/ martes 30 de enero de 2018

Diálogo Universitario - El PRI a la deriva

El partido político que se apropió la conducción del país después de la tercera década del Siglo XX, después de una pacificación momentánea, se dijo revolucionario y planteo la institucionalización como proyecto de acción. A casi cien años de su existencia parece estar llegando a su extinción.

Desgastada su estructura vertical a partir de la inclusión en sus programas de acción ideas y estrategias neoliberales, su poder se dispersó en acomodaticios cacicazgos regionales. La desigualdad social y económica que se expandió en nuestro país, también alcanzo a la clase política, y en donde se hizo más evidente fue en este vetusto partido. Sus grupos de poder reconocidos se dedicaron a cultivar su elite, y dejaron fuera a sus bases, que pronto les cobró factura arrebatando poco a poco las áreas de influencia y los cotos de poder locales, a medida que ascendían sus relegadas facciones.

La sociedad más abierta, global y conectada en las redes sociales construyó para si una visión activa, participativa y exigente. Además, el avance de la urbanización transformó a una gran parte de sus fuerzas vivas que eran el soporte fundamental de su potencial electoral y su justificación de la lucha por los pobres. Un elemento más fue la modificación laboral que se dio en la sociedad contemporánea, los obreros dejaron la visión de la fábrica, para pasar a ser empleados eventuales, dejando así su condición de adhesión corporativa del brazo político del partidazo.

En tanto, los miles y miles de ciudadanos relegados hasta la pobreza y unos miles más en la pobreza extrema, fueron cultivando cierto odio y resentimiento hacia esa dirigencia partidista que dejo de filtrar las prebendas y dádivas con las que mantenían cierto lazo de dependencia. Y ahora, esos relegados y excluidos miran con recelo el miserable destino que les espera si mantienen a ese partido un tiempo más en el poder.

Los priistas del Siglo XXI socavaron esa sólida estructura partidista dejando que algunos voraces robaran las arcas populares sin escrúpulo alguno. Otros, se hicieron cómplices de los rapaces con tal de no perder escaños en la tribuna popular y en los mandos de gobierno. Pero los menos, hombres cabales y de principios fueron arrinconados y relegados a rangos estériles y honorarios. Cuando no, por decencia y amor propio se hicieron a un lado.

Este fin de semana en Querétaro tenemos la noticia del derrumbe de la estructura priista regional a partir de los sainetes realizados en su sede priista, cuando se recibieron las inscripciones para optar a candidatos a cargos de elección popular. Quienes acudieron a la convocatoria percibieron desde ya el tufillo de la traición y la marrullería, y nadie ha saldrá satisfecho con los resultados, sean los que sean. Pero muchos más quedarán con resentimiento.

El dirigente priista local no aparece a escena de la arena para poner orden en esta   lucha caníbal que se ha desatado al interior de su organización política. El PRI se desentendió de sus confederaciones y del férreo control que tenía sobre ellas para encontrar una balanza de fuerzas y entendimiento de su realidad. Destruyó al campo y a sus campesinos, a la clase media que lo apoyaba incondicionalmente, y se unió a la elite aristocrática de la derecha. Sin el “dedazo” genuino, andan a la deriva. Parece que buscan perder nuevamente, no debido a la “balcanización”, sino a la “balconizacion” que les propino el junior de los últimos priistas de alcurnia.  Mientras los jóvenes no dan pie  con bola, su organismo se desintegra poco a poco. La vieja guardia priista se resguarda discretamente al ver con sospecha y recelo que el candidato a la presidencia no tiene rasgos de su estirpe. Y han dejado el PRI a la deriva. Es una lástima, porque no habrá digna oposición, ni quien rescate ese organismo que le apostaba a la Institucionalización de las cosas y los hechos. Y lo peor, es que esto le sucede en todas las regiones del país.

@manuelbasaldua

El partido político que se apropió la conducción del país después de la tercera década del Siglo XX, después de una pacificación momentánea, se dijo revolucionario y planteo la institucionalización como proyecto de acción. A casi cien años de su existencia parece estar llegando a su extinción.

Desgastada su estructura vertical a partir de la inclusión en sus programas de acción ideas y estrategias neoliberales, su poder se dispersó en acomodaticios cacicazgos regionales. La desigualdad social y económica que se expandió en nuestro país, también alcanzo a la clase política, y en donde se hizo más evidente fue en este vetusto partido. Sus grupos de poder reconocidos se dedicaron a cultivar su elite, y dejaron fuera a sus bases, que pronto les cobró factura arrebatando poco a poco las áreas de influencia y los cotos de poder locales, a medida que ascendían sus relegadas facciones.

La sociedad más abierta, global y conectada en las redes sociales construyó para si una visión activa, participativa y exigente. Además, el avance de la urbanización transformó a una gran parte de sus fuerzas vivas que eran el soporte fundamental de su potencial electoral y su justificación de la lucha por los pobres. Un elemento más fue la modificación laboral que se dio en la sociedad contemporánea, los obreros dejaron la visión de la fábrica, para pasar a ser empleados eventuales, dejando así su condición de adhesión corporativa del brazo político del partidazo.

En tanto, los miles y miles de ciudadanos relegados hasta la pobreza y unos miles más en la pobreza extrema, fueron cultivando cierto odio y resentimiento hacia esa dirigencia partidista que dejo de filtrar las prebendas y dádivas con las que mantenían cierto lazo de dependencia. Y ahora, esos relegados y excluidos miran con recelo el miserable destino que les espera si mantienen a ese partido un tiempo más en el poder.

Los priistas del Siglo XXI socavaron esa sólida estructura partidista dejando que algunos voraces robaran las arcas populares sin escrúpulo alguno. Otros, se hicieron cómplices de los rapaces con tal de no perder escaños en la tribuna popular y en los mandos de gobierno. Pero los menos, hombres cabales y de principios fueron arrinconados y relegados a rangos estériles y honorarios. Cuando no, por decencia y amor propio se hicieron a un lado.

Este fin de semana en Querétaro tenemos la noticia del derrumbe de la estructura priista regional a partir de los sainetes realizados en su sede priista, cuando se recibieron las inscripciones para optar a candidatos a cargos de elección popular. Quienes acudieron a la convocatoria percibieron desde ya el tufillo de la traición y la marrullería, y nadie ha saldrá satisfecho con los resultados, sean los que sean. Pero muchos más quedarán con resentimiento.

El dirigente priista local no aparece a escena de la arena para poner orden en esta   lucha caníbal que se ha desatado al interior de su organización política. El PRI se desentendió de sus confederaciones y del férreo control que tenía sobre ellas para encontrar una balanza de fuerzas y entendimiento de su realidad. Destruyó al campo y a sus campesinos, a la clase media que lo apoyaba incondicionalmente, y se unió a la elite aristocrática de la derecha. Sin el “dedazo” genuino, andan a la deriva. Parece que buscan perder nuevamente, no debido a la “balcanización”, sino a la “balconizacion” que les propino el junior de los últimos priistas de alcurnia.  Mientras los jóvenes no dan pie  con bola, su organismo se desintegra poco a poco. La vieja guardia priista se resguarda discretamente al ver con sospecha y recelo que el candidato a la presidencia no tiene rasgos de su estirpe. Y han dejado el PRI a la deriva. Es una lástima, porque no habrá digna oposición, ni quien rescate ese organismo que le apostaba a la Institucionalización de las cosas y los hechos. Y lo peor, es que esto le sucede en todas las regiones del país.

@manuelbasaldua

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