/ martes 26 de junio de 2018

Diálogo Universitario

Votos lineales


En el año 2000 la ciudadanía llevo a cabo un experimento político; votó a favor del candidato Vicente Fox, del Partido Acción Nacional dizque para sacar al PRI de los Pinos. Y así fue. En una de las metáforas memorables que se ejercieron esa ocasión fue a un candidato bravucón estilo vaquero, con botas y un gran bigote que le asestó una fuerte patada a un ataúd que tenía el logo del PRI. El simbolismo fue expulsar del poder al partido hegemónico después de más de 70 años en el poder.

Muchos ciudadanos, sin estar totalmente de acuerdo en su postura política e ideológica con el panista, votaron por él. Y en cuanto Fox llegó a la silla presidencial, sus propuestas se fueron diluyendo en un ejercicio burocrático y dicharachero. El otrora partido hegemónico, no murió del todo y se puso en estado latente para fortalecerse.

Al concluir ese sexenio, todo parecía que la alternancia empezaría a funcionar y a operar con fuertes propósitos democráticos. No ocurrió así; los panistas probaron el poder, y se olvidaron pronto de sus promesas e hicieron caso omiso de las advertencias de sus fundadores y de la ideología que los comprometían. Se quedó un sexenio más en el poder, sin consolidar la alternancia. Con más pena que gloria, en el año 2006 Fox le abrió paso a otro miembro de su partido, desilusionando así a la ciudadanía que quería experimentar un cambio en el manejo del Gobierno del país. Tanto Fox como Calderón fueron una extensión de sus antecesores priistas, y con tan malos resultados que permitieron nuevamente la entrada al viejo régimen.

El PRI, en la persona de Peña Nieto, parecía haberse redimido de sus males. Pero dicen que perro viejo no aprende nuevos trucos, y ese partido volvió a sus prácticas de siempre, incluso con más descaro. Mostró enormes habilidades para congregar a diversas fuerzas políticas, y crear así un acuerdo general supuestamente para el beneficio del país. Los partidos de oposición, cedieron ingenuamente a su apuesta para lograr una serie de reformas en muchas áreas, y lograr una modernización del país, así como una transformación en la vida socioeconómica de los mexicanos. Sus resultados no se concretaron y dejaron muchas dudas. Lo que sí logró fue trastocar los cimientos de los partidos políticos, y debilitar sus bases. Las escisiones se aceleraron, y empezó una fase donde el rompimiento de las corrientes políticas fue debastador. Así las cosas, irrumpió un movimiento liderado por un irreductible López Obrador que ahora resurge como puntero, aprovechando la inercia de los partidos políticos que no han encontrado la brújula para conducirse con asertividad en el ejercicio del poder.

Quizá la causa del resquebrajamiento de los partidos políticos, y la emergencia de este movimiento sea la ausencia de ideologías genuinas que orienten la práctica política de la ciudadanía. Si a estas alturas uno pregunta qué tipo de ideología profesa o asume cada ciudadano para hacer frente a su realidad, difícilmente encontraremos en la mayoría, la certidumbre de su postura; derecha, izquierda, liberal o anarquista? Decimos que México es muchos Méxicos. Más bien, México es un país extraviado en las ideologías, si entendemos esto como la ausencia de un sistema de ideas para estructurar nuestro imaginario social. Nos han enseñado que cada quien se rasque con sus uñas, y no construir un modelo colectivo que conlleve responsabilidades y obligaciones. A una elite le conviene esa confusión social, sobre todo en las elecciones. Los votos lineales, y no los cruzados, deben ser muestra de una congruencia política, porque requieren de una fuerte exigencia porque tienen esa tarea suprema de gobernar.

@manuelbasaldua

Votos lineales


En el año 2000 la ciudadanía llevo a cabo un experimento político; votó a favor del candidato Vicente Fox, del Partido Acción Nacional dizque para sacar al PRI de los Pinos. Y así fue. En una de las metáforas memorables que se ejercieron esa ocasión fue a un candidato bravucón estilo vaquero, con botas y un gran bigote que le asestó una fuerte patada a un ataúd que tenía el logo del PRI. El simbolismo fue expulsar del poder al partido hegemónico después de más de 70 años en el poder.

Muchos ciudadanos, sin estar totalmente de acuerdo en su postura política e ideológica con el panista, votaron por él. Y en cuanto Fox llegó a la silla presidencial, sus propuestas se fueron diluyendo en un ejercicio burocrático y dicharachero. El otrora partido hegemónico, no murió del todo y se puso en estado latente para fortalecerse.

Al concluir ese sexenio, todo parecía que la alternancia empezaría a funcionar y a operar con fuertes propósitos democráticos. No ocurrió así; los panistas probaron el poder, y se olvidaron pronto de sus promesas e hicieron caso omiso de las advertencias de sus fundadores y de la ideología que los comprometían. Se quedó un sexenio más en el poder, sin consolidar la alternancia. Con más pena que gloria, en el año 2006 Fox le abrió paso a otro miembro de su partido, desilusionando así a la ciudadanía que quería experimentar un cambio en el manejo del Gobierno del país. Tanto Fox como Calderón fueron una extensión de sus antecesores priistas, y con tan malos resultados que permitieron nuevamente la entrada al viejo régimen.

El PRI, en la persona de Peña Nieto, parecía haberse redimido de sus males. Pero dicen que perro viejo no aprende nuevos trucos, y ese partido volvió a sus prácticas de siempre, incluso con más descaro. Mostró enormes habilidades para congregar a diversas fuerzas políticas, y crear así un acuerdo general supuestamente para el beneficio del país. Los partidos de oposición, cedieron ingenuamente a su apuesta para lograr una serie de reformas en muchas áreas, y lograr una modernización del país, así como una transformación en la vida socioeconómica de los mexicanos. Sus resultados no se concretaron y dejaron muchas dudas. Lo que sí logró fue trastocar los cimientos de los partidos políticos, y debilitar sus bases. Las escisiones se aceleraron, y empezó una fase donde el rompimiento de las corrientes políticas fue debastador. Así las cosas, irrumpió un movimiento liderado por un irreductible López Obrador que ahora resurge como puntero, aprovechando la inercia de los partidos políticos que no han encontrado la brújula para conducirse con asertividad en el ejercicio del poder.

Quizá la causa del resquebrajamiento de los partidos políticos, y la emergencia de este movimiento sea la ausencia de ideologías genuinas que orienten la práctica política de la ciudadanía. Si a estas alturas uno pregunta qué tipo de ideología profesa o asume cada ciudadano para hacer frente a su realidad, difícilmente encontraremos en la mayoría, la certidumbre de su postura; derecha, izquierda, liberal o anarquista? Decimos que México es muchos Méxicos. Más bien, México es un país extraviado en las ideologías, si entendemos esto como la ausencia de un sistema de ideas para estructurar nuestro imaginario social. Nos han enseñado que cada quien se rasque con sus uñas, y no construir un modelo colectivo que conlleve responsabilidades y obligaciones. A una elite le conviene esa confusión social, sobre todo en las elecciones. Los votos lineales, y no los cruzados, deben ser muestra de una congruencia política, porque requieren de una fuerte exigencia porque tienen esa tarea suprema de gobernar.

@manuelbasaldua

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