/ miércoles 30 de junio de 2021

Contraluz | Vasconcelos

José Vasconcelos Calderón es un personaje brillante y polémico en la historia nacional, por su respaldo total y activo a la rebelión convocada por Francisco I. Madero en 1909; por su gestión diplomática para el reconocimiento de Venustiano Carranza de parte de potencias extranjeras; por su destacado trabajo al frente de la Universidad Nacional y de la Secretaría de Educación, al término de la Revolución; por su candidatura presidencial en 1929; y por su enorme obra escrita como filósofo, político, historiador y ensayista, aunque no exenta de contradicciones.

Tras el triunfo y asesinato de Francisco Madero por parte de Victoriano

Huerta y Félix Díaz y el embajador de Estados Unidos Henry Lane Wilson, José Vasconcelos se exilió en Estados Unidos donde fue contactado por Venustiano Carranza para buscar el reconocimiento de Inglaterra, el vecino del norte, Francia y otras potencias europeas como presidente de facto.

Logrado dicho reconocimiento Vasconcelos fue nombrado por Carranza como director de la Escuela Nacional Preparatoria. Discrepancias con el Jefe revolucionario lo hicieron ir de nuevo al exilio del que fue rescatado por Eulalio Gutiérrez Ortiz, presidente de la Convención Nacional, quien le encomendó la cartera de Educación Pública que mantuvo por breve período.

Se unió a Obregón al proclamarse el Plan de Agua Prieta que culminó con el asesinato de don Venustiano Carranza.

El presidente interino, Adolfo de la Huerta le encomendó el Departamento Universitario y de Bellas Artes cargo que incluía la rectoría de la Universidad Nacional de México.

Sus ideales eran claros: la Universidad tenía la misión de impartir enseñanza y preparar a una generación de técnicos y humanistas que trabajaran y colaboraran íntegramente con la sociedad.

Educación y acción social, en ese orden, despuntaban como los ejes de su anhelo educacional.

Humanizar a la comunidad universitaria para que ésta se desarrollara integralmente y sirviera a la nación tras años de revolución y de guerra civil era su objetivo.

Para ello empieza con la divulgación de los clásicos y de arte y cultura en todos los ámbitos posibles.

Otra nota acentuada en su obra es alentar los puntos coincidentes en los países del sur del hemisferio, generando el llamado espíritu hispano americano como expresión de su destino, en contraposición con el panamericanismo y el destino manifiesto pregonado por los vecinos del Norte.

Su convicción honda se plasma en el escudo de la UNAM que se conserva hoy en día con el lema “Por mi Raza Hablará el Espíritu”, propuesto al Consejo Universitario en abril de 1921.

Con Álvaro Obregón como presidente, Vasconcelos es nombrado Secretario de Instrucción Pública, desde donde aborda la gran reforma educativa con programas de instrucción popular, escuelas rurales, edición de libros y promoción del arte y cultura en todos los niveles. Carismático, orador brillante y con enorme capacidad de convencimiento se reconoce en José Vasconcelos haber integrado

con los maestros de escuelas rurales auténticos “ejércitos de paz” y

“apóstoles de la educación”.

En dicho esfuerzo se sumaron ediciones masivas de las más grandes obras del pensamiento occidental distribuidas en lo que llamó

“misiones culturales”.

Fiel a su espíritu hispanoamericano inició también un extenso programa de intercambio educativo y cultural con todos los países del sur alentando y promoviendo reciprocidad en estancias de jóvenes estudiantes en los diversos países de América Latina.

Artistas mexicanos como los muralistas José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros fueron apoyados al igual que otros de diversas nacionalidades que encontraron en México respaldo, aliento y recursos para desarrollar sus diversas expresiones. Estatua de José Vasconcelos en la Calle de San Ildefonso. Además, otro aspecto clave de su gestión, fue la reconstrucción o construcción de edificios de uso público para la difusión de la cultura, como el Estadio Nacional, escuelas públicas, bibliotecas y edificios para la administración y apoyo del sistema educativo.

En su enorme y reconocido esfuerzo, Vasconcelos encontró desdén de los próceres del norte, Obregón y Calles quienes no apreciaban del todo sus esfuerzos y capacidades.

Por ello se retiró de la función pública reapareciendo sólo en la lucha por obtener la autonomía de la UNAM al lado de Antonio Caso y

Manuel Gómez Morín… y para postularse a la presidencia de la República el mismo año de 1929 para contender contra Pascual Ortiz Rubio, el candidato oficial.

Su propuesta como educador era sencilla y fácil de empatizar: sentir la cultura mestiza como base del concepto de mexicanidad; mexicanizar el saber, es decir, hacer objeto de estudio la antropología y el medio natural del país; hacer de Latinoamérica el centro de una gran síntesis humana; emplear el sentido del servicio y amor fraterno del ser humano como medio de ayuda a los más desprotegidos, y valerse de la industrialización, como medio simple, no como fin, para promover el progreso de la nación.

Después Vasconcelos inició otro doloroso exilio en Estados Unidos y en Europa en el que se dedicó al estudio profundo del pensamiento filosófico, a la docencia y a la escritura de diversos temas. Como muchos en México y en Hispanoamérica, opositores al anexionismo de Estados Unidos, a la entelequia del “destino manifiesto” y al alargamiento de la Doctrina Monroe, antes y al inicio de la II Guerra Mundial congenió y escribió a favor del fascismo y del nacionalsocialismo; posición que abandonó al culminar la guerra y conocerse el terror de los campos de concentración y el holocausto. Retornó como director de la Biblioteca Nacional al concluir la II Guerra Mundial y en perfil bajo reanudó su carrera docente, el periodismo y el debate polemista.

En diciembre 1958 medio año antes de su muerte, el 30 de junio de 1959, vio con satisfacción cómo uno de sus discípulos y organizador de su campaña presidencial en 1929, Adolfo López Mateos, se convertía en presidente de México.

Su obra filosófica, histórica y autobiográfica dejó una profunda huella en la vida cultural latinoamericana desde “La Raza Cósmica” (1925) hasta “Manual de Filosofía” (1945) pasando por “Estética” (1935), considerada su obra más relevante.

Vale recordar que en homenaje a la figura de José Vasconcelos, el presidente Vicente Fox inició el proyecto de la Biblioteca José Vasconcelos, mismo que abrió sus puertas al público el 1° de diciembre de 2008.

José Vasconcelos Calderón es un personaje brillante y polémico en la historia nacional, por su respaldo total y activo a la rebelión convocada por Francisco I. Madero en 1909; por su gestión diplomática para el reconocimiento de Venustiano Carranza de parte de potencias extranjeras; por su destacado trabajo al frente de la Universidad Nacional y de la Secretaría de Educación, al término de la Revolución; por su candidatura presidencial en 1929; y por su enorme obra escrita como filósofo, político, historiador y ensayista, aunque no exenta de contradicciones.

Tras el triunfo y asesinato de Francisco Madero por parte de Victoriano

Huerta y Félix Díaz y el embajador de Estados Unidos Henry Lane Wilson, José Vasconcelos se exilió en Estados Unidos donde fue contactado por Venustiano Carranza para buscar el reconocimiento de Inglaterra, el vecino del norte, Francia y otras potencias europeas como presidente de facto.

Logrado dicho reconocimiento Vasconcelos fue nombrado por Carranza como director de la Escuela Nacional Preparatoria. Discrepancias con el Jefe revolucionario lo hicieron ir de nuevo al exilio del que fue rescatado por Eulalio Gutiérrez Ortiz, presidente de la Convención Nacional, quien le encomendó la cartera de Educación Pública que mantuvo por breve período.

Se unió a Obregón al proclamarse el Plan de Agua Prieta que culminó con el asesinato de don Venustiano Carranza.

El presidente interino, Adolfo de la Huerta le encomendó el Departamento Universitario y de Bellas Artes cargo que incluía la rectoría de la Universidad Nacional de México.

Sus ideales eran claros: la Universidad tenía la misión de impartir enseñanza y preparar a una generación de técnicos y humanistas que trabajaran y colaboraran íntegramente con la sociedad.

Educación y acción social, en ese orden, despuntaban como los ejes de su anhelo educacional.

Humanizar a la comunidad universitaria para que ésta se desarrollara integralmente y sirviera a la nación tras años de revolución y de guerra civil era su objetivo.

Para ello empieza con la divulgación de los clásicos y de arte y cultura en todos los ámbitos posibles.

Otra nota acentuada en su obra es alentar los puntos coincidentes en los países del sur del hemisferio, generando el llamado espíritu hispano americano como expresión de su destino, en contraposición con el panamericanismo y el destino manifiesto pregonado por los vecinos del Norte.

Su convicción honda se plasma en el escudo de la UNAM que se conserva hoy en día con el lema “Por mi Raza Hablará el Espíritu”, propuesto al Consejo Universitario en abril de 1921.

Con Álvaro Obregón como presidente, Vasconcelos es nombrado Secretario de Instrucción Pública, desde donde aborda la gran reforma educativa con programas de instrucción popular, escuelas rurales, edición de libros y promoción del arte y cultura en todos los niveles. Carismático, orador brillante y con enorme capacidad de convencimiento se reconoce en José Vasconcelos haber integrado

con los maestros de escuelas rurales auténticos “ejércitos de paz” y

“apóstoles de la educación”.

En dicho esfuerzo se sumaron ediciones masivas de las más grandes obras del pensamiento occidental distribuidas en lo que llamó

“misiones culturales”.

Fiel a su espíritu hispanoamericano inició también un extenso programa de intercambio educativo y cultural con todos los países del sur alentando y promoviendo reciprocidad en estancias de jóvenes estudiantes en los diversos países de América Latina.

Artistas mexicanos como los muralistas José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros fueron apoyados al igual que otros de diversas nacionalidades que encontraron en México respaldo, aliento y recursos para desarrollar sus diversas expresiones. Estatua de José Vasconcelos en la Calle de San Ildefonso. Además, otro aspecto clave de su gestión, fue la reconstrucción o construcción de edificios de uso público para la difusión de la cultura, como el Estadio Nacional, escuelas públicas, bibliotecas y edificios para la administración y apoyo del sistema educativo.

En su enorme y reconocido esfuerzo, Vasconcelos encontró desdén de los próceres del norte, Obregón y Calles quienes no apreciaban del todo sus esfuerzos y capacidades.

Por ello se retiró de la función pública reapareciendo sólo en la lucha por obtener la autonomía de la UNAM al lado de Antonio Caso y

Manuel Gómez Morín… y para postularse a la presidencia de la República el mismo año de 1929 para contender contra Pascual Ortiz Rubio, el candidato oficial.

Su propuesta como educador era sencilla y fácil de empatizar: sentir la cultura mestiza como base del concepto de mexicanidad; mexicanizar el saber, es decir, hacer objeto de estudio la antropología y el medio natural del país; hacer de Latinoamérica el centro de una gran síntesis humana; emplear el sentido del servicio y amor fraterno del ser humano como medio de ayuda a los más desprotegidos, y valerse de la industrialización, como medio simple, no como fin, para promover el progreso de la nación.

Después Vasconcelos inició otro doloroso exilio en Estados Unidos y en Europa en el que se dedicó al estudio profundo del pensamiento filosófico, a la docencia y a la escritura de diversos temas. Como muchos en México y en Hispanoamérica, opositores al anexionismo de Estados Unidos, a la entelequia del “destino manifiesto” y al alargamiento de la Doctrina Monroe, antes y al inicio de la II Guerra Mundial congenió y escribió a favor del fascismo y del nacionalsocialismo; posición que abandonó al culminar la guerra y conocerse el terror de los campos de concentración y el holocausto. Retornó como director de la Biblioteca Nacional al concluir la II Guerra Mundial y en perfil bajo reanudó su carrera docente, el periodismo y el debate polemista.

En diciembre 1958 medio año antes de su muerte, el 30 de junio de 1959, vio con satisfacción cómo uno de sus discípulos y organizador de su campaña presidencial en 1929, Adolfo López Mateos, se convertía en presidente de México.

Su obra filosófica, histórica y autobiográfica dejó una profunda huella en la vida cultural latinoamericana desde “La Raza Cósmica” (1925) hasta “Manual de Filosofía” (1945) pasando por “Estética” (1935), considerada su obra más relevante.

Vale recordar que en homenaje a la figura de José Vasconcelos, el presidente Vicente Fox inició el proyecto de la Biblioteca José Vasconcelos, mismo que abrió sus puertas al público el 1° de diciembre de 2008.