratorio de neuroanatomía viví una etapa muy productiva y satisfactoria porque fue una experiencia muy buena el llegar a trabajar en un lugar que tenía todas las herramientas necesarias”.

Cuando terminaba el postdoctorado me integré como colaboradora al laboratorio del doctor Flavio Mena. “Llegué a Querétaro hace 25 años. Estaba contratada desde el 97 me tocó mudar el laboratorio, me fui al extranjero y luego ya llegué aquí”.


(Fin de la primera parte)