/ lunes 6 de diciembre de 2021

Desde la Izquierda | Zócalo con fétido olor a fracaso 

Evaluar objetivamente los tres años de López Obrador es una tarea complicada si partimos de los índices de aprobación que ha tenido durante todo su mandato, que promediado supera el 60% de aceptación muy a pesar de la críticas y los comprobados actos de corrupción de su familia y del gabinete, sin embargo hay mucho que decir.

La explicación se encuentra en la división para mantener esos índices de popularidad, soportado por un amplio sector socioeconómico en condiciones de pobreza, ellos son beneficiarios directos de los programas sociales y han encontrado una ventana de esperanza para quienes tienen ingresos de menos de un dólar al día; el 60,7% de los trabajadores mexicanos gana entre uno y dos salarios mínimos. En términos reales, los empleados mexicanos ganan entre 3,690 y 7,390 pesos mensuales por trabajos realizados en la Economía formal, así que los programas del gobierno vienen a ser un complemento a sus economías.

El factor psicosocial ha sido determinante, se han inoculado diferencias sociales que tarde o temprano habrán de pagar su respectiva factura, se ha puesto al pobre contra el rico, el trabajador contra el empresario, el que ni estudia ni trabaja contra el emprendedor, el que vive de dádivas contra el que aspira y lucha por una vida mejor.

Hoy la inflación del más del 7% nos pone contra la pared a todos, algunos sectores clasemedieros empezaron a engrosar los cinturones de pobreza, son más de 4 millones de personas que pasaron a esa condición en lo que va del sexenio, y lejos de ser factor de repudio y molestia se van adecuando a las posibilidades de acceder a dichos programas despertando en ellos un sentimiento de agradecimiento para quien da a manos llenas a cambio de su lealtad electoral.

Así pues el Zócalo estuvo atiborrado de ellos, acarreados y dispuestos a aplaudir el derroche de descalificaciones, el cúmulo de falsedades y la letanía de siempre, pero fueron testigos también de una verdad absoluta: “podrán modificar lo material pero no la conciencia adquirida por el pueblo” dijo y en eso tiene razón porque la aseveración va de ida y vuelta, hemos ampliado nuestro horizonte ciudadano para no ser engañados nunca más por un vulgar caudillo habido de popularidad que con todo cinismo hizo una presentación de un ejercito inmaculado, cuando es de todos conocido que es el último bastión de respaldo que le queda para gobernar ante el cúmulo de fracasos y la soledad que acarrea el pensamiento único.

Hubo Zócalo lleno como con Salinas o López Portillo, pero esos treinta millones de votos ni por asomo se volverán a repetir, menos para una revocación mandato que parte de otro engaño; durante muchos sexenios aprendimos a hacer ciudadanía defendiendo nuestra economía, peleando por nuestros derechos humanos y nuestras libertades, exigiendo oportunidades, reclamando una salud pública eficiente y una educación de calidad para nuestros hijos, hoy a nuestra lista de luchas hay que agregar la defensa a rabiar de nuestra democracia y no permitir la militarización del país; en resumen nada nuevo en una plaza llena de gente pero vacía de certidumbres.


Mis redes : ulisesgrmx@yahoo. com.mx

Facebook @Ulises Gómez R

Twitter @ Ulisesgrmx

Evaluar objetivamente los tres años de López Obrador es una tarea complicada si partimos de los índices de aprobación que ha tenido durante todo su mandato, que promediado supera el 60% de aceptación muy a pesar de la críticas y los comprobados actos de corrupción de su familia y del gabinete, sin embargo hay mucho que decir.

La explicación se encuentra en la división para mantener esos índices de popularidad, soportado por un amplio sector socioeconómico en condiciones de pobreza, ellos son beneficiarios directos de los programas sociales y han encontrado una ventana de esperanza para quienes tienen ingresos de menos de un dólar al día; el 60,7% de los trabajadores mexicanos gana entre uno y dos salarios mínimos. En términos reales, los empleados mexicanos ganan entre 3,690 y 7,390 pesos mensuales por trabajos realizados en la Economía formal, así que los programas del gobierno vienen a ser un complemento a sus economías.

El factor psicosocial ha sido determinante, se han inoculado diferencias sociales que tarde o temprano habrán de pagar su respectiva factura, se ha puesto al pobre contra el rico, el trabajador contra el empresario, el que ni estudia ni trabaja contra el emprendedor, el que vive de dádivas contra el que aspira y lucha por una vida mejor.

Hoy la inflación del más del 7% nos pone contra la pared a todos, algunos sectores clasemedieros empezaron a engrosar los cinturones de pobreza, son más de 4 millones de personas que pasaron a esa condición en lo que va del sexenio, y lejos de ser factor de repudio y molestia se van adecuando a las posibilidades de acceder a dichos programas despertando en ellos un sentimiento de agradecimiento para quien da a manos llenas a cambio de su lealtad electoral.

Así pues el Zócalo estuvo atiborrado de ellos, acarreados y dispuestos a aplaudir el derroche de descalificaciones, el cúmulo de falsedades y la letanía de siempre, pero fueron testigos también de una verdad absoluta: “podrán modificar lo material pero no la conciencia adquirida por el pueblo” dijo y en eso tiene razón porque la aseveración va de ida y vuelta, hemos ampliado nuestro horizonte ciudadano para no ser engañados nunca más por un vulgar caudillo habido de popularidad que con todo cinismo hizo una presentación de un ejercito inmaculado, cuando es de todos conocido que es el último bastión de respaldo que le queda para gobernar ante el cúmulo de fracasos y la soledad que acarrea el pensamiento único.

Hubo Zócalo lleno como con Salinas o López Portillo, pero esos treinta millones de votos ni por asomo se volverán a repetir, menos para una revocación mandato que parte de otro engaño; durante muchos sexenios aprendimos a hacer ciudadanía defendiendo nuestra economía, peleando por nuestros derechos humanos y nuestras libertades, exigiendo oportunidades, reclamando una salud pública eficiente y una educación de calidad para nuestros hijos, hoy a nuestra lista de luchas hay que agregar la defensa a rabiar de nuestra democracia y no permitir la militarización del país; en resumen nada nuevo en una plaza llena de gente pero vacía de certidumbres.


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