Miedo al cambio
El inicio de una nueva etapa en cualquier parte de la vida del hombre impone una idea de incertidumbre. Se plantea la pregunta si acaso se llegara al término de esa hazaña, o si se tendrá éxito o fracaso.
Cuando las personas llegan al momento de empezar un nuevo ciclo de algo, lo hacen al haber superado ciertos niveles de vida o de algún proceso efectuado para transformar lo alcanzado, o acaso haber experimentado que eso vivido no les ha dado resultado y no satisface a sus expectativas.
¿Ustedes recuerdan cuando iniciaban un nuevo ciclo escolar? Uno ansiaba saber quién se sentaría a tu lado, como sería el profesor, o profesora, si te integrarían a un buen equipo, si tendrías nuevos amigos y te incluirían entre los más populares. Y desde luego, si serias capaz de obtener buenos conocimientos y aprendizaje suficiente para acreditar el nivel que te tocaba. Ese nerviosismo rondaba al inicio de esa nueva etapa.
Pues tal parece que una sensación similar circunda el ambiente en nuestra vida nacional, después de haber participado en las elecciones que han mostrado contundencia en elegir el cambio. Quienes le apostaron a esta transformación tienen expectativa, quienes no lo hicieron pero tienen que tolerar esos resultados, andan escépticos y viendo en que se fallará al poner en marcha la nueva administración de Gobierno Federal.
Durante varios sexenios se había pretendido un cambio en el régimen de gobierno. El primer paso fue una apuesta a la alternancia, y al asumir Vicente Fox la Presidencia pronto se diluyó ese objetivo debido a que no se pretendía una transformación de nada, sino simplemente arrebatar el mando del control del poder en el país. No se leyó bien el mensaje de cambio, y se mantuvo un partido distinto al que durante décadas estuvo al mando. Tanto así, que a la ciudadanía no le importo regresar al viejo régimen, que por cierto, tampoco aprendió la lección de transformarse. Y no solo volvió a sus viejas prácticas, sino que actuó con cinismo y descaro ante la corrupción y el despojo al país.
Ahora que se ha concretado la apuesta a un cambio, mediante un movimiento político y teñido con ciertos tintes ideológicos de izquierda, la expectativa por ese cambio parece inminente. Pero un importante segmento de la ciudadanía, está inquieta ante la proximidad de la transformación que se viene. Algunos escépticos auguran un fracaso en todos los órdenes, y otros denuncian un engaño al incluir a miembros de partidos políticos que se vencieron, o que son parte de una elite de dudosa calidad moral.
Hay que tener paciencia y mesura con las decisiones que se están fraguando en el próximo equipo de gobierno. Debemos tener en cuenta que la beligerancia del tiempo de campaña ya término, que cierto discurso de confrontación ha cumplido sus fines, y ahora es otra lógica en la acción y en la conformación de un nuevo equipo de funcionarios. Para poder dimensionar el cambio, no es una separación a rajatabla de lo que teníamos, insisto, aquí la diferencia está en el objetivo y el plan de acción, y desde luego en su postura ideológica.
Señala Robert L. Bee (1974) que “los estímulos para producir el cambio socio-cultural están operando constantemente para alterar los elementos pre-existentes en el sistema; pero en cuento al sistema se refiere, el patrón general de la vida, es considerado por sus miembros como digno de preservación, con lo que (consciente o inconscientemente) entrarán en acción con el propósito de asegurarse de que el cambio no borrará repentinamente todos –o algunos- los lazos que los unen con el pasado.” Pero tenemos la certeza de que un cambio si se producirá, para pretender una sociedad moderna y menos desigual.
@manuelbasaldua
