/ martes 27 de febrero de 2018

Diálogo Universitario - Sobremesas

Hace unos días me encontraba esperando el autobús, y mientras llegaba esa unidad de transporte, no pude dejar de escuchar la charla que mantenía una pareja que hacía lo mismo que yo. El tema que guiaba su conversación eran los perfiles de los candidatos a la presidencia de la República Mexicana para estas elecciones. Lo que me llamó la atención fue la serenidad de los conversadores respecto al tema, y su aguda percepción del contexto político.

De origen humilde, y con elementos sencillos de su análisis, la pareja acomodaba a sus pequeños en sus brazos, mientras la plática la desarrollaban repasando a los tres candidatos más conocidos de la arena electoral. Hacían una retrospectiva del historial laboral y económico que estaban experimentando, y se referían a los candidatos para contrastar su realidad.

Al día siguiente, asistí a un convivio de unos amigos, y me sentaron con algunos otros comensales a quien no tenía el gusto de conocerlos. Entre ellos si se conocían, por lo que los temas a tratar eran más familiares, pero en la sobremesa, llegó el turno de conversación sobre el clima político del país, y de la próxima contienda electoral a la cual me agregaron. En esta ocasión, lo que observé fue una tertulia ríspida, debido a la postura que adoptaron cada uno de estos acompañantes de mesa. El ataque directo hacia los aspirantes a la presidencia de la República del país, no solo era corrosivo, sino de un resentimiento casi visceral. Si los candidatos no han expresado sus propuestas, los compañeros de mesa habían antepuesto ciertos prejuicios sobre uno y otro candidato. La mayoría de los susodichos comensales, con rango de clase media alta, tenían vasto repertorio de descalificaciones sobre los candidatos.

Estas vivencias me hicieron preguntar si tales conversaciones eran recurrentes entre la mayoría que se dedica a la sobremesa de los mexicanos, y la diferencia de la perspectiva. En esta clase media las descalificaciones y los miedos hacia los candidatos son recurrentes en ciertos sectores de la sociedad, y pesa sobre ellos un temor sobre el destino y futuro del país. O más bien, de un cierto sector de la población con rangos socioeconómicos medios.

Lo que no se aborda, es la fortaleza de nuestras instituciones que se han venido construyendo y fortaleciendo en el transcurso de la historia, así como del reforzamiento que obtienen en la medida de nuevas formas de expresión o del manejo de sus herramientas. No obstante,  los organismos que las sustentan parecen hacer peligrar ante los manejos irracionales de algunos grupos o individuos. Pero son nuestras instituciones, las que nos salvaran de caer en la barbarie.  Por eso creo que se hace necesario que en las sobremesas, los temas que privilegien la conversación debe ser la exigencia de los ciudadanos a los candidatos, propuestas serias, viables y palpables, y sobre todo, que nos digan cómo le van a hacer en sus proyectos para alcanzar las metas que tienen pensado.  El eje de nuestras conversaciones debe ser dirigido a obtener puntos de confluencia sobre la construcción positiva de los programas de los políticos de su preferencia, y ya nunca más la descalificación, o  la burla irracional,  aunque en ocasiones nuestros candidatos den lugar a ello voluntaria o involuntariamente. Así podemos empezar a construir una jornada electoral ejemplar y verdaderamente democrática.

@manuelbasaldua

Hace unos días me encontraba esperando el autobús, y mientras llegaba esa unidad de transporte, no pude dejar de escuchar la charla que mantenía una pareja que hacía lo mismo que yo. El tema que guiaba su conversación eran los perfiles de los candidatos a la presidencia de la República Mexicana para estas elecciones. Lo que me llamó la atención fue la serenidad de los conversadores respecto al tema, y su aguda percepción del contexto político.

De origen humilde, y con elementos sencillos de su análisis, la pareja acomodaba a sus pequeños en sus brazos, mientras la plática la desarrollaban repasando a los tres candidatos más conocidos de la arena electoral. Hacían una retrospectiva del historial laboral y económico que estaban experimentando, y se referían a los candidatos para contrastar su realidad.

Al día siguiente, asistí a un convivio de unos amigos, y me sentaron con algunos otros comensales a quien no tenía el gusto de conocerlos. Entre ellos si se conocían, por lo que los temas a tratar eran más familiares, pero en la sobremesa, llegó el turno de conversación sobre el clima político del país, y de la próxima contienda electoral a la cual me agregaron. En esta ocasión, lo que observé fue una tertulia ríspida, debido a la postura que adoptaron cada uno de estos acompañantes de mesa. El ataque directo hacia los aspirantes a la presidencia de la República del país, no solo era corrosivo, sino de un resentimiento casi visceral. Si los candidatos no han expresado sus propuestas, los compañeros de mesa habían antepuesto ciertos prejuicios sobre uno y otro candidato. La mayoría de los susodichos comensales, con rango de clase media alta, tenían vasto repertorio de descalificaciones sobre los candidatos.

Estas vivencias me hicieron preguntar si tales conversaciones eran recurrentes entre la mayoría que se dedica a la sobremesa de los mexicanos, y la diferencia de la perspectiva. En esta clase media las descalificaciones y los miedos hacia los candidatos son recurrentes en ciertos sectores de la sociedad, y pesa sobre ellos un temor sobre el destino y futuro del país. O más bien, de un cierto sector de la población con rangos socioeconómicos medios.

Lo que no se aborda, es la fortaleza de nuestras instituciones que se han venido construyendo y fortaleciendo en el transcurso de la historia, así como del reforzamiento que obtienen en la medida de nuevas formas de expresión o del manejo de sus herramientas. No obstante,  los organismos que las sustentan parecen hacer peligrar ante los manejos irracionales de algunos grupos o individuos. Pero son nuestras instituciones, las que nos salvaran de caer en la barbarie.  Por eso creo que se hace necesario que en las sobremesas, los temas que privilegien la conversación debe ser la exigencia de los ciudadanos a los candidatos, propuestas serias, viables y palpables, y sobre todo, que nos digan cómo le van a hacer en sus proyectos para alcanzar las metas que tienen pensado.  El eje de nuestras conversaciones debe ser dirigido a obtener puntos de confluencia sobre la construcción positiva de los programas de los políticos de su preferencia, y ya nunca más la descalificación, o  la burla irracional,  aunque en ocasiones nuestros candidatos den lugar a ello voluntaria o involuntariamente. Así podemos empezar a construir una jornada electoral ejemplar y verdaderamente democrática.

@manuelbasaldua

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