/ miércoles 4 de abril de 2018

Domingos de Pascua

por Lucía Villarreal


¿Qué signos tiene tu Domingo de Pascua?

Domingo de Pascua de tu niñez. Misa de once en el templo. La secuencia -con sabor a poema- recitada y el gusto de saber que había un discípulo, al que Jesús amaba, que no tenía reparo en admitirlo.

Sandalias blancas en pies pequeños y vestidos de algodón en colores pastel. Peinados bien engomados y moño a tono con el vestido. Ropa nueva en domingo de Pascua, signo de vida nueva, de renacer. La costumbre materna de estrenar algo de ropa se grabó profundo en la memoria. ¡Hasta alcanzó para cuando te toca a ti pagar la cuenta!

Día de fiesta para celebrar en familia. Primos grandes y chicos corriendo por ahí. Huevitos coloridos a la espera de ser encontrados en el jardín. En la mesa, un banquete especial preparado por mamá, abuela y tías.

Domingo de Pascua en la adolescencia. Cambiaste el vestido y las sandalias por jeans, camiseta y paliacate. Celebrabas la Semana mayor en alguna comunidad rural coordinando las festividades. No había familia extendida, pero los amigos se volvieron la nueva familia. Llegabas a casa el domingo empolvada, asoleada y con muchas historias para contar.

Hace tiempo que no hay adultos que organicen tu Pascua. Eres quien está detrás de los signos sensibles: la ropa nueva y el banquete festivo. Eres tú quien ayuda a que les tenga sentido: “arréglense para ir a misa”. Si de niña ibas a la misa que te llevaban, ahora prefieres el templo donde el Cristo del altar tiene los brazos hacia arriba. La cruz no lo mantiene muerto, es la imagen del resucitado. Y se los dices para que lo vean. También traes su atención a la secuencia recitada y al discípulo que Jesús amaba.

El sermón del padre, por otro lado, se te antojaba que fuera más… ¿aterrizado? Buscabas atrapar su mensaje en tu mano y llevarlo con ustedes a casa. Esta vez no se pudo. Te quedas con el mensaje del Papa Francisco de la Pascua y aceptas la invitación a ser un católico de primavera: que reverdece, florece y da frutos.

No puedes reproducir la Pascua de tu infancia para la siguiente generación. El banquete festivo es pequeño y hacen falta primos. Y, sin embargo, te corresponde elegir los signos externos de la Pascua. Te toca construir con ellas otras memorias y poner el ejemplo de ser hombre nuevo (o mujer de primavera).

escribe@luciavillarreal.net

Twitter: @lucyvillarreala

por Lucía Villarreal


¿Qué signos tiene tu Domingo de Pascua?

Domingo de Pascua de tu niñez. Misa de once en el templo. La secuencia -con sabor a poema- recitada y el gusto de saber que había un discípulo, al que Jesús amaba, que no tenía reparo en admitirlo.

Sandalias blancas en pies pequeños y vestidos de algodón en colores pastel. Peinados bien engomados y moño a tono con el vestido. Ropa nueva en domingo de Pascua, signo de vida nueva, de renacer. La costumbre materna de estrenar algo de ropa se grabó profundo en la memoria. ¡Hasta alcanzó para cuando te toca a ti pagar la cuenta!

Día de fiesta para celebrar en familia. Primos grandes y chicos corriendo por ahí. Huevitos coloridos a la espera de ser encontrados en el jardín. En la mesa, un banquete especial preparado por mamá, abuela y tías.

Domingo de Pascua en la adolescencia. Cambiaste el vestido y las sandalias por jeans, camiseta y paliacate. Celebrabas la Semana mayor en alguna comunidad rural coordinando las festividades. No había familia extendida, pero los amigos se volvieron la nueva familia. Llegabas a casa el domingo empolvada, asoleada y con muchas historias para contar.

Hace tiempo que no hay adultos que organicen tu Pascua. Eres quien está detrás de los signos sensibles: la ropa nueva y el banquete festivo. Eres tú quien ayuda a que les tenga sentido: “arréglense para ir a misa”. Si de niña ibas a la misa que te llevaban, ahora prefieres el templo donde el Cristo del altar tiene los brazos hacia arriba. La cruz no lo mantiene muerto, es la imagen del resucitado. Y se los dices para que lo vean. También traes su atención a la secuencia recitada y al discípulo que Jesús amaba.

El sermón del padre, por otro lado, se te antojaba que fuera más… ¿aterrizado? Buscabas atrapar su mensaje en tu mano y llevarlo con ustedes a casa. Esta vez no se pudo. Te quedas con el mensaje del Papa Francisco de la Pascua y aceptas la invitación a ser un católico de primavera: que reverdece, florece y da frutos.

No puedes reproducir la Pascua de tu infancia para la siguiente generación. El banquete festivo es pequeño y hacen falta primos. Y, sin embargo, te corresponde elegir los signos externos de la Pascua. Te toca construir con ellas otras memorias y poner el ejemplo de ser hombre nuevo (o mujer de primavera).

escribe@luciavillarreal.net

Twitter: @lucyvillarreala

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