/ miércoles 6 de junio de 2018

El Bolígrafo - Cumplir sesenta

Es la primera ocasión que escribo sobre un asunto de carácter estrictamente personal, pero creo que pueden disculparme la osadía de compartirles algunos pensamientos que me genera el arribar a la tercera edad, al sexto piso como se dice coloquialmente. Por tanto, dejo por un momento de lado mis comentarios en torno a los convulsos procesos electorales que se viven en todo el país y, especialmente, en Querétaro. La próxima semana seguiré con el compromiso de emitir mis opiniones respecto a lo que acontece en el terreno de la política mexicana.

Las seis décadas son para la vida de un hombre un umbral muy especial, tan es así que se considera que al llegar a esa edad, la persona se convierte en un adulto mayor, o de la tercera edad. Creo que las aptitudes y capacidades físicas, mentales y psicológicas que cada persona conserva en ese momento son producto de múltiples factores pero que en general, y dadas las actuales circunstancias de desarrollo de las ciencias médicas y de las propias formas de vida, aún existe vida productiva para esas personas.

Ahora, si lo analizamos de acuerdo con los datos del INEGI para 2016, la esperanza de vida para los hombres en Querétaro es de casi 73.5 años, significa que ya ha transcurrido prácticamente el 80% de su vida; así que los sesenta años constituye un buen momento para verla desde otra perspectiva pues le quedan alrededor de 15 años de vida, pero no puede tener la certeza que estos años se tendrá la suficiente independencia debido a la pérdida progresiva de capacidades.

Es tiempo de reflexionar y valorar más lo que hacemos, de tener mayor mesura y control y sobre todo, de tratar de tomar las mejores decisiones sobre las acciones de nuestra vida cotidiana en los ámbitos profesionales, familiares y personales.

Dice una canción: “el final se acerca ya, lo esperaré serenamente”, y así es, es el tiempo indicado para tener menos prisa, pero sin posponer las cosas y valorar más cada momento y circunstancia. También dice la canción: “he vivido una vida plena, viajé por todos y cada uno los caminos”; y más, mucho más que esto, lo hice “a mi manera”.

Esta forma de ver retrospectivamente nuestra vida es la adecuada, más allá de arrepentimientos, enojos y frustraciones, hay que estar satisfecho con lo realizado y en paz con nuestros cercanos. Algunas veces cuando vemos a alguien pensar y actuar así, decimos: “creo que éste ya se va a morir porque anda muy amable y amistoso” y así es cuando cumplimos sesenta años, nos hacemos mucho más conscientes de nuestra condición de seres mortales. Dice Fernando Savater que es precisamente el hecho de que somos conscientes de nuestra muerte lo que nos hace diferentes de los demás integrantes del reino animal, así que probablemente a esta edad nos humanizamos más.

Tal vez deberíamos pensar así desde mucho más jóvenes pero también creo que eso haría hecho muy aburridas nuestras vidas y nos privaría de muchas experiencias, tropiezos y satisfacciones maravillosas y aleccionadoras. Después de todo, la vida es la gran maestra de todo lo que somos e hicimos, es la que nos muestra que el aprendizaje es una cadena constante de errores y aciertos.

En mi opinión, hay que darle gusto al gusto porque la vida es bella y, en esencia es, breve. Finalmente, como buen partidario de las libertades, concluyo que, a lo largo de toda nuestra vida adulta y en la juventud, la plenitud así como en la llamada tercera edad, no hay cosa más buena y más sana que cada quien haga lo que se le dé su gana.

Es la primera ocasión que escribo sobre un asunto de carácter estrictamente personal, pero creo que pueden disculparme la osadía de compartirles algunos pensamientos que me genera el arribar a la tercera edad, al sexto piso como se dice coloquialmente. Por tanto, dejo por un momento de lado mis comentarios en torno a los convulsos procesos electorales que se viven en todo el país y, especialmente, en Querétaro. La próxima semana seguiré con el compromiso de emitir mis opiniones respecto a lo que acontece en el terreno de la política mexicana.

Las seis décadas son para la vida de un hombre un umbral muy especial, tan es así que se considera que al llegar a esa edad, la persona se convierte en un adulto mayor, o de la tercera edad. Creo que las aptitudes y capacidades físicas, mentales y psicológicas que cada persona conserva en ese momento son producto de múltiples factores pero que en general, y dadas las actuales circunstancias de desarrollo de las ciencias médicas y de las propias formas de vida, aún existe vida productiva para esas personas.

Ahora, si lo analizamos de acuerdo con los datos del INEGI para 2016, la esperanza de vida para los hombres en Querétaro es de casi 73.5 años, significa que ya ha transcurrido prácticamente el 80% de su vida; así que los sesenta años constituye un buen momento para verla desde otra perspectiva pues le quedan alrededor de 15 años de vida, pero no puede tener la certeza que estos años se tendrá la suficiente independencia debido a la pérdida progresiva de capacidades.

Es tiempo de reflexionar y valorar más lo que hacemos, de tener mayor mesura y control y sobre todo, de tratar de tomar las mejores decisiones sobre las acciones de nuestra vida cotidiana en los ámbitos profesionales, familiares y personales.

Dice una canción: “el final se acerca ya, lo esperaré serenamente”, y así es, es el tiempo indicado para tener menos prisa, pero sin posponer las cosas y valorar más cada momento y circunstancia. También dice la canción: “he vivido una vida plena, viajé por todos y cada uno los caminos”; y más, mucho más que esto, lo hice “a mi manera”.

Esta forma de ver retrospectivamente nuestra vida es la adecuada, más allá de arrepentimientos, enojos y frustraciones, hay que estar satisfecho con lo realizado y en paz con nuestros cercanos. Algunas veces cuando vemos a alguien pensar y actuar así, decimos: “creo que éste ya se va a morir porque anda muy amable y amistoso” y así es cuando cumplimos sesenta años, nos hacemos mucho más conscientes de nuestra condición de seres mortales. Dice Fernando Savater que es precisamente el hecho de que somos conscientes de nuestra muerte lo que nos hace diferentes de los demás integrantes del reino animal, así que probablemente a esta edad nos humanizamos más.

Tal vez deberíamos pensar así desde mucho más jóvenes pero también creo que eso haría hecho muy aburridas nuestras vidas y nos privaría de muchas experiencias, tropiezos y satisfacciones maravillosas y aleccionadoras. Después de todo, la vida es la gran maestra de todo lo que somos e hicimos, es la que nos muestra que el aprendizaje es una cadena constante de errores y aciertos.

En mi opinión, hay que darle gusto al gusto porque la vida es bella y, en esencia es, breve. Finalmente, como buen partidario de las libertades, concluyo que, a lo largo de toda nuestra vida adulta y en la juventud, la plenitud así como en la llamada tercera edad, no hay cosa más buena y más sana que cada quien haga lo que se le dé su gana.

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