/ miércoles 12 de diciembre de 2018

Ecos del Senado

AMLO, lo que dijo y lo que no


No cabe duda que a partir del 1 de septiembre el presidente López Obrador ha sido el protagonista principal en el escenario nacional; todos los comentarios en la opinión pública son a favor o en contra de sus dichos y acciones.

Al asumir la presidencia de la República anunció el inicio de la 4ª trasformación, el cambio de régimen político y se comprometió a acabar con la corrupción y la impunidad.

Destacó el fracaso del modelo económico neoliberal y acusó que la deshonestidad es la causa de la desigualdad económica, la inseguridad y la violencia.

Pero a pesar de sus denuncias indicó que no va a perseguir a nadie, porque no habría juzgados ni cárceles suficientes, además de que significaría meter al país en una dinámica de confrontación.

En tono indulgente, dijo no ser partidario de la venganza, pero sí del perdón, aunque advirtió que sobre esto la ciudadanía tendrá la última palabra, porque se someterá a consulta.

Expuso que el distintivo de su gobierno será la separación del poder económico del poder político, que no aumentará los precios de los combustibles más allá de la inflación y que no endeudará más al país.

Anunció ambiciosos programas sociales para: emplear a 2.3 millones de jóvenes como aprendices; dar atención médica universal y medicina gratuita; aumentar la pensión de adultos mayores al doble; dar pensión a discapacitados; otorgar créditos a la palabra; repartir canastas básicas de alimentos, ofrecer créditos al campo y crear 100 universidades públicas.

También resaltó que no habrá de reelegirse bajo ninguna circunstancia y que se someterá a la revocación de mandato.

Sin embargo, omitió referirse a los Gobernadores de los Estados ahí presentes, tampoco hizo mención sobre la independencia de los órganos autómomos (INE, INAI, CNDH, IFT, entre otros), salvo al Banco de México.

No habló del respeto al Poder Judicial y no hubo un mensaje claro de confianza a los empresarios, inversionistas ni mercados; tampoco hizo un llamado a la oposición política y a quienes no votaron por él para integrarse, ni un mensaje para convocar a la unidad y reconciliación nacional.

En suma, AMLO se dirigió a su base electoral, no a la nación en su conjunto.

Y definitivamente no dijo nada sobre una noticia relevante en términos de la economía nacional, sobre la compra de bonos que se emitieron en N.Y. para financiar el NAICM, lo que costará de inmediato entre 36 mil y 38 mdp con el objetivo de evitar demandas al gobierno federal y cuidar la calificación de la deuda del país. ¡Una enorme asignación de recursos para una obra que no se hará!

Sin duda, todos estamos de acuerdo en combatir la corrupción, abatir la impunidad, lograr un mayor crecimiento económico, un desarrollo más justo y equilibrado, tener un gobierno austero, y sobre todo que esto pudiera conseguirse sin aumentar impuestos ni endeudar al país.

Sin embargo, este reto parece difícil de cumplir, son muchas las promesas y los recursos son limitados; seguramente el próximo secretario de Hacienda tendrá el enorme desafío que implica cumplir con los compromisos del Ejecutivo a partir de los recursos disponibles, particularmente frente a la enorme expectativa de los programas sociales que ha ofrecido.

AMLO, lo que dijo y lo que no


No cabe duda que a partir del 1 de septiembre el presidente López Obrador ha sido el protagonista principal en el escenario nacional; todos los comentarios en la opinión pública son a favor o en contra de sus dichos y acciones.

Al asumir la presidencia de la República anunció el inicio de la 4ª trasformación, el cambio de régimen político y se comprometió a acabar con la corrupción y la impunidad.

Destacó el fracaso del modelo económico neoliberal y acusó que la deshonestidad es la causa de la desigualdad económica, la inseguridad y la violencia.

Pero a pesar de sus denuncias indicó que no va a perseguir a nadie, porque no habría juzgados ni cárceles suficientes, además de que significaría meter al país en una dinámica de confrontación.

En tono indulgente, dijo no ser partidario de la venganza, pero sí del perdón, aunque advirtió que sobre esto la ciudadanía tendrá la última palabra, porque se someterá a consulta.

Expuso que el distintivo de su gobierno será la separación del poder económico del poder político, que no aumentará los precios de los combustibles más allá de la inflación y que no endeudará más al país.

Anunció ambiciosos programas sociales para: emplear a 2.3 millones de jóvenes como aprendices; dar atención médica universal y medicina gratuita; aumentar la pensión de adultos mayores al doble; dar pensión a discapacitados; otorgar créditos a la palabra; repartir canastas básicas de alimentos, ofrecer créditos al campo y crear 100 universidades públicas.

También resaltó que no habrá de reelegirse bajo ninguna circunstancia y que se someterá a la revocación de mandato.

Sin embargo, omitió referirse a los Gobernadores de los Estados ahí presentes, tampoco hizo mención sobre la independencia de los órganos autómomos (INE, INAI, CNDH, IFT, entre otros), salvo al Banco de México.

No habló del respeto al Poder Judicial y no hubo un mensaje claro de confianza a los empresarios, inversionistas ni mercados; tampoco hizo un llamado a la oposición política y a quienes no votaron por él para integrarse, ni un mensaje para convocar a la unidad y reconciliación nacional.

En suma, AMLO se dirigió a su base electoral, no a la nación en su conjunto.

Y definitivamente no dijo nada sobre una noticia relevante en términos de la economía nacional, sobre la compra de bonos que se emitieron en N.Y. para financiar el NAICM, lo que costará de inmediato entre 36 mil y 38 mdp con el objetivo de evitar demandas al gobierno federal y cuidar la calificación de la deuda del país. ¡Una enorme asignación de recursos para una obra que no se hará!

Sin duda, todos estamos de acuerdo en combatir la corrupción, abatir la impunidad, lograr un mayor crecimiento económico, un desarrollo más justo y equilibrado, tener un gobierno austero, y sobre todo que esto pudiera conseguirse sin aumentar impuestos ni endeudar al país.

Sin embargo, este reto parece difícil de cumplir, son muchas las promesas y los recursos son limitados; seguramente el próximo secretario de Hacienda tendrá el enorme desafío que implica cumplir con los compromisos del Ejecutivo a partir de los recursos disponibles, particularmente frente a la enorme expectativa de los programas sociales que ha ofrecido.

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