/ martes 27 de noviembre de 2018

Diálogo Universitario

El orgullo indígena


Lila Downs ofreció un emotivo concierto el pasado domingo 18 de este mes para clausurar el décimo séptimo “Encuentro de las Culturas Populares y los Pueblos Indígenas” celebrado en Querétaro. El estadio Corregidora fue el marco de este recital lleno de motivos folclóricos muy al estilo de la cantante oaxaqueña, acompañada de grupos de danza y personajes ataviados con las vestimentas propias de algunas de las etnias representativas de nuestro país. No faltó pues, el espectáculo como aura del espíritu de nuestros “indígenas”, y alma de la viva cultura popular.

México está ávido de globalización. Un sector de la población se siente inquieto por no alcanzar todavía los estándares de la mundialización y modernización. Ve con cierto desprecio todo aquel intento que retrasa el desarrollo, y se incomoda cuando observa que el entorno tiene rasgos ancestrales. La metrópoli la quiere convertir en deidad, y lo urbano en su cultura total.

Pero también hay un México que marcha impasible, lento y pausado. Que mantiene la riqueza de su esencia en la conformación de la comunidad, de su fiesta, de su creencia y estrecha relación con la naturaleza. Y ese México es el que vibra en la danza colorida, y su música interpretada con cueros, maderas y metales, expresando su realidad inmediata manteniendo vínculos con sus orígenes milenarios. Ese México que se aferra a mantener al pueblo, tanto como espacio físico para su refugio como inmaterial para su cultura. Ese es el orgullo indígena.

Nuestro país sigue contando con la existencia de más de medio centenar de grupos indígenas, que han sobrevivido a muchos olvidos del gobierno, y al menosprecio de los habitantes metropolitanos. Si bien, ha habido programas de rescate y apoyo institucional desde los orígenes del estado moderno mexicano, con la instauración de INI (Instituto Nacional Indigenista) y otras instancias afines a lo largo de la historia reciente, estas no son más que entidades burocráticas.

Los indígenas, a pesar de las fechas y de sus condiciones, no han sido considerados sujetos importantes insertados en los planes de desarrollo ni progreso del país. Se les ha mantenido siempre como anexos culturales y hasta exóticos, proscriptos de proyectos productivos trascendentes. Considerados más como objetos de museo y de vitrinas, relegados a las orillas de las banquetas o cruceros de ciudades, incluso hasta la práctica de la mendicidad como postal natural. Orgullo nacional para presumir en el extranjero con los extranjeros, vergüenza al interior de nuestro territorio.

Esta visión debe cambiar, como también su lugar en el bienestar de todos los mexicanos. Hay que plantear propuestas sensatas y de inclusión verdadera en el desarrollo nacional para estas etnias. Y empezar a plantear un escenario distinto para ellas.

Vale hacer un llamado a nuestros diputados actuales; Abigail Arredondo, Beatriz Marmolejo, Agustín Dorantes, Jorge Herrera, entre otros, para proponer una protección de los territorios, de los pueblos, de sus áreas ejidales y otros espacios indígenas antes que la voraz especulación de terrenos y desarrollo habitacionales afecten estas áreas y culturas de nuestras etnias. No es posible que tengamos un deseo globalizador, cuando no estamos protegiendo a nuestras etnias tal como lo han hecho y están haciendo otras naciones avanzadas. Que el Encuentro de las Culturas Populares y los Pueblos Indígenas tenga esa repercusión trascendente en el futuro e historia de nuestra gente.

@manuelbasaldua

El orgullo indígena


Lila Downs ofreció un emotivo concierto el pasado domingo 18 de este mes para clausurar el décimo séptimo “Encuentro de las Culturas Populares y los Pueblos Indígenas” celebrado en Querétaro. El estadio Corregidora fue el marco de este recital lleno de motivos folclóricos muy al estilo de la cantante oaxaqueña, acompañada de grupos de danza y personajes ataviados con las vestimentas propias de algunas de las etnias representativas de nuestro país. No faltó pues, el espectáculo como aura del espíritu de nuestros “indígenas”, y alma de la viva cultura popular.

México está ávido de globalización. Un sector de la población se siente inquieto por no alcanzar todavía los estándares de la mundialización y modernización. Ve con cierto desprecio todo aquel intento que retrasa el desarrollo, y se incomoda cuando observa que el entorno tiene rasgos ancestrales. La metrópoli la quiere convertir en deidad, y lo urbano en su cultura total.

Pero también hay un México que marcha impasible, lento y pausado. Que mantiene la riqueza de su esencia en la conformación de la comunidad, de su fiesta, de su creencia y estrecha relación con la naturaleza. Y ese México es el que vibra en la danza colorida, y su música interpretada con cueros, maderas y metales, expresando su realidad inmediata manteniendo vínculos con sus orígenes milenarios. Ese México que se aferra a mantener al pueblo, tanto como espacio físico para su refugio como inmaterial para su cultura. Ese es el orgullo indígena.

Nuestro país sigue contando con la existencia de más de medio centenar de grupos indígenas, que han sobrevivido a muchos olvidos del gobierno, y al menosprecio de los habitantes metropolitanos. Si bien, ha habido programas de rescate y apoyo institucional desde los orígenes del estado moderno mexicano, con la instauración de INI (Instituto Nacional Indigenista) y otras instancias afines a lo largo de la historia reciente, estas no son más que entidades burocráticas.

Los indígenas, a pesar de las fechas y de sus condiciones, no han sido considerados sujetos importantes insertados en los planes de desarrollo ni progreso del país. Se les ha mantenido siempre como anexos culturales y hasta exóticos, proscriptos de proyectos productivos trascendentes. Considerados más como objetos de museo y de vitrinas, relegados a las orillas de las banquetas o cruceros de ciudades, incluso hasta la práctica de la mendicidad como postal natural. Orgullo nacional para presumir en el extranjero con los extranjeros, vergüenza al interior de nuestro territorio.

Esta visión debe cambiar, como también su lugar en el bienestar de todos los mexicanos. Hay que plantear propuestas sensatas y de inclusión verdadera en el desarrollo nacional para estas etnias. Y empezar a plantear un escenario distinto para ellas.

Vale hacer un llamado a nuestros diputados actuales; Abigail Arredondo, Beatriz Marmolejo, Agustín Dorantes, Jorge Herrera, entre otros, para proponer una protección de los territorios, de los pueblos, de sus áreas ejidales y otros espacios indígenas antes que la voraz especulación de terrenos y desarrollo habitacionales afecten estas áreas y culturas de nuestras etnias. No es posible que tengamos un deseo globalizador, cuando no estamos protegiendo a nuestras etnias tal como lo han hecho y están haciendo otras naciones avanzadas. Que el Encuentro de las Culturas Populares y los Pueblos Indígenas tenga esa repercusión trascendente en el futuro e historia de nuestra gente.

@manuelbasaldua

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