/ martes 23 de enero de 2018

Diálogo Universitario - Los rusos

Cuando era niño había dos cosas con las que nos espantaban; la presencia de “las húngaras” y la presencia de “los comunistas”. En la segunda mitad del Siglo XX, la sociedad mexicana era receptiva de todo lo extranjero, y se alarmaba de cualquier invasión que atentara contra la familia y la patria.

Las “húngaras” eran esas mujeres pertenecientes a los grupos nómadas de gitanos que aparecían estivalmente en la ciudad y se refugiaban en la periferia de nuestro pueblo. De forma pacífica ubicaban su caravana en forma de redondel y duraban algunas semanas, haciendo uso de los recursos naturales que encontraban a la mano. Para su sustento, se dedicaban a recorrer las calles y pedir dinero a cambio de leer la fortuna a los incautos transeúntes que se encontraban en su paso.

Los “comunistas” eran más bien fantasmas a los que nunca pude conocer en persona. Producto de los efectos de la guerra fría con los vecinos del norte. Sin embargo, causaban pavor entre las familias, que temían que algún día vinieran y los despojaran de sus preciados retoños. Las “húngaras” mujeres, y los “comunistas” rusos hombres eran a todas luces las peores amenazas para toda la patria. Y para rematar, luego se vino otro mito, con menos fuerza, de agentes que venían a comprar las voluntades de los mexicanos con los “rublos”, hechos monedas de oro, para desestabilizar a nuestro gobierno. Cada vez que nos veíamos en la pandilla de la colonia, nos repasábamos la mirada para ver quién faltaba, o preguntábamos si las mamás sufrían algún rapto. Nunca vi que las gitanas se llevaran a nadie de nosotros o a algún niño queretano, así como tampoco vimos a ningún comunista, y mucho menos nunca vi una moneda dorada del oro ruso.

En pleno Siglo XXI, la amenaza nuevamente surge. Los mexicanos no debemos preocuparnos por la zozobra del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, no debemos inquietarnos por la infame violencia y despiadada delincuencia que azota nuestra tranquilidad y seguridad pública, tampoco debemos asombrarnos por la invasión de los centros gasolineros con marcas extranjeras, principalmente norteamericanas, ni mucho menos por la ingente corrupción del gobierno en turno. Ni mucho menos por la inflación que pulveriza los salarios miserables que controla el gobierno actual. No debemos estar preocupados por la inminente injerencia rusa que busca desestabilizar al gobierno, y destruir a nuestra insigne democracia. –si acaso en verdad existe dicha democracia en México-.

Según esto, los rusos vienen a México para imponer a un candidato a la presidencia de la República. Lo harán por medio de las redes sociales, ya ven que millones de compatriotas que viven en la miseria ya cuentan con su internet y están al día en las redes sociales.

Si la estrategia de decir que “ya saben quién” era un peligro para México funcionó hace un seis años, porque no puede funcionar el libelo de la injerencia rusa en nuestras elecciones para imponer a “ya saben quién”? Cierto o no el impacto y la credibilidad es mínima y sólo en pequeños sectores.

En el periodo que comiencen de manera oficial y abierta las campañas políticas, deberemos exigir los programas de gobierno, sus estrategias de aplicación y sus posibles consecuencias a todos los candidatos a ocupar un cargo público. Nuestras elecciones, serán ejemplares porque la emisión del voto será madura y reflexiva por cada ciudadano del padrón electoral. Ya transitamos la tiranía de un gobierno por más de 70 años, y una incipiente participación de la oposición con resultados desastrosos. La oportunidad se le puede otorgar a quien plantea cosas con formas distintas de gobernar, aunque en el fondo parezca lo mismo. El enojo social, la desesperanza y la miseria creciente no son rusas. Son enérgicas intenciones mexicanas de transformación política.

@manuelbasaldua

Cuando era niño había dos cosas con las que nos espantaban; la presencia de “las húngaras” y la presencia de “los comunistas”. En la segunda mitad del Siglo XX, la sociedad mexicana era receptiva de todo lo extranjero, y se alarmaba de cualquier invasión que atentara contra la familia y la patria.

Las “húngaras” eran esas mujeres pertenecientes a los grupos nómadas de gitanos que aparecían estivalmente en la ciudad y se refugiaban en la periferia de nuestro pueblo. De forma pacífica ubicaban su caravana en forma de redondel y duraban algunas semanas, haciendo uso de los recursos naturales que encontraban a la mano. Para su sustento, se dedicaban a recorrer las calles y pedir dinero a cambio de leer la fortuna a los incautos transeúntes que se encontraban en su paso.

Los “comunistas” eran más bien fantasmas a los que nunca pude conocer en persona. Producto de los efectos de la guerra fría con los vecinos del norte. Sin embargo, causaban pavor entre las familias, que temían que algún día vinieran y los despojaran de sus preciados retoños. Las “húngaras” mujeres, y los “comunistas” rusos hombres eran a todas luces las peores amenazas para toda la patria. Y para rematar, luego se vino otro mito, con menos fuerza, de agentes que venían a comprar las voluntades de los mexicanos con los “rublos”, hechos monedas de oro, para desestabilizar a nuestro gobierno. Cada vez que nos veíamos en la pandilla de la colonia, nos repasábamos la mirada para ver quién faltaba, o preguntábamos si las mamás sufrían algún rapto. Nunca vi que las gitanas se llevaran a nadie de nosotros o a algún niño queretano, así como tampoco vimos a ningún comunista, y mucho menos nunca vi una moneda dorada del oro ruso.

En pleno Siglo XXI, la amenaza nuevamente surge. Los mexicanos no debemos preocuparnos por la zozobra del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, no debemos inquietarnos por la infame violencia y despiadada delincuencia que azota nuestra tranquilidad y seguridad pública, tampoco debemos asombrarnos por la invasión de los centros gasolineros con marcas extranjeras, principalmente norteamericanas, ni mucho menos por la ingente corrupción del gobierno en turno. Ni mucho menos por la inflación que pulveriza los salarios miserables que controla el gobierno actual. No debemos estar preocupados por la inminente injerencia rusa que busca desestabilizar al gobierno, y destruir a nuestra insigne democracia. –si acaso en verdad existe dicha democracia en México-.

Según esto, los rusos vienen a México para imponer a un candidato a la presidencia de la República. Lo harán por medio de las redes sociales, ya ven que millones de compatriotas que viven en la miseria ya cuentan con su internet y están al día en las redes sociales.

Si la estrategia de decir que “ya saben quién” era un peligro para México funcionó hace un seis años, porque no puede funcionar el libelo de la injerencia rusa en nuestras elecciones para imponer a “ya saben quién”? Cierto o no el impacto y la credibilidad es mínima y sólo en pequeños sectores.

En el periodo que comiencen de manera oficial y abierta las campañas políticas, deberemos exigir los programas de gobierno, sus estrategias de aplicación y sus posibles consecuencias a todos los candidatos a ocupar un cargo público. Nuestras elecciones, serán ejemplares porque la emisión del voto será madura y reflexiva por cada ciudadano del padrón electoral. Ya transitamos la tiranía de un gobierno por más de 70 años, y una incipiente participación de la oposición con resultados desastrosos. La oportunidad se le puede otorgar a quien plantea cosas con formas distintas de gobernar, aunque en el fondo parezca lo mismo. El enojo social, la desesperanza y la miseria creciente no son rusas. Son enérgicas intenciones mexicanas de transformación política.

@manuelbasaldua

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