/ domingo 18 de julio de 2021

El cronista sanjuanense | 1822. Poinsett en San Juan del Río

Una caminata de una hora nos puso a la vista de la población de San Juan del Río, y del rico y bien cultivado valle en el que se localiza. Entramos con todo y coche al patio de un mesón nuevo, el más cómodo que he visto hasta ahora. En los Estados Unidos estamos acostumbrados a ver que en las ciudades se construyen edificios buscando la economía máxima de espacio; pero aquí hasta las casas particulares son amplias y espaciosas y forman un cuadro con patio en medio y la fachada misma ocupa mucho frente. La escalera de una buena casa en México necesita casi tanto lugar como la fachada de una morada respetable de Philadelphia o New York. El mesón de San Juan del Río solo consta de un piso, pero el patio es un cuadro de unos 40 pies de lado, con piezas que dan a los corredores.

Hay dos patios interiores más, entre el cuerpo principal del edificio y el río, con caballerizas para doscientos o trescientos animales. Todo ello bien construido de cal y canto. Estos mesones generalmente pertenecen a algún hacendado opulento y se encuentran asentados frente a su finca, en el campo o cerca de ella en las ciudades. El precio de una pieza por una noche es solo de una peseta y la comida no es excesivamente cara. Sus ganancias las derivan de la fácil salida para su rastrojo, su cebada y su maíz, que expenden a los viajeros a precios muy elevados. El maíz cuesta aquí, en la actualidad, casi dos pesos el ‘bushel’ (14.515 kg.).

Parece haber más viajeros en este camino, que en el de México a Veracruz. Nos hemos cruzado con cuatro diligencias, una manada de mulas y un número enorme de burros cargados. El uso de este animal es mucho más general en este país, que el de la mula.

Dimos una vuelta por la población y encontramos que era limpia y bastante bien construida. Corre a través de ella una corriente de agua y frente a nuestro mesón hay un cerro de roca basáltica coronada con una capilla y su torre. Desde este punto el panorama abarca el valle entero, que es el más fértil y el mejor cultivado que hasta aquí hemos visto […]

Para nuestros criados en los Estados Unidos, el volver a empacar los colchones y las provisiones, y arreglarlos juntamente con el resto de los equipajes, y a la vez dar pienso y agua a diez mulas, para enseguida enjaezarlas, sería tarea de una hora; pero estos individuos necesitan casi dos horas para alistarse y aun cuando nos levantemos temprano, nunca podemos emprender la marcha antes de las siete. A esa hora cruzamos el río San Juan sobre un hermoso puente de cinco arcos de piedra. En estos momentos no es más que un arroyuelo insignificante, pero en la temporada de lluvias, no obstante la gran anchura del cauce del río, a menudo se desborda por encima de sus márgenes, e inunda grandes extensiones de la planicie. La elevación de esta villa es de seis mil cuatrocientos ochenta y nueve pies sobre el nivel del mar. No hay nada que pueda sobrepasar la belleza y feracidad de la campiña que la circunda. Durante una hora avanzamos por un camino cubierto de roca y piedras sueltas, de pórfido, teniendo bajo de nosotros, a nuestra derecha, uno de los más hermosos valles del orbe. Al bajar la llanura encontramos un camino muy bueno y durante cuatro horas pasamos por una región muy bien cultivada. La siembra principal es la del maíz. La mazorca es mucho más pequeña que la del nuestro y las cañas son más delgadas y menos desarrolladas. Esto se debe, hasta cierto punto, al método de sembrar (los surcos están a menos de dos pies uno de otro) y a no cambiar la semilla por la de las tierras bajas, en donde el maíz es más grande. A medida que avanzamos en nuestro coche, vimos varios pozos profundos para abastecer al ganado […]

Al medio día hicimos alto frente a una gran hacienda y nos dirigimos a un pequeño grupo de jacales, construidos con piedra y lodo y provistos de techos de paja. En estas miserables habitaciones, en las que ni siquiera podíamos tenernos en pie, encontramos abundancia de artículos de primera necesidad. En la puerta de una de ellas estaban colgados dos borregos recién sacrificados y las mujeres ofrecieron en venta pavos, gallinas, carnero, maíz, cebollas y gran diversidad de frutas, legumbres y hierbas.

Al abandonar este lugar, donde tomamos el almuerzo, seguimos durante tres horas por un camino accidentado y a través de una comarca árida y carente de cultivos. Por fin nos alegraron la vista de Querétaro […]

Esto escribió Joel Roberts Poinsett, diplomático norteamericano, sobre su paso y estancia en San Juan del Río en 1822. México recién había obtenido la independencia de España y estaba bajo el imperio de Agustín de Iturbide.

Una caminata de una hora nos puso a la vista de la población de San Juan del Río, y del rico y bien cultivado valle en el que se localiza. Entramos con todo y coche al patio de un mesón nuevo, el más cómodo que he visto hasta ahora. En los Estados Unidos estamos acostumbrados a ver que en las ciudades se construyen edificios buscando la economía máxima de espacio; pero aquí hasta las casas particulares son amplias y espaciosas y forman un cuadro con patio en medio y la fachada misma ocupa mucho frente. La escalera de una buena casa en México necesita casi tanto lugar como la fachada de una morada respetable de Philadelphia o New York. El mesón de San Juan del Río solo consta de un piso, pero el patio es un cuadro de unos 40 pies de lado, con piezas que dan a los corredores.

Hay dos patios interiores más, entre el cuerpo principal del edificio y el río, con caballerizas para doscientos o trescientos animales. Todo ello bien construido de cal y canto. Estos mesones generalmente pertenecen a algún hacendado opulento y se encuentran asentados frente a su finca, en el campo o cerca de ella en las ciudades. El precio de una pieza por una noche es solo de una peseta y la comida no es excesivamente cara. Sus ganancias las derivan de la fácil salida para su rastrojo, su cebada y su maíz, que expenden a los viajeros a precios muy elevados. El maíz cuesta aquí, en la actualidad, casi dos pesos el ‘bushel’ (14.515 kg.).

Parece haber más viajeros en este camino, que en el de México a Veracruz. Nos hemos cruzado con cuatro diligencias, una manada de mulas y un número enorme de burros cargados. El uso de este animal es mucho más general en este país, que el de la mula.

Dimos una vuelta por la población y encontramos que era limpia y bastante bien construida. Corre a través de ella una corriente de agua y frente a nuestro mesón hay un cerro de roca basáltica coronada con una capilla y su torre. Desde este punto el panorama abarca el valle entero, que es el más fértil y el mejor cultivado que hasta aquí hemos visto […]

Para nuestros criados en los Estados Unidos, el volver a empacar los colchones y las provisiones, y arreglarlos juntamente con el resto de los equipajes, y a la vez dar pienso y agua a diez mulas, para enseguida enjaezarlas, sería tarea de una hora; pero estos individuos necesitan casi dos horas para alistarse y aun cuando nos levantemos temprano, nunca podemos emprender la marcha antes de las siete. A esa hora cruzamos el río San Juan sobre un hermoso puente de cinco arcos de piedra. En estos momentos no es más que un arroyuelo insignificante, pero en la temporada de lluvias, no obstante la gran anchura del cauce del río, a menudo se desborda por encima de sus márgenes, e inunda grandes extensiones de la planicie. La elevación de esta villa es de seis mil cuatrocientos ochenta y nueve pies sobre el nivel del mar. No hay nada que pueda sobrepasar la belleza y feracidad de la campiña que la circunda. Durante una hora avanzamos por un camino cubierto de roca y piedras sueltas, de pórfido, teniendo bajo de nosotros, a nuestra derecha, uno de los más hermosos valles del orbe. Al bajar la llanura encontramos un camino muy bueno y durante cuatro horas pasamos por una región muy bien cultivada. La siembra principal es la del maíz. La mazorca es mucho más pequeña que la del nuestro y las cañas son más delgadas y menos desarrolladas. Esto se debe, hasta cierto punto, al método de sembrar (los surcos están a menos de dos pies uno de otro) y a no cambiar la semilla por la de las tierras bajas, en donde el maíz es más grande. A medida que avanzamos en nuestro coche, vimos varios pozos profundos para abastecer al ganado […]

Al medio día hicimos alto frente a una gran hacienda y nos dirigimos a un pequeño grupo de jacales, construidos con piedra y lodo y provistos de techos de paja. En estas miserables habitaciones, en las que ni siquiera podíamos tenernos en pie, encontramos abundancia de artículos de primera necesidad. En la puerta de una de ellas estaban colgados dos borregos recién sacrificados y las mujeres ofrecieron en venta pavos, gallinas, carnero, maíz, cebollas y gran diversidad de frutas, legumbres y hierbas.

Al abandonar este lugar, donde tomamos el almuerzo, seguimos durante tres horas por un camino accidentado y a través de una comarca árida y carente de cultivos. Por fin nos alegraron la vista de Querétaro […]

Esto escribió Joel Roberts Poinsett, diplomático norteamericano, sobre su paso y estancia en San Juan del Río en 1822. México recién había obtenido la independencia de España y estaba bajo el imperio de Agustín de Iturbide.