SUAVECITA. El trato que brinda la presidenta de la Defensoría de los Derechos Humanos, Roxana Ávalos, siempre ha sido áspero. Por ejemplo, a los reporteros ha llegado a decirles que “ya le paren” a la entrevista porque "me cala el sol” o porque “ya les di mucho tiempo”, pero el colmo es que la aspereza también la aplica con los quejosos que han acuden a la DDH: nos dicen que para ser atendidos primero hay que pedirle bonito a la ombudsman que revise un caso, luego rezar para que lo haga con algo de prisa para al final ver cómo trata con toda suavidad, ahí sí, a las instancias de gobierno. Ella misma reconoció que no hace públicas las recomendaciones porque la ley no la obliga, que sólo le importa su página web y que los reclamos por publicaciones “que pueden confundir” o “escandalizar” son, en efecto, por orden de ella.
SUAVECITA. El trato que brinda la presidenta de la Defensoría de los Derechos Humanos, Roxana Ávalos, siempre ha sido áspero. Por ejemplo, a los reporteros ha llegado a decirles que “ya le paren” a la entrevista porque "me cala el sol” o porque “ya les di mucho tiempo”, pero el colmo es que la aspereza también la aplica con los quejosos que han acuden a la DDH: nos dicen que para ser atendidos primero hay que pedirle bonito a la ombudsman que revise un caso, luego rezar para que lo haga con algo de prisa para al final ver cómo trata con toda suavidad, ahí sí, a las instancias de gobierno. Ella misma reconoció que no hace públicas las recomendaciones porque la ley no la obliga, que sólo le importa su página web y que los reclamos por publicaciones “que pueden confundir” o “escandalizar” son, en efecto, por orden de ella.