/ miércoles 18 de abril de 2018

El Bolígrafo - Inician los debates

El próximo domingo 22 de abril a las ocho de la noche, en el Palacio de Minería de la Ciudad de México, se llevará a cabo el primero de tres debates entre los contendientes por la presidencia de la república. Anaya, Meade, AMLO, Margarita Zavala y El Bronco, debatirán sobre los temas de seguridad pública y violencia, combate a la corrupción, impunidad, democracia, pluralismo y grupos en situación de vulnerabilidad. El Instituto Nacional Electoral aprobó un formato que pretende romper el acartonamiento de presentaciones anteriores y permitir que, en alguna medida, sean verdaderos debates para que la ciudadanía norme sus criterios y vote por quien considere la mejor opción.

Se espera un buen rating de audiencia, medios de comunicación y redes sociales estarán volcados para defender a sus candidatos y denostar a los demás. Sin embargo, y considerando la característica de pocas propuestas, muchas verdades a medias, nula información y descalificaciones a granel, de la actual coyuntura electoral, debemos ser escépticos respecto a la información que se vierta en este acto mercadotécnico; seguramente no habrá acuerdo sobre ¿quién ganó el debate?, pues cada grupo de apoyo dirá que triunfó su candidato.

Sabemos que estamos en plena era de la información, los años en los que debíamos esperar los noticieros nocturnos para saber qué había pasado en el país, quedaron atrás. La información nos llega a raudales de todas partes del mundo, en tiempo real podemos enterarnos de lo que están diciendo los candidatos sin importar el punto geográfico en el que se encuentren y, en consecuencia, pocas novedades habrá en los discursos de los aspirantes a dirigir los destinos de los mexicanos.

Estamos presenciando la gran contradicción del mundo moderno. Tenemos un escenario formal debido a que contamos con toda la información que se quiera para formular nuestros juicios y abrir amplios cauces de discusión sobre temas vitales para la ciudadanía, cuestión que teóricamente debe llevarnos a encontrar las mejores alternativas para mejorar nuestras perspectivas de desarrollo social y personal. La contradicción radica en que tenemos un escenario real con base en discursos que solamente buscan ganar votantes y no construir ciudadanía y democracia, generando condiciones para que la desconfianza y la apatía sean los principales comportamientos políticos del ciudadano promedio.

Al respecto, Mark Thompson, presidente de The New York Times y ex director de la BBC de Londres, publicó en 2017 el libro “Sin palabras”, ahí reflexiona sobre los cambios producidos en las formas en que se abordan las cuestiones públicas, y a través de un análisis riguroso de discursos de personajes como Donald Trump, Tony Blair y Silvio Berlusconi, entre otros, llega a conclusiones que ameritan la reflexión constructiva porque aplican muy bien a la realidad nacional. Thompson afirma que el lenguaje público ya no explica, desvirtúa, ya no comunica, desconecta a la gente, manipula en lugar de informar y abre los cauces para que los discursos populistas, esos que hablan de autenticidad, honestidad y de ser los salvadores del mundo, se están imponiendo en todo el mundo.

En mi opinión, es una tarea muy importante volver a colocar el debate político en el terreno de la propuesta para darle nueva vida a nuestra decaída democracia; hay que abandonar la estrategia de las verdades a medias y la manipulación sentimental para intentar reestablecer la confianza en los gobernantes e incrementar la participación en los asuntos públicos del país.


El próximo domingo 22 de abril a las ocho de la noche, en el Palacio de Minería de la Ciudad de México, se llevará a cabo el primero de tres debates entre los contendientes por la presidencia de la república. Anaya, Meade, AMLO, Margarita Zavala y El Bronco, debatirán sobre los temas de seguridad pública y violencia, combate a la corrupción, impunidad, democracia, pluralismo y grupos en situación de vulnerabilidad. El Instituto Nacional Electoral aprobó un formato que pretende romper el acartonamiento de presentaciones anteriores y permitir que, en alguna medida, sean verdaderos debates para que la ciudadanía norme sus criterios y vote por quien considere la mejor opción.

Se espera un buen rating de audiencia, medios de comunicación y redes sociales estarán volcados para defender a sus candidatos y denostar a los demás. Sin embargo, y considerando la característica de pocas propuestas, muchas verdades a medias, nula información y descalificaciones a granel, de la actual coyuntura electoral, debemos ser escépticos respecto a la información que se vierta en este acto mercadotécnico; seguramente no habrá acuerdo sobre ¿quién ganó el debate?, pues cada grupo de apoyo dirá que triunfó su candidato.

Sabemos que estamos en plena era de la información, los años en los que debíamos esperar los noticieros nocturnos para saber qué había pasado en el país, quedaron atrás. La información nos llega a raudales de todas partes del mundo, en tiempo real podemos enterarnos de lo que están diciendo los candidatos sin importar el punto geográfico en el que se encuentren y, en consecuencia, pocas novedades habrá en los discursos de los aspirantes a dirigir los destinos de los mexicanos.

Estamos presenciando la gran contradicción del mundo moderno. Tenemos un escenario formal debido a que contamos con toda la información que se quiera para formular nuestros juicios y abrir amplios cauces de discusión sobre temas vitales para la ciudadanía, cuestión que teóricamente debe llevarnos a encontrar las mejores alternativas para mejorar nuestras perspectivas de desarrollo social y personal. La contradicción radica en que tenemos un escenario real con base en discursos que solamente buscan ganar votantes y no construir ciudadanía y democracia, generando condiciones para que la desconfianza y la apatía sean los principales comportamientos políticos del ciudadano promedio.

Al respecto, Mark Thompson, presidente de The New York Times y ex director de la BBC de Londres, publicó en 2017 el libro “Sin palabras”, ahí reflexiona sobre los cambios producidos en las formas en que se abordan las cuestiones públicas, y a través de un análisis riguroso de discursos de personajes como Donald Trump, Tony Blair y Silvio Berlusconi, entre otros, llega a conclusiones que ameritan la reflexión constructiva porque aplican muy bien a la realidad nacional. Thompson afirma que el lenguaje público ya no explica, desvirtúa, ya no comunica, desconecta a la gente, manipula en lugar de informar y abre los cauces para que los discursos populistas, esos que hablan de autenticidad, honestidad y de ser los salvadores del mundo, se están imponiendo en todo el mundo.

En mi opinión, es una tarea muy importante volver a colocar el debate político en el terreno de la propuesta para darle nueva vida a nuestra decaída democracia; hay que abandonar la estrategia de las verdades a medias y la manipulación sentimental para intentar reestablecer la confianza en los gobernantes e incrementar la participación en los asuntos públicos del país.


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