/ miércoles 27 de junio de 2018

El Bolígrafo

Semana crucial


Es una semana crucial para el país. El próximo domingo primero de julio los mexicanos saldremos a votar por quienes habrán de convertirse en los representantes populares para las diferentes instancias de gobierno. A nivel federal se elige presidente de la república, senadores y diputados; en el ámbito estatal las elecciones incluyen presidencias municipales, diputados locales y en algunos casos se elige gobernador.

La empresa Mitofsky presentó el domingo 24 de junio de 2018, los resultados de la encuesta levantada entre el 16 y el 19 de junio, y mantiene a AMLO en primer lugar con 18 puntos de ventaja sobre Ricardo Anaya y 20 puntos sobre José Antonio Meade. Los resultados muestran una gran distancia entre el primer lugar y sus competidores. Sin embargo, en un país como México, la cultura política no se rige estrictamente por las encuestas y el comportamiento de los ciudadanos se convierte en un enigma conforme se acerca el día de la elección.

Diversos factores se deberán tomar en cuenta para el análisis de la jornada electoral. Primero, se tiene una lista nominal de 85 millones de ciudadanos. ¿Cuántos de ellos llegarán a las urnas? Un dato que puede ser referencia es la votación para presidente de la república en 2012; en aquella ocasión, de un total de 79.5 millones de electores, llegaron a las urnas 50.3 millones de personas, el 63% de la lista nominal.

Un segundo elemento que pongo en la mesa de las reflexiones, son los resultados de las casas encuestadoras de hace seis años, del mes de junio de 2012, fueron las últimas encuestas previas a la elección, las principales casas encuestadores de ese entonces, (Covarrubias, María de las Heras, Ipsos/Bimsa, El Universal, BGC Excelsior, GEA/ISA), dieron como ganador a Peña Nieto con diferencias de 8 a 18 puntos sobre AMLO.

El tercer elemento que considero importante es que las grandes diferencias entre los resultados de las encuestas y el voto en urna está fuertemente vinculado a lo que algunos políticos han llamado el voto de las estructuras, el voto duro; ¿cuál será su efecto en el conteo final? Difícil de predecir, pero es un hecho que este tipo de voto moverá resultados en los diversos cargos de representación popular, sea a nivel federal y/o estatal.

Por último, no puedo dejar de lado el complejo panorama poselectoral que se está prefigurando, los rumores hablan desde fuga de capitales hasta violentas confrontaciones sociales si se produce un fraude electoral. Seguramente, amable lector, cuando se publique mi siguiente columna posterior al primero de julio, ya sabremos los resultados finales de este largo, cansado y ensuciado proceso electoral. Y desde luego, estaré compartiendo mis opiniones.

La campaña de lodo y agresión ha ensuciado a todos los candidatos, ninguno puede quitarse el sello de acciones de corrupción, propias o de sus aliados; ninguno puede considerarse libre de culpa y, ante la opinión pública, todos son responsables en alguna medida. Hay elementos para que, una vez terminado el proceso electoral, exigir que las acusaciones no queden en el olvido y sancionar a los responsables.

En mi opinión, el próximo presidente de la republica llegará al cargo con la cara sucia, con dos grandes problemas que estarán afectando su legitimidad y poniendo en riesgo la gobernabilidad del país: será electo por un máximo del 25% de los votantes, lo que implica un apoyo minoritario de la ciudadana; y cargará con el peso de las acusaciones de actos de corrupción que le fueron imputados.

Difícil panorama para la democracia mexicana.

Semana crucial


Es una semana crucial para el país. El próximo domingo primero de julio los mexicanos saldremos a votar por quienes habrán de convertirse en los representantes populares para las diferentes instancias de gobierno. A nivel federal se elige presidente de la república, senadores y diputados; en el ámbito estatal las elecciones incluyen presidencias municipales, diputados locales y en algunos casos se elige gobernador.

La empresa Mitofsky presentó el domingo 24 de junio de 2018, los resultados de la encuesta levantada entre el 16 y el 19 de junio, y mantiene a AMLO en primer lugar con 18 puntos de ventaja sobre Ricardo Anaya y 20 puntos sobre José Antonio Meade. Los resultados muestran una gran distancia entre el primer lugar y sus competidores. Sin embargo, en un país como México, la cultura política no se rige estrictamente por las encuestas y el comportamiento de los ciudadanos se convierte en un enigma conforme se acerca el día de la elección.

Diversos factores se deberán tomar en cuenta para el análisis de la jornada electoral. Primero, se tiene una lista nominal de 85 millones de ciudadanos. ¿Cuántos de ellos llegarán a las urnas? Un dato que puede ser referencia es la votación para presidente de la república en 2012; en aquella ocasión, de un total de 79.5 millones de electores, llegaron a las urnas 50.3 millones de personas, el 63% de la lista nominal.

Un segundo elemento que pongo en la mesa de las reflexiones, son los resultados de las casas encuestadoras de hace seis años, del mes de junio de 2012, fueron las últimas encuestas previas a la elección, las principales casas encuestadores de ese entonces, (Covarrubias, María de las Heras, Ipsos/Bimsa, El Universal, BGC Excelsior, GEA/ISA), dieron como ganador a Peña Nieto con diferencias de 8 a 18 puntos sobre AMLO.

El tercer elemento que considero importante es que las grandes diferencias entre los resultados de las encuestas y el voto en urna está fuertemente vinculado a lo que algunos políticos han llamado el voto de las estructuras, el voto duro; ¿cuál será su efecto en el conteo final? Difícil de predecir, pero es un hecho que este tipo de voto moverá resultados en los diversos cargos de representación popular, sea a nivel federal y/o estatal.

Por último, no puedo dejar de lado el complejo panorama poselectoral que se está prefigurando, los rumores hablan desde fuga de capitales hasta violentas confrontaciones sociales si se produce un fraude electoral. Seguramente, amable lector, cuando se publique mi siguiente columna posterior al primero de julio, ya sabremos los resultados finales de este largo, cansado y ensuciado proceso electoral. Y desde luego, estaré compartiendo mis opiniones.

La campaña de lodo y agresión ha ensuciado a todos los candidatos, ninguno puede quitarse el sello de acciones de corrupción, propias o de sus aliados; ninguno puede considerarse libre de culpa y, ante la opinión pública, todos son responsables en alguna medida. Hay elementos para que, una vez terminado el proceso electoral, exigir que las acusaciones no queden en el olvido y sancionar a los responsables.

En mi opinión, el próximo presidente de la republica llegará al cargo con la cara sucia, con dos grandes problemas que estarán afectando su legitimidad y poniendo en riesgo la gobernabilidad del país: será electo por un máximo del 25% de los votantes, lo que implica un apoyo minoritario de la ciudadana; y cargará con el peso de las acusaciones de actos de corrupción que le fueron imputados.

Difícil panorama para la democracia mexicana.

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