/ lunes 20 de mayo de 2019

Desde la Izquierda - ¡¡¡Agárrame Fuerte..!!!

Muy lamentable, pero pasa más a menudo de lo que se cree, las balas perdidas en México son un problema en aumento. En medio de la tristeza y del impacto que me provocó la noticia, es que escribo estas líneas en honor a Santiago, el niño de nueve años de Cholula, Puebla que fue alcanzado por una bala perdida cuando le ayudaba a su abuelo a cuidar autos, “agárrame fuerte” esas fueron sus últimas palabras antes de desvanecerse e irse de este mundo para siempre, dejando mucho dolor, no solo para sus familiares, sino también para una sociedad que está cada día más perdida, alejada de los valores esenciales y llena de una insensibilidad al dolor de los demás que da horror.

¿Qué probabilidades existen para que nos toque una bala perdida? la estadística dice que en zonas rurales muy poca, pero en zona urbana aumenta mucho esa probabilidad. En México existe un problema de conciencia de los poseedores de armas de fuego; cifras oficiales indican que en los últimos tres años han aumentado un 83% los asesinatos con arma de fuego en contra de menores, mujeres y hombres en todos los estados del país; y en cuanto a los que mueren por balas perdidas no existe cifra oficial, pero es una cantidad elevada de muertes accidentales u ocasionales que son víctimas inocentes de la irresponsabilidad de quienes manipulan un arma.

El problema no queda en simple numeralia, la verdadera dimensión del fenómeno conlleva a otros factores importantes, tales como que los familiares de las víctimas se topan a una inexistente legislación que regule la penalización con eficacia, circunstancia que orilla a la inacción del Ministerio Público que demuestra lo indiscriminado e injusto de este fenómeno; no hay una política bien definida de acciones encaminadas a concienciar a la población sobre los riesgos que tiene la manipulación de armas y además la inexistencia de una campaña eficiente de canje de las mismas con una verdadera coordinación entre autoridades competentes.

Tengo la esperanza de que llegará el día en que no habrá más una sola bala al aire que mate sueños y futuros, como le pasó también a la niña Aideé en CDMX, que deje de considerarse en la estadística fríamente como bajas colaterales a algo que tiene como consecuencia la destrucción, mutilación y laceración de familias. El problema es particularmente grave en varias regiones del país que obliga a ir más allá del buen criterio y la responsabilidad de quien tiene un arma de fuego, el de evitar la práctica peligrosa y letal de disparar al aire por una simple celebración; este mundo es de por si tan violento como para que accidentalmente siga habiendo Santiagos y Aideés en nuestro México, en la que las balas perdidas son simplemente indeseables.

Muy lamentable, pero pasa más a menudo de lo que se cree, las balas perdidas en México son un problema en aumento. En medio de la tristeza y del impacto que me provocó la noticia, es que escribo estas líneas en honor a Santiago, el niño de nueve años de Cholula, Puebla que fue alcanzado por una bala perdida cuando le ayudaba a su abuelo a cuidar autos, “agárrame fuerte” esas fueron sus últimas palabras antes de desvanecerse e irse de este mundo para siempre, dejando mucho dolor, no solo para sus familiares, sino también para una sociedad que está cada día más perdida, alejada de los valores esenciales y llena de una insensibilidad al dolor de los demás que da horror.

¿Qué probabilidades existen para que nos toque una bala perdida? la estadística dice que en zonas rurales muy poca, pero en zona urbana aumenta mucho esa probabilidad. En México existe un problema de conciencia de los poseedores de armas de fuego; cifras oficiales indican que en los últimos tres años han aumentado un 83% los asesinatos con arma de fuego en contra de menores, mujeres y hombres en todos los estados del país; y en cuanto a los que mueren por balas perdidas no existe cifra oficial, pero es una cantidad elevada de muertes accidentales u ocasionales que son víctimas inocentes de la irresponsabilidad de quienes manipulan un arma.

El problema no queda en simple numeralia, la verdadera dimensión del fenómeno conlleva a otros factores importantes, tales como que los familiares de las víctimas se topan a una inexistente legislación que regule la penalización con eficacia, circunstancia que orilla a la inacción del Ministerio Público que demuestra lo indiscriminado e injusto de este fenómeno; no hay una política bien definida de acciones encaminadas a concienciar a la población sobre los riesgos que tiene la manipulación de armas y además la inexistencia de una campaña eficiente de canje de las mismas con una verdadera coordinación entre autoridades competentes.

Tengo la esperanza de que llegará el día en que no habrá más una sola bala al aire que mate sueños y futuros, como le pasó también a la niña Aideé en CDMX, que deje de considerarse en la estadística fríamente como bajas colaterales a algo que tiene como consecuencia la destrucción, mutilación y laceración de familias. El problema es particularmente grave en varias regiones del país que obliga a ir más allá del buen criterio y la responsabilidad de quien tiene un arma de fuego, el de evitar la práctica peligrosa y letal de disparar al aire por una simple celebración; este mundo es de por si tan violento como para que accidentalmente siga habiendo Santiagos y Aideés en nuestro México, en la que las balas perdidas son simplemente indeseables.

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