Las personas conocen de sus actos en cuestión de segundos por medio de las redes sociales. Expresan sus ideas o sus exabruptos, anhelos o frustraciones desde el lugar de los hechos. No tienen empacho en emitir juicios y prejuicios, con una postura visceral, clasista o ideológica, o carente de ella. No temen construir noticias falsas o descalificaciones lapidarias. Aunque si nos han ayudado a su vez a la inmediatez de la comunicación efectiva y acertiva.
El periodismo que nos ha tocado producir y experimentar en este Siglo XXI tiene la misma cantidad de retos como oportunidades para el desarrollo de su ejercicio. No obstante la irrupción de la red de redes y la digitalización de la comunicación, pero a diferencia de las redes sociales, el periodismo sigue basándose en la esencia de su existencia: la noticia.
La base del periodismo es la noticia, que se acompaña de una reflexión y de la opinión de analistas, así como la propia visión del reportero o del fotógrafo, según sea el segmento. La noticia en el periódico se concretiza, pero pasa por el tamiz de la verificación, de la certificación y de su ratificación en ese proceso sustantivo del periodismo: el reportero de la fuente que observa y es testigo de los hechos, ya sea en forma ocular o porque recoge de primera mano la información de esos hechos. Posteriormente, pasa a revisión por el jefe de información de su medio, y su consecuente aceptación por el director de la casa editorial. La gran prueba de esa noticia se concreta y de materializa como verdadera cuando la ciudadanía y los testigos la aceptan como válida.
El nuevo periodismo ha ajustado sus formatos, pero sigue manteniendo la esencia de este oficio, su materialización en la impresión en el papel. Que podrá archivarse físicamente, para ser consultado en el futuro cercano o lejano, sin importar que exista su espejo en el formato digital.
El periódico impreso es el eje y esencia misma del periodismo. En este universo de papel se expresa la descripción de los hechos y las acciones de los personajes de gran impacto social en las distintas áreas que, por cuestiones empíricas, aunque también por costumbre, como también las derivadas de los ejercicios académicos, nos van ubicando de las cosas que pasan en nuestra vida.
Así, quienes ejercemos el periodismo, lo hacemos desde las áreas que se dedican a la crónica, a la entrevista, al reportaje, a la nota informativa, al periodismo crítico, a la comunicación social, a la caricatura, la fotografía o al análisis político. Con estos segmentos se pueden ejercer la objetividad periodística, aunque en ocasiones no se esté exento de cierto sensacionalismo, incluso de cierta tendencia política. Pero el entorno del gremio y el espíritu de honestidad se encargaran de poner en su lugar cualquier expresión que sea estridente o quiera utilizarse sin ética. Esta es la gran diferenciación que se hace con la comunicación generada en y por las redes sociales, donde no se distinguen géneros ni corroboración de la fuente de los hechos o la veracidad de las cosas.
Las noticias o la expresión sobre un hecho en las redes sociales, no gozan de tales características, y está cargada de una visión unilateral, emotiva, no neutral y llena de prejuicios, y con pocas posibilidades de corroboración.
Si bien las redes sociales nos permiten llegar con inmediatez y a un rango más amplio de lectores, la lectura serena y reflexiva se hace mediante el periódico en papel dentro de cada individuo, haciendo que la noticia se asimile y se confronte.
Todos estos elementos y reflexiones, me sirven de pretexto para agradecer al Diario de Querétaro poder ser parte de la historia de sus 55 años, como un periódico que ayuda a forjar a su comunidad. La crónica y la narrativa, como la opinión periodística, hacen posible una microhistoria que constituye por miles la historia de las naciones.
@manuelbasaldua
