/ martes 8 de enero de 2019

Diálogo Universitario

Instituciones lúdicas


Actualmente los adultos nos complicamos la vida con discusiones sobre política, economía o ideología. Defendemos los valores, el mercado, el trabajo o las etnias, cuestiones que pretendemos nos brindan certeza de nuestro medio. Los pleitos y las competencias, ganemos o perdamos, las mantenemos vivas y constantes para defender territorios o supremacías. Lo hacemos para asegurar el futuro, pero no nos detenemos en sus bases, en los aspectos más simples y sencillos de este entramado: los niños y los juegos.

La imitación fue una de las primeras actividades que el ser humano aprendió de sus semejantes, toda vez que este experimentaba con la naturaleza, y después con los grupos sociales. Noelia Enriz, en su artículo “antropología y juego: apuntes para la reflexión” publicado en 2011, refiere aspectos sobre los aspectos formativos en el sujeto, de tal forma que el juego tiene importantes aspectos en el impacto sobre lo didáctico, y desde luego impacta en el desarrollo del individuo, como del juego infantil en la sociedad.

Enriz también indica que el juego tenía un valor de adiestramiento de la personalidad. Por eso señala que en la sociedad ateniense, Platón señalaba que la atenuación de la corrupción debería de estar atenuada educando a los niños con valores centrándose en el juego. Es decir, “el juego era percibido como un elemento disciplinador que sería tutorado apuntando a la formación de valores de interés para el orden de la sociedad”.

La autora también nos remite a Gilles Brougere, para señalar que el juego tiene su lado material, con los objetos para jugar, el análisis de la estructura, o sea las reglas del juego, para dar paso a la práctica del juego, en donde encontramos cuestiones interculturales del juego, para descubrir las categorías que nos arroja el concepto del juego, a saber; el desarrollo físico, la estrategia y de azar. Se destaca la mirada de Piaget en las etapas del desarrollo en el niño, como el propio Vigotsky de la imaginación y la posibilidad creativa del infante. Sin descartar a Freud y Winnicot, como proceso de curación, y de indagación de la persona sobre sí misma. El juguete aparece como un objeto transicional para mitigar ausencias.

La cuestión es que los juegos en la víspera de esta segunda década del Siglo XXI tienen mucho que ver con las nuevas formas de jugar con los niños. Los Reyes Magos en su mayoría se han desbordado regalando aparatos con algoritmos, es decir, pantallas, consolas, teléfonos con aplicaciones virtuales, donde los niños no tienen muchos elementos formativos y de valores propios ni de su comunidad para reproducir en su cultura, y sí muchos aspectos perniciosos para su salud mental.

Los gobiernos, en sus distintos niveles de influencia, han abandonado totalmente este aspecto. Quizá se interesen levemente por hacer llegar a los niños juguetes materiales, pero sin un seguimiento de los juegos y lo que esto representa para la construcción de la sociedad, y han abandonado a su suerte a los niños a los algoritmos.

El libre albedrío se está perdiendo como una práctica, y damos por hecho muchas cosas derivadas de una determinación que arroja el estar conectado a los aparatos de juegos virtuales, donde algunos, han advertido, el peligro de hackear las mentes de los individuos que practican estos juegos. Espero que podamos recuperar la parte sana de la mente de los niños, no por la nostalgia sino por una cuestión estratégica para rescatar a nuestra sociedad, apoyando la creación de instituciones que se responsabilicen del juego como práctica formativa y constructiva.

@manuelbasaldua

Instituciones lúdicas


Actualmente los adultos nos complicamos la vida con discusiones sobre política, economía o ideología. Defendemos los valores, el mercado, el trabajo o las etnias, cuestiones que pretendemos nos brindan certeza de nuestro medio. Los pleitos y las competencias, ganemos o perdamos, las mantenemos vivas y constantes para defender territorios o supremacías. Lo hacemos para asegurar el futuro, pero no nos detenemos en sus bases, en los aspectos más simples y sencillos de este entramado: los niños y los juegos.

La imitación fue una de las primeras actividades que el ser humano aprendió de sus semejantes, toda vez que este experimentaba con la naturaleza, y después con los grupos sociales. Noelia Enriz, en su artículo “antropología y juego: apuntes para la reflexión” publicado en 2011, refiere aspectos sobre los aspectos formativos en el sujeto, de tal forma que el juego tiene importantes aspectos en el impacto sobre lo didáctico, y desde luego impacta en el desarrollo del individuo, como del juego infantil en la sociedad.

Enriz también indica que el juego tenía un valor de adiestramiento de la personalidad. Por eso señala que en la sociedad ateniense, Platón señalaba que la atenuación de la corrupción debería de estar atenuada educando a los niños con valores centrándose en el juego. Es decir, “el juego era percibido como un elemento disciplinador que sería tutorado apuntando a la formación de valores de interés para el orden de la sociedad”.

La autora también nos remite a Gilles Brougere, para señalar que el juego tiene su lado material, con los objetos para jugar, el análisis de la estructura, o sea las reglas del juego, para dar paso a la práctica del juego, en donde encontramos cuestiones interculturales del juego, para descubrir las categorías que nos arroja el concepto del juego, a saber; el desarrollo físico, la estrategia y de azar. Se destaca la mirada de Piaget en las etapas del desarrollo en el niño, como el propio Vigotsky de la imaginación y la posibilidad creativa del infante. Sin descartar a Freud y Winnicot, como proceso de curación, y de indagación de la persona sobre sí misma. El juguete aparece como un objeto transicional para mitigar ausencias.

La cuestión es que los juegos en la víspera de esta segunda década del Siglo XXI tienen mucho que ver con las nuevas formas de jugar con los niños. Los Reyes Magos en su mayoría se han desbordado regalando aparatos con algoritmos, es decir, pantallas, consolas, teléfonos con aplicaciones virtuales, donde los niños no tienen muchos elementos formativos y de valores propios ni de su comunidad para reproducir en su cultura, y sí muchos aspectos perniciosos para su salud mental.

Los gobiernos, en sus distintos niveles de influencia, han abandonado totalmente este aspecto. Quizá se interesen levemente por hacer llegar a los niños juguetes materiales, pero sin un seguimiento de los juegos y lo que esto representa para la construcción de la sociedad, y han abandonado a su suerte a los niños a los algoritmos.

El libre albedrío se está perdiendo como una práctica, y damos por hecho muchas cosas derivadas de una determinación que arroja el estar conectado a los aparatos de juegos virtuales, donde algunos, han advertido, el peligro de hackear las mentes de los individuos que practican estos juegos. Espero que podamos recuperar la parte sana de la mente de los niños, no por la nostalgia sino por una cuestión estratégica para rescatar a nuestra sociedad, apoyando la creación de instituciones que se responsabilicen del juego como práctica formativa y constructiva.

@manuelbasaldua

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