/ martes 4 de septiembre de 2018

Diálogo Universitario

El dichoso informe


Hace algunas décadas, para México, el Informe Presidencial era “el” evento del sexenio. Se ha convertido en cliché decir que el informe era “el día del Presidente”. La fecha en que se “rendía a la Nación” el dichoso informe tenía un sentido casi sagrado. Era día de descanso obligatorio para todos; los escolares no asistían a sus clases, los trabajadores de todos los sectores productivos tenían días de descanso, y ni se diga de los trabajadores al servicio de los poderes del Estado, es decir, los burócratas. El día de descanso tenía como objetivo que todos estuvieran atentos, escuchando el Informe presidencial.

La Radio y la Televisión se enlazaban a nivel nacional para transmitir lo que ocurría en el Palacio Legislativo, cuando el Presidente en turno se dirigía a todo el pueblo de México. Los pormenores previos y posteriores a esta actividad eran retomados por los locutores en turno para describirlos, así como la narración del recorrido del Jefe del Ejecutivo del Palacio Legislativo hasta las oficinas de Palacio Nacional.

Ya no quedan vestigios de esos recorridos por las calles del centro histórico de la Ciudad de México, donde millones de papelitos multicolores explotaban al paso del mandatario supremo. Cuando el tráfico era detenido para no detener la marcha del insigne informador que era ovacionado miles de veces a su paso victorioso.

Hoy, no queda nada de aquellas glorias del Jefe del Ejecutivo. ¿Cómo fueron dándose las cosas? Primero los Legisladores se dieron cuenta que el Presidente no era intocable. Lo interpelaron, es decir, lo interrumpieron para rectificar los datos expresados en su documento entregado al poder Legislativo. Después al Presidente no lo dejaron subir al estrado a rendir el informe, y se le pidió que entregara su documento a la Cámara. Y así, se fue diluyendo su presencia mediática, como su presencia en el foro nacional. De igual forma ocurrió con su escrito, se remitió a la entrega a representantes de la Cámara Legislativa. Así sucesivamente a tal grado que, como constatamos ayer, ya no existe día feriado, y a pocos les informa ese Informe.

Por si no fuera suficiente, la existencia de las redes sociales ha hecho obsoletas las formas de rendición de cuentas. Cada acto, falla o acierto del Gobierno, es detectado, luego es denunciado y en su caso humillado en los formatos digitales de los memes. Ya no es día de asueto, y tampoco se transmite por todas los canales. Para el ciudadano común ni hay razones para entretenerse en esa actividad.

Desafortunadamente, ya no hay interés en esa ceremonia, que tiene además del peso ciudadano, la posibilidad de pedir más explicaciones de las acciones ejercidas por el Jefe del Poder. Y se ha perdido en la burocracia política la oportunidad de la rendición de cuentas. Justo ahora, que existen los medios para ejercer presión si acaso algún dato no era el correcto.

Más allá del anecdotario, el escrito del Informe de las actividades de Peña Nieto debe tomarse muy en serio y no quedar en el olvido. Se debe retomar el interés del informe, como un seguimiento del ejercicio programático del líder del Poder Ejecutivo, en donde los ciudadanos puedan exigir de manera critica el ejercicio de gobernar y administrar el país. Esta es la mejor apuesta para la modernidad y la transformación que necesitamos.

@manuelbasaldua

El dichoso informe


Hace algunas décadas, para México, el Informe Presidencial era “el” evento del sexenio. Se ha convertido en cliché decir que el informe era “el día del Presidente”. La fecha en que se “rendía a la Nación” el dichoso informe tenía un sentido casi sagrado. Era día de descanso obligatorio para todos; los escolares no asistían a sus clases, los trabajadores de todos los sectores productivos tenían días de descanso, y ni se diga de los trabajadores al servicio de los poderes del Estado, es decir, los burócratas. El día de descanso tenía como objetivo que todos estuvieran atentos, escuchando el Informe presidencial.

La Radio y la Televisión se enlazaban a nivel nacional para transmitir lo que ocurría en el Palacio Legislativo, cuando el Presidente en turno se dirigía a todo el pueblo de México. Los pormenores previos y posteriores a esta actividad eran retomados por los locutores en turno para describirlos, así como la narración del recorrido del Jefe del Ejecutivo del Palacio Legislativo hasta las oficinas de Palacio Nacional.

Ya no quedan vestigios de esos recorridos por las calles del centro histórico de la Ciudad de México, donde millones de papelitos multicolores explotaban al paso del mandatario supremo. Cuando el tráfico era detenido para no detener la marcha del insigne informador que era ovacionado miles de veces a su paso victorioso.

Hoy, no queda nada de aquellas glorias del Jefe del Ejecutivo. ¿Cómo fueron dándose las cosas? Primero los Legisladores se dieron cuenta que el Presidente no era intocable. Lo interpelaron, es decir, lo interrumpieron para rectificar los datos expresados en su documento entregado al poder Legislativo. Después al Presidente no lo dejaron subir al estrado a rendir el informe, y se le pidió que entregara su documento a la Cámara. Y así, se fue diluyendo su presencia mediática, como su presencia en el foro nacional. De igual forma ocurrió con su escrito, se remitió a la entrega a representantes de la Cámara Legislativa. Así sucesivamente a tal grado que, como constatamos ayer, ya no existe día feriado, y a pocos les informa ese Informe.

Por si no fuera suficiente, la existencia de las redes sociales ha hecho obsoletas las formas de rendición de cuentas. Cada acto, falla o acierto del Gobierno, es detectado, luego es denunciado y en su caso humillado en los formatos digitales de los memes. Ya no es día de asueto, y tampoco se transmite por todas los canales. Para el ciudadano común ni hay razones para entretenerse en esa actividad.

Desafortunadamente, ya no hay interés en esa ceremonia, que tiene además del peso ciudadano, la posibilidad de pedir más explicaciones de las acciones ejercidas por el Jefe del Poder. Y se ha perdido en la burocracia política la oportunidad de la rendición de cuentas. Justo ahora, que existen los medios para ejercer presión si acaso algún dato no era el correcto.

Más allá del anecdotario, el escrito del Informe de las actividades de Peña Nieto debe tomarse muy en serio y no quedar en el olvido. Se debe retomar el interés del informe, como un seguimiento del ejercicio programático del líder del Poder Ejecutivo, en donde los ciudadanos puedan exigir de manera critica el ejercicio de gobernar y administrar el país. Esta es la mejor apuesta para la modernidad y la transformación que necesitamos.

@manuelbasaldua

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